martes, 9 de junio de 2015

El santuario




Como estamos en vísperas……..

A la  Virgen de la Salud se la venera en Alcañices en la iglesia de San Francisco, hace un año  elevada a la categoría de santuario. Pero  no siempre fue ese el sitio; En un principio el lugar donde se la reverenciaba no estaba en la Villa, sino en un paraje en la ribera  del pueblo del Poyo.

La iglesia de San Francisco, mas conocida como el convento, la mando edificar Francisco Henríquez de Almansa, primer marqués de Alcañices, el año 1543. Al tiempo de su edificación fue uno de los mayores y más bellos templos de la provincia de Zamora, y, según opiniones de expertos, el proyecto lo dirigió Rodrigo Gil de Hontañón, arquitecto que realizó los monumentos más importantes de su tiempo. Con la desamortización, como el convento no tenía el número mínimo de religiosos que para su continuidad exigía la ley, pasó a propiedad del   ayuntamiento. La iglesia siguió destinada al culto pero ya regida por el clero secular, y el convento propiamente dicho fue destinado a cárcel del partido (del judicial, no de uno politico). Ambos, convento e iglesia, sufrieron las consecuencias de la francesada, permaneciendo esta durante algún tiempo cerrada al culto. Cuando  Alcañices perdió la condición de cabecera de partido judicial, consecuencia quizás de una mala gestión municipal, la desidia hizo que el estado del edificio  llegara a ser penoso. Hoy, felizmente acondicionado, alberga un centro cultural.

Los frailes de la Tercera orden de san Francisco, que desde el principio fueron los titulares,  administraban además el hospital de San Nicolás y la alhóndiga, instituciones fundadas también  por el primer marqués, a las que dotó, con juros en Toro y Valladolid, en torno a unos treinta mil maravedises. Estos patronatos  funcionaron hasta que los franceses, que las utilizaron como albergues de bestias y/o personas, en ocasiones vienen a ser lo mismo, destruyeron los edificios, no recuperándose ya nunca más para su primitiva función.

En cuanto a la imagen de la Virgen concierne:

Entre  los términos de San Blas, Rivas y el Poyo están las ruinas de un cenobio ya existente en el S. XII, (gracias Pedro) donde llaman los Conventos, que era el lugar en el que estaba la Virgen y allí iban a rezarle los alistanos. La imagen  apareció en un alto en el sitio  denominado la Peña del Santo, en el que existe, justo en el mismo lugar donde la encontraron, una escoba que está permanentemente florida. Y también, curiosamente, como a cien metros del santuario hay una fuente de agua finísima que llaman de la Sinoga. ¿Sinagoga?  

Francisco Henríquez, que había sido recientemente nombrado marqués de Alcañices por el emperador Carlos, para  no tener que desplazarse  unas tres leguas cada vez que quería postrarse a los pies de la Virgen, decidió trasladarla a la villa. Para darle solemnidad al traslado, ordenó una gran peregrinación a la que hubieron de asistir todos los habitantes de los pueblos del marquesado, acompañando en procesión a sus respectivos patronos y patronas, presididas por los párrocos y precedidas de los pendones de las parroquias. Aquello fue una gran manifestación de la religiosidad y un extraordinario acontecimiento para toda la comarca. Desde  entonces para conmemorarlo, cuando la festividad de la Salud, 2 julio, fecha del traslado,  cae en domingo, las imágenes de las vírgenes de los pueblos vienen a visitarla  acompañadas de sus devotos feligreses.

Pero hete aquí  que a la Salud no le gustó el sitio y, encuanto la gente retorno a sus localidades, ella decidió volver a su primitivo santuario. Al día siguiente, cuando el marqués se asomo a la ventana que desde su palacio daba vista a la iglesia, vio que la imagen no estaba en su hornacina. Bajó inmediatamente, buscó por todo el edificio y no la encontró. Se puso al habla con el sacerdote,  y ambos acordaron mandar a un propio  para que indagara lo sucedido. Después de mucho preguntar y no obtener resultado alguno, decidieron ir al sitio de donde la trajeron por si alguien la habían robado y llevado a su lugar de procedencia. Y, efectivamente, allí estaba en su altar ocupando el nicho de siempre.

Esta vez, sin  reclamar la presencia de la gente alistana, aunque con el respeto y la reverencia que a la imagen le tenían, la trasladaron por segunda vez  a  la Villa. Pero cuando a la mañana siguiente abrieron la iglesia,  tampoco la imagen estaba en el altar. Se había repetido la historia. No sin cierta turbación, el sacerdote comunico el hecho al marqués, y este decidido a averiguar los porqués, resolvió ir sólo al lugar en el que estaba la Virgen  y parlamentar con ella -los poderosos siempre han tenido acceso directo a vírgenes- si fuera preciso. En efecto, hablaron y  Ella para volver puso como condición que  edificaran un  templo en el que cupieran todos los alistanos cuando fueran a celebrar su festividad y un convento para los frailes. Que le hicieran un gran altar en el ábside donde quería estar permanentemente, excepto los días del novenario,  en los que bajaría al nivel de los fieles, para lo que tendría que disponer de una rampa por la que deslizarse hasta el carro desde el que presidiría las ceremonias, sin que hubiera necesidad de que interviniera mano humana alguna en la operación, en el que, además, quería que la sacaran de procesión.  

Don Francisco acepto todas las peticiones. Mandó erigir la iglesia que, como ya se indicó, era la mayor de toda la provincia. Hizo para la Virgen una hornacina en el retablo mayor,  encargó a orfebres, herreros y carpinteros que construyeran un carro triunfal para las procesiones y una rampa por la que    acceder a el para tener  mayor cercanía con los fieles quienes, gozosos, le cantan durante el novenario:

¡Oh virgen de la Salud/ sed nuestra madre amorosa!

Una vez realizado todo, fue a ofrecérselo a la Virgen. Le describió lo ejecutado y la invitó a trasladarse a la iglesia que para Ella había mandado edificar. La  Señora aceptó el ofrecimiento pero quiso que a su llegada estuvieran esperándola sus  hermanas. Don Francisco mando emisarios a Trabazos, a Quintanihla, a la Speciosa, a Constantím, a Carbajales y a Villalcampo y, el 2 de julio, fecha del traslado, en el pórtico de la  resplandeciente iglesia la recibieron: Nuestra Señora de la Soledad, Nossa Senhora da Ribeirinha, Nossa Senhora Do Nazo, Nossa Senhora da  Luz, la Virgen de Árboles y la Virgen de la Encarnación. Desde entonces Nuestra Señora de la Salud ha permanecido en su templo. Verdad es que ya ni el templo, que ha sufrido dos incendios,  se parece mucho al original, ni la imagen, como consecuencia de ellos, es la primitiva. Dos   la han precedido. Pero los alistanos le siguen profesando la misma devoción y siguen acudiendo a la Villa todos los 2 de julio. También las  hermanas, pero esa es otra historia, siguen visitándose  cuando la festividad de la Salud cae en domingo viniendo acompañadas de  los habitantes de sus respectivas localidades.

 Los vecinos del Poyo  reivindican, con toda razón, que la Virgen de la Salud es suya. No sería un despropósito que, en años señalados con ocasión de la celebración de  fiestas patronales, la Patrona alistana girara una visita a su primer santuario.

 

 P.d. después  de  escrita esta leyenda, en una de mis carpetas apareció el documento que sigue. Debe  de estar escrito a comienzos del S. XX (no comenta el incendio de 1916 ni la posterior reedificación). Está escrito a mano con una letra bonita y perfectamente legible, siento no poder decir por quién, no tiene firma. 

Transcribo literalmente:

“Datos históricos del Convento de P.P. Franciscanos de Alcañices.

El convento de P:P. Franciscanos de Alcañices fue fundado por D. Francisco Enríquez de Almansa. El Rey Felipe II quiso premiar las valerosas hazañas de este héroe concediéndole grandes y señalados privilegios.

Existía antes del siglo XVI un eremitorio en el Poyo, que fue trasladado a la villa de Alcañices, en el año 1542. Sufrió la villa notables desgracias ocasionadas por las guerras, por ser villa fronteriza.

En el año 1715 un voraz incendio destruyó la Iglesia   del Convento, siendo mas tarde reedificada

El Obispo D. Diego Enríquez de Almansa, pariente del Fundador, colocó en el altar mayor de la Iglesia numerosas reliquias; entre las que se enumeran las siguientes:- Una cabeza de los Niños Inocentes; otra de Santa Potenciana; la de San Acacio, obispo; San Mauricio mártir;  Santa Victoriosa, virgen y mártir; cuatro de las once mil vírgenes; San Blas mártir; San Gregorio; San Antonio de Padua; San Fabián y San Sebastián; San Ladislao, Rey de Hungría; San Alejo; Santa Ana; San Cristóbal; Santo Tomás de Cantorbery y las de otros innumerables mártires que por pequeños no se mencionan.

Alcanza dicho Sr. Obispo para el altar indulgencias plenarias con facultad de todos los casos reservados y de conmutar votos menos el de religión y castidad, y las ultramarinas  indulgencias de Roma y de Jerusalén y las de Santiago para los visitantes del altar en los días de la Ascensión del Señor y la Concepción, con facultad de ganarlas también los impedidos  y los viejos enviando a otras personas en lugar suyo y rezando cinco Padrenuestros y Avemarías y rogando por el Sr. Obispo y sus sucesores.

Tenía el Convento ganadas sentencias, una contra los párrocos por defensa de la facultad de los fieles de oír misa y sermón y no exigir cuarta funeral por los que se enterraran en el Convento en 1544.

Poseían los P.P. Franciscanos- unidos al Convento e Iglesia – una magnifica huerta y prado (el llamado de los toros)  y todos los terrenos donde hoy se hallan enclavados el cuartel de la Guardia Civil; la carretera de Zamora y las casa edificadas en derredor del Convento. De estas propiedades fueron desposeídos con motivo de la Ley de Desamortización y los P.P. Franciscanos abandonaron su residencia en esta villa en el año 1836.

A partir de esta fecha, el Convento fue utilizado por el Ayuntamiento para Cárcel del Partido y la Iglesia conventual  fue adscrita a la Parroquia celebrándose e ella los cultos correspondientes hasta que a primeros del siglo XX hubo de cerrarse al culto por el estado ruinoso de la fachada principal y la torre.”    

P.d. Aunque aparentemente parezca que no hay relación alguna entre la construcción de la iglesia y convento de san Francisco de Alcañices y un auto de fe que se celebro por aquella época en Valladolid,  recomiendo leer el Hereje, de Miguel Delibes y la Historia de los heterodoxos españoles, de Marcelino Menéndez Pelayo.  

Y hasta el  próximo curso.

De nada-

Jesús Barros