El pueblo, aunque pequeño, siempre ha
tenido relevancia y peso especifico en la comarca. Muy importantes y celebrados
eran los rosarios, San Antonio y Santa Colomba. Fue el primer sitio de la
provincia donde actuaron los, entonces ya famosos, Celtas Cortos. Sus
habitantes son trabajadores, abiertos y, aunque no siempre pertenecieron municipalmente a la Villa, tradicionalmente
esta ha sido su principal localidad de relación y de trabajo. Aunque, como es
habitual en la comarca, todos se dedicaban a la agricultura y a la ganadería, la
gran mayoría tenía una especial
habilidad para hacer pared y muchos, en el tiempo que se lo permitían las labores del campo, trabajaban en la construcción.
Nuestro personaje era uno de los más
notables de la localidad: Inteligente, instruido, gozaba de gran prestigio en
la comarca, creo que hasta era de izquierda republicana, tenía muchos amigos y
era algo así como el consultor y consejero a quién todos acudían cuando había
problemas que resolver. Conocedor del
medio en que vivía, era un mago o al menos nombre de eso llevaba, aunque, hay
que resaltarlo, de rey, disfrutaba de gran conocimiento y habilidad para ejecutar
funciones como: injertar árboles, detectar corrientes de agua, castrar abejas e
infinidad de cosas más. Gran amigo de mi abuelo Barros, todos los años, a primeros de setiembre,
acordaban el día de recoger la miel que
producían las cuatro colmenas que este
tenía en la huerta de Valdesejas. El protagonista de esta historia llegaba a la
finca acompañado del Mudo, del ti Hipólito y algunas veces del ti Felipe
Calabazo, otro gran especialista en esas
cuestiones, aunque no tanto como aquel.
Después de los saludos de rigor, el grupo
se disponía a realizar la labor con la herramienta necesaria y unas “buestas”- bostas o boñigas-
de vaca, secas, que quemaban en las proximidades de las colmenas para
marear a las abejas , unos cubos para depositar los panales, un gancho y un corte para separarlos. El
protagonista, arremangado y sin protección alguna en la cabeza, ejecutaba la
operación. Una vez acabada, recolocaba los corchos, ordenaba los enjambres y dejaba todo en condiciones para que las
abejas siguieran haciendo su trabajo de producción de aquella exquisita miel de
la que tanto gustábamos y aprovechábamos toda la familia.
Una vez concluidas todas las operaciones,
se lavaba y se quitaba con sus propias manos los aguijones de brazos y cara que
alguna abeja había osado clavar en su piel. Nunca sufrió la más
minima hinchazón, molestia o problema causado por las abejas.
Poquísimas le picaban y las que lo hacían era como si lo vacunaran. Tanto era así que
alguna vez en casa del Ti Pichetas, cuando
los asistentes estaban distraídos jugando a las cartas, levantaba la gorra y aparecían revoloteando por la taberna las
abejas que había traído debajo.
Pero vamos a dar significación al título de
esta historia. Nuestro hombre ejercía de sacristán del pueblo casi desde que tuvo uso
de razón. También había tenido un periodo como monaguillo y se ocupaba de todo lo concerniente a la
iglesia así como ayudar a misa y a dar los avisos y llamadas que se hacían con
las campanas. El sacerdote, que llevaba muchos años de párroco en la localidad,
era gran aficionado a la caza y dedicaba a esa actividad gran parte de los días
en que estaba permitida, bueno, y también algunos de los que no estaba (en pueblo había muchos furtivos. Alguno
posteriormente se hizo guardia civil y era el mayor perseguidor de ellos. Hizo
bueno lo de que: no hay peor cuña que la de la misma madera) y
dejaba en manos del sacristán todo lo concerniente al mantenimiento de la
iglesia, el rezo de novenas y rosarios y
otros actos litúrgicos menores.
Era el jueves anterior al Viernes de
dolores y, como correspondía, tocó a confesar. Al poco tiempo apareció en la iglesia la novia de
nuestro amigo. Pasó un largo rato y el párroco, que seguramente estaba
entretenido siguiendo a un bando de
perdices y se había olvidado del asunto, no aparecía por parte alguna. (In illo tempore, como mandan los
mandamientos de la iglesia, era obligatorio confesar una vez al año y comulgar
por Pascua Florida). Nuestro protagonista, que era un “enredador” y sabía muy bien cual era la forma de actuar
del sacerdote, pensó que una buena manera de enterarse de la autentica
personalidad de su futura era hacerse
pasar por el cura y confesarla. Como no era previsible que el párroco apareciera, estaba casi la tarde pasada, las ventanas no dejaban pasar mucha luz, en
aquellos tiempos todavía no había iluminación eléctrica, la iglesia, sólo
alumbrada con la lámpara del Santísimo, ofrecía todas las posibilidades para introducirse
en el confesionario y no ser reconocido por quienes en ella estaban. Así
que pensado y hecho. Se puso una sotana,
el amito y la estola; se metió en el
confesionario, emitió un ligero carraspeo, dio unos pequeños golpes con los
nudillos en la madera de la puerta y se acerco la mujer, su novia. Después de que esta dijera el protocolario Ave María
Purísima y él el preceptivo: “cuanto tiempo hace que no te confiesas”, empezó el sacramento. Lo que no se es la
penitencia que la impuso al terminar.
Cuando acabó la de la novia, se fue del
confesionario.
A los amigos de mi segundo pueblo de la
infancia.
Con cariño.
Jesús barros
He recibido mensajes de nietos del protagonista que hacen que estas historias que escribo tengan sentido. El agradecido soy yo por vuestra generosidad y bonhomía. Ahora me atrevo a revelar el nombre aunque los iniciados lo descubrirían a la primera. Si digo que era un mago y llevaba nombre de rey, no podía ser otro que el Sr. Melchor.
He recibido mensajes de nietos del protagonista que hacen que estas historias que escribo tengan sentido. El agradecido soy yo por vuestra generosidad y bonhomía. Ahora me atrevo a revelar el nombre aunque los iniciados lo descubrirían a la primera. Si digo que era un mago y llevaba nombre de rey, no podía ser otro que el Sr. Melchor.
Estimado Jesús, es posible que nos reveles aparte del pecado el nombre del pecador protagonista de la leyenda publicada sobre Alcorcillo? Es por pura curiosidad para ver quién osó en su día en Alcorcillo ser más pícaro que nuestro propio abuelo. Gracias y un saludo
ResponderEliminarNiet@s del Ti Pichetas
Hola Jesús, qué alegría leer tu relato apenas cuatro palabras y ya sabíamos que estabas hablando de nuestro abuelo Melchor, una gran persona con un gran sentido del humor. Lo has dibujado tal y como era y como lo recordamos su familia y amigos. Gracias por tus bonitas palabras y por hacernos vivir este momento tan dulce recordando al abuelo Melchor.
ResponderEliminarUn saludo
Las nietas y bisniet@s de Melchor Faúndez.