viernes, 13 de diciembre de 2019

Alcañices y el collar de Los Balbases




Es una preciosa  joya  que se empezó a confeccionar a finales del siglo XVI y tuvo una larga vida. Fue deseo de Ambrosio de Spínola ensartar en un hilo de plata una maravillosa perla procedente del Mar Bermejo de Cortés, Mar de las Perlas o Golfo de California, que así se le denomina en la actualidad. En ese lugar se producían  las más grandes y bellas perlas que se conocen, hasta que en tiempos no muy lejanos, debido quizás a una masiva explotación que provocó la mortandad de las madreperlas, desaparecieron los  criaderos. Ambrosio Spinola, primer marqués de Los Balbases y primer duque de Sexto, inmortalizado por Velázquez en el cuadro La Rendición de Breda (Las Lanzas) es el que está recibiendo las llaves de la rendida ciudad de manos del gobernador Mauricio de Nassau, a quien, deferentemente, toma de un brazo para evitar que se arrodille, exigencia que se imponía a los vencidos. Ambrosio, genovés y gran general de los tercios españoles en Flandes, dejó ordenado, creando así la tradición, que quienes heredaran el marquesado, fueran añadiendo al collar una perla de la misma procedencia que la primera y del mismo tamaño y calidad, para que lo lucieran sus esposas.

Este collar, según algunos estudiosos, trajo la maldición a la saga de quienes heredaron el título empezando por el primer marqués, que no tuvo un final feliz pues fue perseguido con saña por Gaspar de Guzmán, Conde­-Duque de Olivares, quien se hizo inmensamente rico siendo Valido del rey Felipe IV, y le acusó ser partidario del Duque de Lerma, anteriormente Valido de Felipe III. Tampoco este fue muy honrado, se dice que con él empezó la corrupción en el reino. A su caída apareció la coplilla: “Para no morir ahorcado/ el mayor ladrón de España/ se vistió de colorado.” Que así vestían los cardenales y compró al Papa en 1618 el cardenalato, condición  que lo hacía intocable.

El segundo marqués de Los Balbases fue Filippo de Spinola (tiempo después este apellido se españolizo como  Espinosa). Hizo traer la perla para engarzarla en el collar y, hecho el obligado encargo, se desposó con la italiana Gironima Doria, quien en la ceremonia  lucía el collar. Dos días después de la  celebración de la boda, Cattarina, hermana de Gironima, se ahogó en Milán en un lago cercano a su domicilio. Filippo y Gironima con su hijo Paolo Vicenzo se establecieron en Madrid, pero Gironima no aguanta la nostalgia de la familia, la morriña que le produce estar lejos de Milán ni el dolor de la desaparición de su hermana, y muere teniendo solamente veintiséis años.

Paolo Vicenzo, tercero del título, ocupó relevantes cargos en la corte española y fue nombrado Mayordomo Mayor de la Reina, título que a partir de ahora recibieron  quienes heredaban este marquesado. Cumplió con la tradición de añadir la perla al collar y se casó, teniendo ya 25 años, muchos para aquella época, con la siciliana Ana Colona, hija de príncipes. Ana lució en la ceremonia de la boda con Paolo. Transcurrido algún tiempo, la marquesa que pasó de ser austera y juiciosa a padecer melancolía, ofuscación y accesos de locura, se suicidó delante de sus hijos en el palacio donde residían. Una de sus hijas, Teresa, también tuvo el mismo fin.

El cuarto en el marquesado de Los Balbases fue Filipo, añade la consabida perla al collar, y teniendo solo 17 años se promete en matrimonio, rompiendo la tradición de sus antecesores, con una española, Isabel de la Cerda, hija del duque de Medinaceli. Isabel, joven caprichosa, pide a su prometido que le enseñe y le deje vestir el collar. Filipo, conocedor de los malignos efectos que aquel ha tenido en la familia, no quiere. Pero Isabel, tercamente, insiste hasta que Filipo, hombre al fin, no le queda otro remedio que ceder a las peticiones y le regala el collar. Isabel, todavía soltera, sale de paseo en el Puerto de Santa María, lugar donde residía, muy orgullosa con el collar al cuello, en compañía de su hermana Paula. Esta tropieza en un saliente adoquín, cae al suelo y es atropellada por un carruaje muriendo instantáneamente. Filipo, que había emprendido viaje hacia Madrid, es avisado por un enviado de la familia de la novia y vuelva para acompañarla en el luctuoso suceso. Algún tiempo después la pareja contrae matrimonio y tienen varios hijos. Una de ellos, la pequeña María Teresa, muere ahogada por una repentina riada durante la celebración de un cumpleaños.

El quinto marqués, Ambrosio Spinola, hace honor a la petición de su homónimo  ascendiente, uniendo otra perla a las que ya colgaban del collar. Matrimonia con Ana Catalina de la Cueva y de la Cerda con quien tiene a Joaquín, María y a Ángel. Los marqueses no creen en las consecuencias que acarrea utilizar el aderezo y Ana Catalina se adorna poniéndolo todas las veces en las que tiene ocasión. Un aciago día la pequeña María va a la cama de su madre, ambas juegan con el collar, la madre deja sola a la niña y cuando vuelve a la habitación encuentra a la chiquilla muerta. Se había atragantado con una perla del collar y ahogado. 

Al fallecimiento de Ambrosio hereda el marquesado y el dichoso collar su hijo mayor Joaquín, que pasa a ser el Sexto del título. Cumple con la tradición, y posteriormente se desposa  con María Valcárcel de Córdoba, quien no se priva de hacer ostentación del collar todas las veces que es menester. Aunque no era amante de la caza, le gustaban más los saraos, un día decide acompañar a su marido a una batida en Toledo. Cansada ya de ver cazar perdices, resuelve no acompañar a los cazadores y, sola, se va a dar un paseo por las inmediaciones de la ciudad. ¿Qué pasó? Que se perdió. Toda la comitiva y mucha gente que se les unió la buscaron durante muchos días pero “la Valcárcel” apareció. Nadie volvió  a saber de ella nunca más.

Joaquín y María no tuvieron descendencia pasando el marquesado de Los Balbases y el ducado de Sexto a Manuel Osorio y Spinola que ya poseía el marquesado de Alcañices, era el décimo quinto, y esa es la razón de que en estas Leyendas Alistanas incluya la  historia del famoso collar. Manuel, además de los títulos nobiliarios anteriores, estaba en posesión del ducado de Alburquerque, de Algete, marquesado de  Ledesma, de Fuensaldaña, conde de Alba De Aliste e infinidad de otros que harían prolija y aún más aburrida esta historia. Era todo eso e inmensamente rico. Manuel Miguel Osorio y Spinola se casó en primeras nupcias con María Casimira Luján y Belvis de la Moncada, que falleció a los 19 años. Repitió el casamiento con Joaquina María de la Cierva que también murió a los 19 años y, como la anterior esposa, sin descendencia. Por último se unió en matrimonio con María de las Mercedes Zayas y Benavides, con quién tuvo cuatro hijos.

Se supone, o quizás solo lo suponga yo, que  el orden jerárquico de los títulos nobiliarios sea: duque, marqués, conde, vizconde, etc. Pues bien, en las relaciones de las trasmisiones de las herencias el primero que ponen en ellas es el de Alcañices, de lo que deduzco que era el más preciado  de todos los títulos que poseían.

El decimosexto marqués de Alcañices y octavo de Los Balbases, Nicolás Osorio y Zayas,  que heredó los títulos y el collar, con todo lo que aparejaba, se prometió en matrimonio con Inés de Silva y Téllez de Girón, quien pasaba por ser una de las mujeres más bellas de Madrid, hija de del marqués de Santa Cruz y de la marquesa de Osilo. Parece que Inés había aceptado el matrimonio por la presión de sus  padres, que no pasaban por su mejor momento económico, pues  ella a quien quería era a Pedro de Alcántara Téllez Girón, duque de Osuna. Unos días antes de la boda Joaquina Francisca, hermana de Inés, apareció muerta, se había suicidado. La leyenda cuenta que estaba enamorada de Nicolás, este le dio promesa de matrimonió y en prueba del cumplimiento de su palabra le regaló la perla que estaba destinada para el collar que,  según parece, apareció entre las pertenencias de la fallecida. Inés, quiso romper su compromiso con el Marqués de Alcañices y recluirse en el convento de las Descalzas Reales, pero sus padres no lo permitieron y, aunque ya no con la pompa que habían organizado ni con la presencia de la reina y la nobleza que había sido convocada, la boda se realizó. Inés era una espléndida belleza como se puede apreciar en el magnífico retrato que le hizo Federico Madrazo en el que luce el collar del que trata esta leyenda.

Sucede en el orden José Osorio y Silva, Pepe Alcañices, décimo séptimo  de Alcañices y noveno de Los Balbases, que fue un importante y transcendente político y máximo responsable de la vuelta de la dinastía de los Borbones. Mantuvo económicamente en Francia a la exiliada Isabel II y a toda su familia, y convenció a la reina para que abdicara. Cuando esta firmó la abdicación llama a su hijo Alfonso, entonces un adolescente, y le dijo “dale un abrazo a Pepe que te ha hecho rey”. José Osorio tuvo una vida muy activa (en una leyenda anterior escribí algo sobre ello). Contrajo matrimonio con la princesa rusa Sofía Troubetzkoy quien fue la última que lució el collar al que habían añadido perlas, diamantes y otras joyas que lo llevaron a ser uno de los aderezos más valiosos del mundo. La reina María Cristina Habsburgo, segunda esposa de Alfonso XII, vio el collar en el cuello de la marquesa y, como quedó prendada, le pidió al rey  que le regalara uno como aquel. Este mandó al de Alcañices que hiciera una copia para dársela a la reina a quien puso la condición de que se lo daría cuando  le diera un heredero al trono. Alfonso XII murió antes sin conocer a su hijo Alfonso XIII, que nació rey. El fiel amigo Pepe Alcañices, cumpliendo la promesa de su amado rey, le llevó el collar a la reina. Dicen que ella al recibir la joya le comentó “Gracias Pepe, pero ahora ya…. ¿para qué? Pero  la cogió. Desde ese momento no se vuelve a saber nada del collar. Según los estudiosos en esto del  collar el que recibió la reina fue el original, Pepe nunca hizo copia alguna del mismo.

A Pepe Alcañices el mantenimiento de la exiliada familia real y la restauración de la monarquía Borbónica le supuso el empleo de casi toda su fortuna. En pago, María Cristina le acusó de las infidelidades de su marido, le retiro su confianza y le exigió que le presentara recibo de lo que había hecho durante los tiempos en que fue alcalde y gobernador de Madrid. El marqués considero aquello una afrenta y puso a su disposición la relación de todo lo que tenía. María Cristina le despojó del ducado de Sexto, quedándoselo para ella, con todas sus rentas y pertenencias.

La última referencia que se conoce relacionada con el collar es que Alfonso XIII, yendo en compañía de un periodista español, vio un collar en el escaparate de una joyería en la plaza de la Vendonme de Paris y dijo “uno como este tenía mi madre pero no se lo puso nunca”.
Si alguno de los lectores está interesado, no solo en este tema sino también en la vida en la villa de Madrid durante las Guerras Carlistas, qué hacía la nobleza y el entorno social, recomiendo el libro de Jorge Eduardo Benavides: El Collar de los Balbases. Es muy ilustrativo.