miércoles, 17 de diciembre de 2014

Monte del Pedroso

El Pedroso es el monte mas mítico de Aliste, en el hay un castro que es uno de los más extensos e inexplorados de los existentes en la comarca. Tiene una altitud de 765 metros y una extensión de unos 3 km2.  En la cima, llamada la Plaina, había una torre de vigilancia de siete metros de diámetro y considerable altura, desde la que se avistaba una gran extensión de terreno. Estaba circundado por una muralla que protegía a la población que residía en las viviendas que había en su interior, en un recinto de más de ciento cincuenta metros de longitud. El   monte estaba perforado por cuevas y túneles que facilitaban el ocultamiento y el traslado de los habitantes del poblado. En esas cuevas y túneles realizaban ritos, ofrendas y sacrificios, y todavía en el Santuario se pueden ver pinturas esquemáticas y se han encontrado puntas de flecha y hachas de piedra pulimentada. Al castro   se accedía por una puerta de embudo que hacía muy difícil que pudieran penetrar enemigos o gentes que no fueran bien recibidas por los de dentro.

Viéndolo en la actualidad es  difícil imaginar como fue y lo que representó el castro del Pedroso. Ya  desde la invasión romana, ha sufrido un progresivo proceso de deterioro y destrucción que se aceleró cuando la construcción del primer puente internacional sobre el río Manzanas, al que fueron a parar muchas de las piedras de la muralla que protegía el castro. Ocasión  en la que, además,  se  obstruyeron  los accesos a las cuevas y túneles.  Muchas son las historias de ovejas, perros y otros animales que  habiéndose internado en el recinto desaparecían y a pesar de  la  minuciosa búsqueda que hacían  sus dueños, no fueron encontrados  pero que, pasado un tiempo, aparecían  misteriosamente en lugares muy lejanos  retornando posteriormente a la casa de sus dueños. Todavía quedan grietas que permiten el acceso a algunas cuevas y, se cuenta, que durante mucho tiempo fueron sitio de paso y refugio  de contrabandistas por las que desaparecían, burlando a los  guardias perseguidores, que quedaban perplejos y turbados.

Todas estas leyendas vienen desde tiempos inmemoriales, cuando nuestros antepasados los zoelas, en las luchas que tuvieron por su independencia contra los romanos, vivían en los castros y estos eran lugares de defensa. No  hay que olvidar que los zoelas era un pueblo astur, y que los romanos guerrearon durante muchos años contra cántabros y astures sin poderlos doblegar. Qué pena que no hayamos tenido un Uderzo y un Coscinny que hubieran cantado las hazañas  de nuestros irreductibles alistanos. Hasta el mismísimo Julio Cesar -miliario de San Vitero dixit- visitó  estas tierras y, como ni él fue capaz de derrotar a los indígenas alistanos, los romanos hubieron de firmar un tratado de “Hospicium y clientelae” para  tener la fiesta en paz. ¡Que somos poca cosa los alistanos¡

En aquellos tiempos, en lo que hoy conocemos como Aliste y Tras-Os-Montes, había muchos castros en los que los indígenas se organizaban para defenderse de las invasiones. Estaban tan bien construidos que algunos llegaron hasta la época de las correrías de los bárbaros, fundamentalmente de los alanos, que, haciendo honor a su nombre, destruyeron los pocos que quedaban en pie desde la romanización.

Cuenta la leyenda que muchos de esos castros se comunicaban por túneles loEl monte del Pedroso

El Pedroso es el monte mas mítico de Aliste en el que existe un castro que es uno de los más extensos e inexplorados de los existentes en la comarca. Tiene una altitud de 765 metros y una extensión de unos 3 km2.  En la cima, llamada la Plaina, había una torre de vigilancia de siete metros de diámetro y considerable altura, desde la que se avistaba una gran extensión de terreno. Estaba circundado por una muralla que protegía a la población que residía en las viviendas que había en su interior, en un recinto de más de ciento cincuenta metros de longitud. El monte estaba perforado por cuevas y túneles que facilitaban el ocultamiento y el traslado de los habitantes del poblado. En esas cuevas y túneles realizaban ritos, ofrendas y sacrificios, y todavía en el Santuario se pueden ver pinturas esquemáticas y se han encontrado puntas de flecha y hachas de piedra pulimentada. Al castro   se accedía por una puerta de embudo que hacía muy difícil que pudieran penetrar enemigos o gentes que no fueran bien recibidas por los de dentro.

Viéndolo en la actualidad es  difícil imaginar como fue y lo que representó el castro del Pedroso. Desde la invasión romana ha sufrido un progresivo proceso de deterioro y destrucción que se aceleró cuando la construcción del primer puente internacional sobre el río Manzanas, al que fueron a parar muchas de las piedras de la muralla que protegía el castro. Ocasión  en la que, además,  se  obstruyeron  los accesos a las cuevas y túneles.  Muchas son las historias de ovejas, perros y otros animales que se habiéndose internado en el recinto desaparecían y a pesar de  la  minuciosa búsqueda que hacían  sus dueños, no fueron encontrados  pero, que pasado un tiempo, aparecían  misteriosamente en lugares muy lejanos  retornando posteriormente a casa de sus dueños. Todavía quedan grietas que permiten el acceso a algunas cuevas, y se cuenta que durante mucho tiempo fueron sitio de paso y refugio  de contrabandistas por las que desaparecían, burlando a los  guardias perseguidores, que quedaban perplejos y turbados.

Todas estas leyendas vienen desde tiempos inmemoriales, cuando nuestros antepasados los zoelas, en las luchas que tuvieron por su independencia contra los romanos, vivían en los castros y estos eran lugares de defensa. No  hay que olvidar que los zoelas era un pueblo astur, y que los romanos guerrearon durante muchos años contra cántabros y astures sin poderlos doblegar. Qué pena que no haya habido un Uderzo y un Coscinny que hubieran cantado las hazañas  de nuestros irreductibles alistanos. Hasta el mismísimo Julio Cesar, miliario de San Vitero dixit, visitó  estas tierras y, como ni él fue capaz de derrotar a los indígenas alistanos, los romanos hubieron de firmar un tratado de “Hospicium y clientelae” para  tener la fiesta en paz. ¡Que somos poca cosa los alistanos¡

En aquellos tiempos, en lo que hoy conocemos como Aliste y Tras-Os-Montes, había muchos castros en los que los indígenas se organizaban para defenderse de las invasiones. Estaban tan bien construidos que algunos llegaron hasta la época de las correrías de los bárbaros, fundamentalmente de los alanos, que, haciendo honor a su nombre, destruyeron los pocos que quedaban en pie desde la romanización.

Cuenta la leyenda que muchos de esos castros se comunicaban por túneles lo que facilitaba el traslado de sus habitantes cuando era necesario. Ocasiones ha habido en las que los agricultores, cultivando huertas o tierras, han encontrado utensilios, lápidas, estelas y otras cosas, (mucho se ha hablado de las llares de oro y monedas del Castríco de Rabanales) y que, en alguna ocasión, se han hundido en un cueva, aparecida repentinamente, vacas y arador.

Arausa y  Turian, eran dos mozos zoelas arriscados y empurrisquinos, que no querían estar sometidos a los romanos, quienes  no sólo pretendían dominarlos  sino que  intentaban que les pagasen impuestos, oprimirlos y ser dueños de vidas y haciendas. Ellos fueron quienes organizaron guerrillas con la gente de la comarca y eran tan eficaces en la pelea que Cesar hubo de venir a mandar a sus tropas pero ni aún  él pudo someter a gente tan peleona y conocedora de la tierra. Así que para que no figurara el baldón de vencido en su currículo, Cesar, pretextando que en Roma tenía que resolver  cosas de mucha importancia, se las piró y dejó a Galba encargado del asunto ya que a este le atribuyan  experiencia por haber engañado a los lusitanos que asesinaron a Viriato.

Nuestros antepasados volvían locos a los romanos. Tan pronto les atacaban en la sierra de la Culebra como en la del Marâo, en Villalcampo o en Castro Avelâs, en Rabanales o en la ribera alta del Manzanas donde, en los fornos que había en las márgenes del río, hacían y templaban las armas que utilizaban en las  batallas. Los zoelas eran como los cucos, en un nido cantaban y en otro ponían los huevos, en un lado aparecían y alaciaban  y atacaban por otro. Y los romanos tampoco aquí encontraron a Minuros, Audax o Ditalcos que traicionaran a sus líderes. Como mal menor consiguieron un tratado  que les garantizaba la convivencia en paz, pero que les exigía tratar a los alistanos como ciudadanos romanos. Los seguidores, que eran todos, de Arausa y Turian, conocían  cuevas, túneles y pasadizos   y se movían por ellos como por su casa, nunca mejor dicho. Nosotros, descendientes ignorantes, ya no sabemos movernos por esta tierra con la soltura que ellos lo hacían, sólo sabemos hacerlo por carreteras que además están como están
 Aunque hemos oído decir, como comentaba mas arriba, que alguna vez una oveja, un perro o una vaca metiéndose en una espesura desaparecieron y  fueron encontrados en territorios lejanos y que  existen comunicaciones subterráneas con localidades del otro lado de la raya, nunca lo hemos tomado en serio. Creemos que son leyendas, pero estas no son más que la pura realidad. Todo eso lo sabían muy bien quienes se dedicaban al noble oficio del contrabando, pero ese gremio  siempre ha sabido guardar el secreto. Les iba la vida en ello

FELIZ AÑO

Jesús Barros

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