La
capitana
El pago que en Alcañices lleva este nombre
es el que se encuentra entre el Alto del Castro
y el Llamerón, justo donde nace
el agua de Pozal, inicio del Chapardiel. Es un espacio pequeño en el que,
aunque ahora casi todo esta de adil o pradera, con paredes caídas y silvas por todas partes, en otros tiempos todo eran
huertos cultivados con mimo, con paredes que los delimitaban perfectamente
construidas. Y las fuentes, madres del riachuelo, se juntaban en una poza donde
se criaban negros cangrejos autóctonos.
El
nombre de jerarquía militar de este pago
tiene su razón:
Durante los primeros tiempos de la invasión romana, Aliste, que nunca dominado por completo, fue escenario de
escaramuzas y sitio de paso de las
legiones romanas que pelearon en las guerras contra cántabros y astures.
Cuentan que la Legio VII Gemina estableció un campamento en Brandilanes, y en
muchos pueblos alistanos existen infinidad de restos del paso por estas tierras de los ejércitos del mas
poderoso imperio de la antigüedad (Cesar estuvo aquí). El personaje más
conocido de las guerras de los hispanos contra el ejército romano es Viriato,
nacido, según la leyenda, en el sayagués Torrefrades. Pero también hubo alistanos que pelearon en sus guerrillas, de casi todos
hemos olvidado el nombre, y que colaboraron de manera importante a que el
occidente de Iberia no fuera nunca una colonia romana. Entre los alistanos que
lucharon contra el imperio destacó Lavara,
nuestra Capitana.
Los alistanos de entonces, los zoelas,
vivían dispersos en la multitud de castros que había en la comarca, situados siempre en sitios que fueran fáciles de
defender y cercanos a vegas productivas. Lavara
habitaba en el sitio que se conoce
como el Alto del Castro, que servia de vigía de todo Sahú y de los valles que naciendo de él,
bajan hacia el pueblo.
La gente que habitaba el lugar vivía
tranquila y holgadamente de la
ganadería, que pastaba en el próximo el cercano valle de Sahú, y del cultivo de
la fértil tierra de los alrededores.
Pero llegaron los romanos y exigieron los frutos de la tierra, carne para comer y,
en cuanto se descuidaban los indígenas, esto sin pedirlo, mozas y en algunos
casos mozos, para folgar con ellos. Lavara, que era la mas solicitada, no
consintió en estos trueques y se lanzó al monte. En connivencia con gentes de
los castros de la comarca hicieron una cuadrilla, guerrilla o banda, que dirigida por ella puso en jaque a las
tropas romanas. Los guerrilleros, conocedores del terreno y amparados por la
abundante vegetación, atacaban a los invasores en las circunstancias y lugares mas inesperados, sacando siempre los alistanos
ventaja en todas las batallas
contra los romanos.
Enterados de que al otro lado del gran río,
Dur para los indígenas, Durii o Durius para los invasores, otros vaceos de
Sagia luchaban también contra los mismos enemigos, se pusieron en contacto con
ellos. Aunque formaron parte de las
huestes de Viriato y participaron en la lucha, nunca se fusionaron con ellos, siempre fueron cuerpo guerrillero
autónomo. Después de que los compinches del Sayagués (1) le traicionaran y las
guerrillas se dispersaran, los acompañantes de
Lavara retornaron para Aliste. El prestigio adquirido por esta en las
batallas como gran luchadora y por las dotes de mando que demostrara, hizo que
por todo el territorio la conociera por el sobrenombre de la Capitana.
Quienes formaron la cuadrilla de Lavara se
instalaron en el Castro, lo reconstruyeron y fortificaron. Ese territorio pasó
a ser lugar inexpugnable y mítico para los habitantes de los demás castros de
la comarca y las tierras que dominaba fueron conocidas desde entonces y para
siempre como “las de la Capitana”.
Jesús Barros
La
francesada en Alcañices
Soy natural de
Alcañices
Habito
en los barrios bajos
En el número 14 de la calle de los pájaros.
Allí viven: El Cuco, la Carriza, el Bubillo
Y un pájaro de colores que le llaman el
Lorito.
Era su manera de presentarse.
Estos versos los escribió el alcañizano el
Cuco para una de las fiestas de carnavales que se celebraban en la villa allá
por los felices años veinte. Utiliza los apodos de algunos que, como él, vivían
en la misma calle, tenían motes de nombres de pájaros, y para que no se enfadaran, aunque no
era habitual que alguien se ofendiera por que le llamaran por el apodo ya que
era la manera habitual de dirigirse y distinguir a los convecinos, se pone él
el primero. Excepto el último, que el
apodo era resultado de que tenía el pelo
rojo, los ojos azules, pecas y otros matices, los otros llevaban apodos de nombres de pájaros frecuentes de la
comarca, debido a que alguno de sus ascendientes había nacido en el monte
durante la invasión francesa.
El general francés Croix se presentó en
Alcañices con un numeroso ejercito, y
sorprendió en la cama al general
Echevarria que estaba al mando de la fortaleza, y se
apodero de la villa. Los franceses, que fueron como el caballo de Atila, aunque creo que me he quedado muy corto. No dejaban cosa de valor a su paso, se apoderaban
de todo lo de lo que mereciera la pena y lo que no les era útil lo destruían.
Durante su estancia ocuparon el convento
y la iglesia de San Francisco; lo usaron como cuadra, expoliaron cruces, objetos sagrados y obras artísticas.
Utilizaron el hospital de San Nicolás como cuartel y lo dejaron de tal manera
que desde entonces yo no pudo dedicarse jamás al fin para el que fue edificado.
La Alhóndiga quedó inservible para su función y gran parte del
pueblo quedó arrumbado. En Alcañices las tropas francesas no estuvieron mucho tiempo, sólo el necesario para que los
soldados descansaran y se repusieran, pero de las consecuencias de su estancia
la villa tardó mucho en recuperarse. Aliste, y mas concretamente Alcañices, era
refugio de las cuadrillas de guerrilleros que operaban en la comarca contra los
franceses, entre ellas la de Tomás García Vicente y, para que no pudieran
ocultarse en el pueblo, los galos utilizaron aquí la política de “tierra
quemada”.
Ante el acoso del ejército francés, mucha
de la gente del pueblo tuvo que
abandonar sus viviendas y refugiarse durante el tiempo de la ocupación en los
montes de los alrededores. Entre las que
huyeron, estaba la familia de la abuela del Cuco, el versificador en festejos
de carnavales en los que, en tono humorístico, se contaban los hechos merecedores de crítica que habían sucedido en
el pueblo durante el año. Esta señora dio a luz en el Majadalón al padre de nuestro
vate, a quien pusieron el Cuco, apodo que heredó su hijo, que fue el autor de versos muy famosos en su
tiempo. Alguno aún se conserva en
papeles y en la memoria de los que los hemos oído a nuestras familias. P.e. estos
que cuentan:
La Burralla caprichosa
en sacrificios se aferra,
y a todo trance se obstina
que la nombren de Guerra.
Genoveva va a fomento
y la tía Ana a Marina,
porque cuenta con Tomasa
de Secretaría interina.
Eran
algunos de los que describían la
formación de un gobierno en el “estado” de Alcañices.
También hacía crítica de las cosas que la
merecieran: como el pueblo no era un dechado de limpieza, en una de sus
composiciones utilizaba para criticarlo el casamiento de mi abuelo Antonio
Barros
“Por la calle labradores/ ya no se puede correr.
Que han
llegado los Barros/ hasta casa de Isabel”.
El nacimiento de gente en el monte y, otra
vez más, la destrucción del pueblo, fueron alguna de las consecuencias de la
francesada, también de la curiosa historia que sigue:
En
Alcañices está enterrado Pablo Muñoz de la Morena, héroe militar de la guerra
de la Independencia que también participó en la guerra de la Naranjas (recibe
este nombre debido a que Godoy, Príncipe de la Paz, para celebrar el triunfo
conseguido en las “grandes” batallas que libró contra los portugueses, envió un
ramo de naranjas de Elvas a la reina María Luisa.) y en la de la
Independencia en la batalla de Bailen, a las ordenes del general Castaños,
primera que perdieron los de Napoleón, en la que mereció el reconocimiento de
héroe y fue condecorado como tal por el más deseado de los reyes, el glorioso
Fernando VII.
Don Pablo era del Toboso, como Dulcinea,
donde había nacido en 1769, y vino a morir en Alcañices, donde vivía uno de sus
hijos, en 1848.
Jesús
Barros
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