Vista de El Cuesto desde el comienzo de la calle de San Andrés |
Empezamos hoy de paseo por la plaza del Cuesto, sitio en el que nos iniciábamos en los juegos de calle -los juegos siempre eran en la calle- los niños de Labradores y de las calles que recorreremos hoy.
Como el espacio no estaba cementado, jugábamos a los juegos en los que la tierra era imprescindible para ello. Por ejemplo: las Islas, pequeños círculos entrelazados, con variadas dificultades (piedras, peña, etc.) en los que se iba clavando un pincho de hierro intentando no errar hasta llegar a la última. Si el clavo no quedaba hincado, vuelta a empezar. El Círculo, que consistía en una circunferencia trazada en el suelo, que se dividía en dos semicírculos, uno para cada jugador. Desde tu parte clavabas tu pincho en la del adversario y con el pincho trazabas una raya, siempre sin mover los pies ni levantar el clavo, y esa parte marcada pasaba a ser tuya. Así, hasta que toda la superficie del círculo pertenecía a uno de los contendientes. El Quirio, trozo de madera dura como de 12 ó 14 centímetros, con punta en los extremos, al que desde un círculo, a golpe de una paleta de madera se alejaba lo máximo posible, ya que el adversario pretendía introducir en el círculo tirando desde el sitio donde había caído. Si lo lograba, pasaba a posicionarse dentro y el de dentro se iba fuera. Al que defendía el círculo para que el quirio no entrara, no se le permitía utilizar el cuerpo, solo la paleta. En ese espacio pasábamos el tiempo con todos los juegos, socializantes como diríamos ahora, que no detallo, pues harían muy largo este relato. Así que, a caminar.