domingo, 1 de febrero de 2015

Pepe Pinto




José Torres Garzón, más conocido como Pepe Pinto, fue un gran  cantaor, payo por más señas, muy popular  en los años cuarenta /cincuenta  del S. XX, que en Alcañices tenía muchos admiradores. Miguelista y los hermanos Araujo Juan eran de los más destacados. Pero  de esto ya he escrito en el libro Casa Barros. Tenía  compañía propia y  en Zamora, en el teatro Ramos Carrión,  era de los artistas que no podían faltar  durante las ferias de septiembre. Estaba casado con Pastora Pavón, la Niña de los Peines (sobrenombre que le pusieron porque de niña cantaba un tango que se titulaba precisamente: los peines) que pasaba  por ser una de las cantaoras gitanas mas cabales de todas la épocas. Pues bien, estos dos artistas, mediada la década de los cuarenta, pasaron una noche de cante grande en Alcañices

Y esta es la historia:

Por una serie de razones que no vienen al caso, Pepe Pinto y el señor Cordero,  dueño en Zamora del bar de su mismo nombre que estaba  en la  placita donde la calle de la Feria desemboca en la avenida homónima, eran muy amigos y, este y su mujer, la señora Isabel, eran, a su vez, también muy amigos del matrimonio  formado por  María Gago y Antonio Barros. El señor Cordero, que era muy popular, es uno de los personajes que figuran en la gran novela de Tomás Sánchez Santiago, CALLE  FERIA.

María y Antonio, como era obligado entonces, fueron a pasar un día  de la feria de setiembre a Zamora y, según costumbre de aquellos tiempos, se alojaron en casa de sus amigos los dueños del bar anteriormente mencionado. La razón principal del viaje era visitar a los amigos y asistir a la corrida de toros, algo que, además de gustarles mucho, daba para hablar todo el año. Como recuerdo del acontecimiento trajeron un cartel que estuvo colgado muchos años adornando una pared en la caseta de la huerta que poseían en Valdesejas. Cartel que, aunque de forma un poco borrosa, ay la   memoria,  recuerdo así:

Ocupaba todo su fondo, que tenía un color pastel ligeramente amarillo, un torero dando una media verónica a un toro negro zaino. Torero  y toro de perfil.  

Las leyendas decían:

PLAZA DE TOROS DE ZAMORA

8 DE SEPTIEMBRE DE 19xx

(la fecha no la recuerdo con exactitud)

Con el permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, se lidiaran seis hermosos toros seis de la famosa ganadería del Duque de Pinohermoso  por los matadores

Luis Miguel Dominguín

Pepe Dominguín

   Y   Manolo González.

Por la noche los matrimonios Cordero y Barros, se fueron al Ramos  a ver la actuación de la compañía de Pepe Pinto. Terminada la actuación accedieron al camerino de los artistas para saludarlos. Una  vez estos en ropa de calle, se  unieron a los dos matrimonios y salieron a disfrutar de la festiva noche septembrina zamorana. Obvio es decir que fueron a tomar unas copas al Duri  a disfrutar de las actuaciones de las animadoras, que entonces,  sobre todo en ferias, eran habituales en ese café.

 Era  la última  actuación de la compañía del Pinto en Zamora en aquellas ferias y tenían unos días de asueto hasta las siguientes  en Salamanca. Como  el sexteto, sobre todo las mujeres, había conectado bien, decidieron prolongar la reunión  y convinieron en acercarse  a conocer Alcañices, así que la tarde del día siguiente aparecieron en la villa. La llegada de los artistas no fue un acontecimiento que revolucionara el pueblo, entonces no había la histeria que hoy se forma alrededor de los famosos, ni se anunció a toque de reloj,  pero si fue conocida por los que frecuentaban la Casa Barros y por los íntimos de los propietarios que, conocedores de la personalidad de los visitantes,  llegaron a la taberna  más temprano de lo habitual. Después de las preceptivas presentaciones y saludos, Perero fue a su tienda y volvió cargado  de botellas de Tío Pepe,  Coquinero y de toda clase de latas de conserva, acompañado de Fernanda, su mujer, que le ayudó al transporte. Cotoví,  que rápidamente  apareció con  la señora Eugenia llegó aportando   quesos holandeses de bola y Montecristos. El  dueño de la casa sacó el mejor jamón que tenía, así que el tentempié proyectado se convirtió en suculento y bien regado banquete. La docena larga de personas que se sentaron alrededor de la mesa, dieron buena cuenta de las viandas y, como el vino fino trasegado humedeció con generosidad los gaznates, pasó  lo que tenía que pasar, que la sobremesa se prolongó hasta bien entrada la madrugada..

Perero, la copla, Cotovi, la guajira, Cordero, “ahí va la galga”, cuando el asma se lo permitía,  daba sus jipios. Cada  cual hacía lo que mejor se le daba o se le ocurría,  pero la verdad es que el cante nunca se interpretó con tanta pureza en la villa (¿Habrá algo mas verdadero que cantar sin  música? se preguntaba Einstein) como cuando la Niña de los Peines de arrancó por peteneras, tangos, soleares, seguiriyas y tarantas. Tampoco faltaron las sevillanas, ni  los intentos de bailarlas por todos los asistentes bajo la compasiva mirada de los artistas. Pepe Pinto  cantó zambras y sus famosos fandangos. Uno  de ellos, precursor del móvil, decía:” lo he dicho y lo voy ha hacer/ un teléfono sin hilos/ pa saber de tu querer”, y los recitados y las coplas que le dieron gloria. La velada fue larga y recordada por los asistentes durante toda su vida. Y  yo, que entonces era poco más que un niño de pecho, no se si fue algo que viví o si  de oír relatarlo tantas veces, parece como si lo hubiera vivido. Lo tengo tan interiorizado que cuando oigo un cante de la Niña de los Peines o del Pinto, los veo interpretándolo en el comedor grande de la casa, acompañado sólo  de las  palmas o de los nudillos  percutiendo sobre la mesa   marcando el compás.    

Esto podía tomarse, como se dice ahora, por una leyenda urbana, pero es historia. Historia  que hizo felices a quienes la vivieron  y la guardaron entre los recuerdos  más agradables.

 

 

Las Candelas 2015

A María Gago, María Martín y María Barros