José Torres Garzón, más conocido como Pepe
Pinto, fue un gran cantaor, payo por más
señas, muy popular en los años cuarenta /cincuenta del S. XX, que en Alcañices tenía muchos
admiradores. Miguelista y los hermanos Araujo Juan eran de los más destacados. Pero
de esto ya he escrito en el libro Casa
Barros. Tenía compañía propia y en Zamora, en el teatro Ramos Carrión, era de los artistas que no podían faltar durante las ferias de septiembre. Estaba
casado con Pastora Pavón, la Niña de los Peines (sobrenombre que le pusieron
porque de niña cantaba un tango que se titulaba precisamente: los
peines) que pasaba por ser una
de las cantaoras gitanas mas cabales de todas la épocas. Pues bien, estos dos
artistas, mediada la década de los cuarenta, pasaron una noche de cante grande en
Alcañices
Y esta es la historia:
Por una serie de razones que no vienen al
caso, Pepe Pinto y el señor Cordero, dueño en Zamora del bar de su mismo nombre que
estaba en la placita donde la calle de la Feria desemboca
en la avenida homónima, eran muy amigos y, este y su mujer, la señora Isabel,
eran, a su vez, también muy amigos del matrimonio formado por María Gago y Antonio Barros. El señor Cordero,
que era muy popular, es uno de los personajes que figuran en la gran novela de
Tomás Sánchez Santiago, CALLE FERIA.
María y Antonio, como era obligado entonces,
fueron a pasar un día de la feria de setiembre
a Zamora y, según costumbre de aquellos tiempos, se alojaron en casa de sus
amigos los dueños del bar anteriormente mencionado. La razón principal del
viaje era visitar a los amigos y asistir a la corrida de toros, algo que,
además de gustarles mucho, daba para hablar todo el año. Como recuerdo del
acontecimiento trajeron un cartel que estuvo colgado muchos años adornando una
pared en la caseta de la huerta que poseían en Valdesejas. Cartel que, aunque
de forma un poco borrosa, ay la memoria, recuerdo así:
Ocupaba todo su fondo, que tenía un color
pastel ligeramente amarillo, un torero dando una media verónica a un toro negro
zaino. Torero y toro de perfil.
Las leyendas decían:
PLAZA DE TOROS DE ZAMORA
8 DE SEPTIEMBRE DE 19xx
(la fecha no la recuerdo con exactitud)
Con el permiso de la autoridad y si el
tiempo no lo impide, se lidiaran seis hermosos toros seis de la famosa
ganadería del Duque de Pinohermoso por
los matadores
Luis Miguel Dominguín
Pepe Dominguín
Y Manolo González.
Por la noche los matrimonios Cordero y
Barros, se fueron al Ramos a ver la
actuación de la compañía de Pepe Pinto. Terminada la actuación accedieron al
camerino de los artistas para saludarlos. Una vez estos en ropa de calle, se unieron a los dos matrimonios y salieron a
disfrutar de la festiva noche septembrina zamorana. Obvio es decir que fueron a
tomar unas copas al Duri a disfrutar de
las actuaciones de las animadoras, que entonces, sobre todo en ferias, eran habituales en ese
café.
Era la última
actuación de la compañía del Pinto en Zamora en aquellas ferias y tenían
unos días de asueto hasta las siguientes
en Salamanca. Como el sexteto,
sobre todo las mujeres, había conectado bien, decidieron prolongar la
reunión y convinieron en acercarse a conocer Alcañices, así que la tarde del día
siguiente aparecieron en la villa. La llegada de los artistas no fue un
acontecimiento que revolucionara el pueblo, entonces no había la histeria que
hoy se forma alrededor de los famosos, ni se anunció a toque de reloj, pero si fue conocida por los que frecuentaban
la Casa Barros y por los íntimos de los propietarios que, conocedores de la
personalidad de los visitantes, llegaron
a la taberna más temprano de lo habitual.
Después de las preceptivas presentaciones y saludos, Perero fue a su tienda y
volvió cargado de botellas de Tío
Pepe, Coquinero y de toda clase de latas
de conserva, acompañado de Fernanda, su mujer, que le ayudó al transporte.
Cotoví, que rápidamente apareció con
la señora Eugenia llegó aportando quesos holandeses
de bola y Montecristos. El dueño de la
casa sacó el mejor jamón que tenía, así que el tentempié proyectado se
convirtió en suculento y bien regado banquete. La docena larga de personas que
se sentaron alrededor de la mesa, dieron buena cuenta de las viandas y, como el
vino fino trasegado humedeció con generosidad los gaznates, pasó lo que tenía que pasar, que la sobremesa se
prolongó hasta bien entrada la madrugada..
Perero, la copla, Cotovi, la guajira,
Cordero, “ahí va la galga”, cuando el asma se lo permitía, daba sus jipios. Cada cual hacía lo que mejor se le daba o se le
ocurría, pero la verdad es que el cante
nunca se interpretó con tanta pureza en la villa (¿Habrá algo mas verdadero que
cantar sin música? se preguntaba
Einstein) como cuando la Niña de los Peines de arrancó por peteneras, tangos,
soleares, seguiriyas y tarantas. Tampoco faltaron las sevillanas, ni los intentos de bailarlas por todos los
asistentes bajo la compasiva mirada de los artistas. Pepe Pinto cantó zambras y sus famosos fandangos. Uno de ellos, precursor del móvil, decía:” lo he
dicho y lo voy ha hacer/ un teléfono sin hilos/ pa saber de tu querer”, y los
recitados y las coplas que le dieron gloria. La velada fue larga y recordada
por los asistentes durante toda su vida. Y yo, que entonces era poco más que un niño de
pecho, no se si fue algo que viví o si de oír relatarlo tantas veces, parece como si
lo hubiera vivido. Lo tengo tan interiorizado que cuando oigo un cante de la
Niña de los Peines o del Pinto, los veo interpretándolo en el comedor grande de
la casa, acompañado sólo de las palmas o de los nudillos percutiendo sobre la mesa marcando el compás.
Esto podía
tomarse, como se dice ahora, por una leyenda urbana, pero es historia. Historia
que hizo felices a quienes la
vivieron y la guardaron entre los
recuerdos más agradables.
Las
Candelas 2015
A María Gago, María Martín y María Barros