Quizás el más popular de quienes hasta la actualidad han ostentado el título de marqués de Alcañices sea José Isidro Osorio y Silva-Bazan (4-8-1825) quien, a pesar de ser titular de cuatro ducados, entre ellos el de Alburquerque y el de Sexto y otros dieciséis títulos nobiliarios más, pasó a la historia como Alcañices o Pepe Alcañices. Personaje que en la película “Donde vas Alfonso XII” fue encarnado por el actor Tomás Blanco.
Pepe fue alcalde de Madrid de 1857 a 1864 y buen alcalde,
consiguiendo que, durante su mandato, la ciudad pasase a ser más limpia y
habitable. Prohibió que los cerdos circularan por la calle comiendo basuras y
desperdicios - era una concesión que tenia una orden religiosa de la que ahora
no recuerdo su nombre - y puso urinarios públicos gratuitos en las calles. Para
evitar que la gente hiciera sus necesidades escatológicas en las vías publicas y se acostumbraran al uso
de las letrinas, colocó en lugares muy
visibles unos bandos prohibiendo orinar en la calle e imponiendo a quien lo hiciera la multa de 20
pesetas-enorme para aquellos tiempos-. Al día siguiente de la publicación de
los bandos, aparecieron escritos bajo ellos unas coplillas anónimas que decían:
¿Cuatro duros por mear?
/ ¡Caramba, que caro es esto! / ¿Cuanto cobra por cagar el señor duque de Sexto?
Nuestro
marqués se enamoró de Francisca
Portocarrero, quien luego se casó con el duque de Alba y, que paradoja, del
marqués estuvo muy enamorada, tanto que al no sentirse correspondida intento suicidarse,
la hermana de Francisca: Eugenia de Montijo, que después fue emperatriz de
Francia (Concha Piquer, en la copla Eugenia de Montijo, canta algo sobre esto).
Pero nuestro personaje se casó en 1857 con la princesa rusa Sofía Troubetzkoy
que, según cuentan las malas lenguas, era hija del zar Nicolás I y viuda de un
medio hermano de Napoleón III, marido de Eugenia -que líos de familia-, y que
aportaba al matrimonio cuatro hijos. Esta mujer era muy bella, con mucha
personalidad y muy rica, y rápidamente lideró a las damas de la nobleza madrileña.
Pepe Alcañices sostuvo económicamente el exilio de
Isabel II, para lo que le mantuvo abierta permanentemente una cuenta con
500.000 reales, y pagó la educación de Alfonso XII en colegios de Francia y
Suiza. Todo ello representó un gasto de 20.000.000 de reales, lo que le supuso
la ruina económica y como consecuencia la necesidad de vender su patrimonio. Empezó por el palacio que tenía en Madrid en la calle
de Alcalá, vendido por 3.187.500 reales
en marzo de 1882 (lugar donde se ubica el banco de España), el ducado de Sexto
e infinidad de otras posesiones.
A pesar de los famosos tres jamases de
Prim, el marqués logró que los Borbones volvieran a reinar en España. Convenció
a Isabel II para que abdicara y cuando esta firmó la abdicación, la reina llamó
al futuro rey y le dijo: “Alfonso, dale la mano a Pepe que ha conseguido
hacerte rey”. Pepe Alcañices y su mujer, al tener mucha ascendencia con la nobleza,
hicieron difícil la vida de Amadeo de
Saboya y de su esposa. Conspiraban, los ignoraban, no asistían a las recepciones
reales e hicieron todo lo que estaba en su mano para que los demás nobles
tampoco asistieran.
La
Troubetzkoy lidero la “Rebelión de las mantillas”, hecho que consistió en lo
siguiente: pidió a las damas de la nobleza que salieran en sus carruajes por el paseo de coches del
Retiro y por la Castellana ataviadas con mantilla, prenda que estaba ya en desuso, y adornadas con la flor
de lis de los Borbones. Todas sus leales y otras por emulación lo hicieron
durante los días 20, 21 y 22 de marzo.
La reina, que creyó que eso era
la costumbre, dijo: “mañana vendré yo también con mantilla”. Las damas de la
nobleza, al saberlo, acordaron no salir al paseo. Al enterarse del asunto
Manuel Zorrilla, a la sazón jefe de gobierno, contrató a gente del espectáculo
y a prostitutas con el fin de ridiculizar a la nobleza que secundaba a la
marquesa, pero le salió mal la jugada, pues quien se sintió corrida y
ridiculizada fue la reina, que se cabreó
mucho, se marchó al poco tiempo para Italia, y convenció a Amadeo para que renunciara al trono poco
después.
Hay otra una curiosa historia de la marquesa
Troubetzkoy y es la de que fue la
introductora en España de la costumbre de poner Árbol de Navidad en las casas. Lo puso en su palacio las navidades de 1870,
primer año del matrimonio, y, como tenia deslumbrados por su belleza y maneras
a la nobleza, todos la imitaron, y hasta hoy.
El marqués no tuvo nunca buenas relaciones con
María Cristina, segunda esposa de Alfonso XII, que le acusaba
de ser el causante de la vida un tanto disoluta del rey. La reina, cuando
enviudó, le acusó de que se había aprovechado de dinero del reino, un infundio
para desprestigiarle (como cambian los tiempos) y aquel, también viudo, mayor y sin ánimo para defenderse, se retiró
de la vida pública. Falleció el 30 de diciembre de 1909 siendo sustituido
en el marquesado de Alcañices y demás títulos por su sobrino Miguel Osorio
Martos, ya que no tuvo descendencia
directa.