Como estamos en vísperas……..
A la
Virgen de la Salud se la venera en Alcañices en la iglesia de San Francisco,
hace un año elevada a la categoría de
santuario. Pero no siempre fue ese el
sitio; En un principio el lugar donde se la reverenciaba no estaba en la Villa,
sino en un paraje en la ribera del
pueblo del Poyo.
La iglesia de San Francisco, mas conocida
como el convento, la mando edificar Francisco Henríquez de Almansa, primer
marqués de Alcañices, el año 1543. Al tiempo de su edificación fue uno de los
mayores y más bellos templos de la provincia de Zamora, y, según opiniones de expertos,
el proyecto lo dirigió Rodrigo Gil de Hontañón, arquitecto que realizó los
monumentos más importantes de su tiempo. Con la desamortización, como el
convento no tenía el número mínimo de religiosos que para su continuidad exigía
la ley, pasó a propiedad del
ayuntamiento. La iglesia siguió destinada al culto pero ya regida por el
clero secular, y el convento propiamente dicho fue destinado a cárcel del
partido (del judicial, no de uno politico). Ambos, convento e iglesia,
sufrieron las consecuencias de la francesada, permaneciendo esta durante algún
tiempo cerrada al culto. Cuando
Alcañices perdió la condición de cabecera de partido judicial,
consecuencia quizás de una mala gestión municipal, la desidia hizo que el
estado del edificio llegara a ser
penoso. Hoy, felizmente acondicionado, alberga un centro cultural.
Los frailes de la Tercera orden de san
Francisco, que desde el principio fueron los titulares, administraban además el hospital de San
Nicolás y la alhóndiga, instituciones fundadas también por el primer marqués, a las que dotó, con
juros en Toro y Valladolid, en torno a unos treinta mil maravedises. Estos
patronatos funcionaron hasta que los
franceses, que las utilizaron como albergues de bestias y/o personas, en
ocasiones vienen a ser lo mismo, destruyeron los edificios, no recuperándose ya
nunca más para su primitiva función.
En cuanto a la imagen de la Virgen
concierne:
Entre
los términos de San Blas, Rivas y el Poyo están las ruinas de un cenobio
ya existente en el S. XII, (gracias Pedro) donde llaman los Conventos, que era
el lugar en el que estaba la Virgen y allí iban a rezarle los alistanos. La
imagen apareció en un alto en el sitio denominado la Peña del Santo, en el que
existe, justo en el mismo lugar donde la encontraron, una escoba que está
permanentemente florida. Y también, curiosamente, como a cien metros del
santuario hay una fuente de agua finísima que llaman de la Sinoga. ¿Sinagoga?
Francisco Henríquez, que había sido
recientemente nombrado marqués de Alcañices por el emperador Carlos, para no tener que desplazarse unas tres leguas cada vez que quería postrarse
a los pies de la Virgen, decidió trasladarla a la villa. Para darle solemnidad
al traslado, ordenó una gran peregrinación a la que hubieron de asistir todos
los habitantes de los pueblos del marquesado, acompañando en procesión a sus
respectivos patronos y patronas, presididas por los párrocos y precedidas de
los pendones de las parroquias. Aquello fue una gran manifestación de la
religiosidad y un extraordinario acontecimiento para toda la comarca. Desde entonces para conmemorarlo, cuando la
festividad de la Salud, 2 julio, fecha del traslado, cae en domingo, las imágenes de las vírgenes de
los pueblos vienen a visitarla acompañadas de sus devotos feligreses.
Pero hete aquí que a la Salud no le gustó el sitio y, encuanto
la gente retorno a sus localidades, ella decidió volver a su primitivo
santuario. Al día siguiente, cuando el marqués se asomo a la ventana que desde
su palacio daba vista a la iglesia, vio que la imagen no estaba en su
hornacina. Bajó inmediatamente, buscó por todo el edificio y no la encontró. Se
puso al habla con el sacerdote, y ambos acordaron
mandar a un propio para que indagara lo
sucedido. Después de mucho preguntar y no obtener resultado alguno, decidieron
ir al sitio de donde la trajeron por si alguien la habían robado y llevado a su
lugar de procedencia. Y, efectivamente, allí estaba en su altar ocupando el nicho
de siempre.
Esta vez, sin reclamar la presencia de la gente alistana,
aunque con el respeto y la reverencia que a la imagen le tenían, la trasladaron
por segunda vez a la Villa. Pero cuando a la mañana siguiente abrieron
la iglesia, tampoco la imagen estaba en
el altar. Se había repetido la historia. No sin cierta turbación, el sacerdote
comunico el hecho al marqués, y este decidido a averiguar los porqués, resolvió
ir sólo al lugar en el que estaba la Virgen
y parlamentar con ella -los poderosos siempre han tenido acceso directo
a vírgenes- si fuera preciso. En efecto, hablaron y Ella para volver puso como condición que edificaran un
templo en el que cupieran todos los alistanos cuando fueran a celebrar
su festividad y un convento para los frailes. Que le hicieran un gran altar en
el ábside donde quería estar permanentemente, excepto los días del
novenario, en los que bajaría al nivel
de los fieles, para lo que tendría que disponer de una rampa por la que
deslizarse hasta el carro desde el que presidiría las ceremonias, sin que
hubiera necesidad de que interviniera mano humana alguna en la operación, en el
que, además, quería que la sacaran de procesión.
Don Francisco acepto todas las peticiones.
Mandó erigir la iglesia que, como ya se indicó, era la mayor de toda la provincia.
Hizo para la Virgen una hornacina en el retablo mayor, encargó a orfebres, herreros y carpinteros
que construyeran un carro triunfal para las procesiones y una rampa por la
que acceder a el para tener mayor cercanía con los fieles quienes, gozosos,
le cantan durante el novenario:
¡Oh virgen de la Salud/ sed nuestra madre
amorosa!
Una vez realizado todo, fue a ofrecérselo a
la Virgen. Le describió lo ejecutado y la invitó a trasladarse a la iglesia que
para Ella había mandado edificar. La
Señora aceptó el ofrecimiento pero quiso que a su llegada estuvieran
esperándola sus hermanas. Don Francisco
mando emisarios a Trabazos, a Quintanihla, a la Speciosa, a Constantím, a
Carbajales y a Villalcampo y, el 2 de julio, fecha del traslado, en el pórtico
de la resplandeciente iglesia la
recibieron: Nuestra Señora de la Soledad, Nossa Senhora da Ribeirinha, Nossa
Senhora Do Nazo, Nossa Senhora da Luz,
la Virgen de Árboles y la Virgen de la Encarnación. Desde entonces Nuestra Señora
de la Salud ha permanecido en su templo. Verdad es que ya ni el templo, que ha
sufrido dos incendios, se parece mucho
al original, ni la imagen, como consecuencia de ellos, es la primitiva. Dos la han
precedido. Pero los alistanos le siguen profesando la misma devoción y siguen
acudiendo a la Villa todos los 2 de julio. También las hermanas, pero esa es otra historia, siguen
visitándose cuando la festividad de la
Salud cae en domingo viniendo acompañadas de
los habitantes de sus respectivas localidades.
Los
vecinos del Poyo reivindican, con toda
razón, que la Virgen de la Salud es suya. No sería un despropósito que, en años
señalados con ocasión de la celebración de fiestas patronales, la Patrona alistana girara
una visita a su primer santuario.
P.d.
después de escrita esta leyenda, en una de mis carpetas
apareció el documento que sigue. Debe de
estar escrito a comienzos del S. XX (no comenta el incendio de 1916 ni la
posterior reedificación). Está escrito a mano con una letra bonita y perfectamente
legible, siento no poder decir por quién, no tiene firma.
Transcribo literalmente:
“Datos
históricos del Convento de P.P. Franciscanos de Alcañices.
El
convento de P:P. Franciscanos de Alcañices fue fundado por D. Francisco
Enríquez de Almansa. El Rey Felipe II quiso premiar las valerosas hazañas de
este héroe concediéndole grandes y señalados privilegios.
Existía
antes del siglo XVI un eremitorio en el Poyo, que fue trasladado a la villa de
Alcañices, en el año 1542. Sufrió la villa notables desgracias ocasionadas por
las guerras, por ser villa fronteriza.
En el
año 1715 un voraz incendio destruyó la Iglesia
del Convento, siendo mas tarde reedificada
El
Obispo D. Diego Enríquez de Almansa, pariente del Fundador, colocó en el altar
mayor de la Iglesia numerosas reliquias; entre las que se enumeran las
siguientes:- Una cabeza de los Niños Inocentes; otra de Santa Potenciana; la de
San Acacio, obispo; San Mauricio mártir;
Santa Victoriosa, virgen y mártir; cuatro de las once mil vírgenes; San
Blas mártir; San Gregorio; San Antonio de Padua; San Fabián y San Sebastián;
San Ladislao, Rey de Hungría; San Alejo; Santa Ana; San Cristóbal; Santo Tomás
de Cantorbery y las de otros innumerables mártires que por pequeños no se
mencionan.
Alcanza
dicho Sr. Obispo para el altar indulgencias plenarias con facultad de todos los
casos reservados y de conmutar votos menos el de religión y castidad, y las
ultramarinas indulgencias de Roma y de
Jerusalén y las de Santiago para los visitantes del altar en los días de la
Ascensión del Señor y la Concepción, con facultad de ganarlas también los
impedidos y los viejos enviando a otras
personas en lugar suyo y rezando cinco Padrenuestros y Avemarías y rogando por
el Sr. Obispo y sus sucesores.
Tenía
el Convento ganadas sentencias, una contra los párrocos por defensa de la
facultad de los fieles de oír misa y sermón y no exigir cuarta funeral por los
que se enterraran en el Convento en 1544.
Poseían
los P.P. Franciscanos- unidos al Convento e Iglesia – una magnifica huerta y
prado (el llamado de los toros) y todos
los terrenos donde hoy se hallan enclavados el cuartel de la Guardia Civil; la
carretera de Zamora y las casa edificadas en derredor del Convento. De estas
propiedades fueron desposeídos con motivo de la Ley de Desamortización y los
P.P. Franciscanos abandonaron su residencia en esta villa en el año 1836.
A
partir de esta fecha, el Convento fue utilizado por el Ayuntamiento para Cárcel
del Partido y la Iglesia conventual fue
adscrita a la Parroquia celebrándose e ella los cultos correspondientes hasta
que a primeros del siglo XX hubo de cerrarse al culto por el estado ruinoso de
la fachada principal y la torre.”
P.d. Aunque aparentemente parezca que no
hay relación alguna entre la construcción de la iglesia y convento de san
Francisco de Alcañices y un auto de fe que se celebro por aquella época en
Valladolid, recomiendo leer el Hereje,
de Miguel Delibes y la Historia de los heterodoxos españoles, de Marcelino
Menéndez Pelayo.
Y
hasta el próximo curso.
De
nada-
Jesús
Barros