martes, 28 de abril de 2015

El Tesoro



Las leyendas de tesoros son frecuentes en todos los pueblos alistanos. Raro  es el sitio donde no se cuentan historias de hallazgos de monedas, de vasijas conteniendo tesoros o, como es el caso de Rabanales, de la aparición de unas llares de oro cuando excavaban en una finca para hacer un pozo. Todas estas  cosas se le atribuyen generalmente a los moros aunque lo que se ha encontrado haya sido en castros y sea de época prerromana o romana. Aquí los moros, como casi todos los que han estado de paso en estas tierras, si han hecho algo es llevárselo, que dejar han dejado bien poco.  

En la Villa se cuentan varias historias de tesoros escondidos en  grutas, altos y cuevas. Sí, aunque parezca raro, la leyenda que tiene más visos de ser cierta es la del Alto de la Horca. A este telúrico lugar  siempre se le llamó el Alto del Tesoro o el Castro del Tesoro, que es  sitio que transmite una energía que procede de las profundidades de la tierra y sale a la superficie a través de las grutas sobre las que se asienta: Peña Cueva, el Pingón, la peña de  los Judíos y el Chapardiel, que enmarcan el otero de la Atalaya.

El Alto del Tesoro, también conocido como Alto de la Horca, es un monte  que fue muy protegido en los tiempos en que Alcañices era lugar estratégico, antes y después de que Portugal fuera reino. Todos los pueblos que por aquí pasaron, con más o menos prisa, procuraban posesionarse del Alto. Unos, porque desde allí se dominaba la localidad y otros, los que no venían a quedarse,  porque era el lugar desde el que los druidas  se comunicaban con los entes conocedores de las energías telúricas que provenían de  la tierra, era un lugar iniciático. Alcañices, que siempre fue localidad importante y con poderes, perdió su categoría desde el momento que convirtió este lugar mitológico en basurero. El Alto se venga desposeyendo a la villa, no solo de su fuerza y  potestades, sino también de las posibilidades de futuro como entidad importante hasta que no limpien todo y puedan volver a fluir las fuerzas telúrico-magnéticas que de él emanaban en otros tiempos.

En alguna ocasión he contado la historia del viejo y sabio peregrino que llegó a Alcañices y dijo que en las inmediaciones del pueblo había un gran tesoro. Hay que recordar que este señor se alojó en la Quinta, de donde desapareció misteriosamente; que de la Quinta se cuenta, y los restos arquitectónicos que aún hoy allí existen lo confirman, que era un lugar de recreo y meditación de los templarios; que los templarios fueron señores de la villa hasta varios años después de la desaparición de la orden  y de su famoso tesoro; que el tal tesoro, que se sepa, no ha aparecido; que la villa fue una de las bailáis mas importantes de los reinos de León y Castilla; que los templarios se refugiaron en Portugal y fueron parte importante en el engrandecimiento del país vecino al que transmitieron sus conocimientos; que todos los reyes portugueses trataron de apoderarse de la villa y removieron sus cimientos en mas de una ocasión; que por aquí, al ser camino de Santiago, no necesita ser  justificado el paso de gentes con conocimientos esotéricos que vienen buscando señales. ¿No será que es un sitio estratégico o con “tesoros” y que a quienes no poseemos  conocimientos se nos escapan?

Mucha es la investigación  arqueológica que habría de realizarse. Dentro la Villa conserva restos de edificaciones, pero sobre todo de cuevas  y túneles que si se exploraran nos revelarían secretos e historias y, quién sabe si objetos, “tesoros”, de valor material e inmaterial incalculable. En la Quinta, hermosa finca de recreo de los Templarios, aún es perfectamente apreciable gran parte de una bóveda realizada en piedra de granito meticulosamente ensamblada. Nombres como el Trincherón ó la Estacada, nos hablan de fortificaciones muy anteriores al Medievo. Hasta hace muy poco creíamos que  Alcañices era una localidad en la que nunca había sucedido nada relevante, pero  aquí vinieron reyes, obispos, órdenes religiosas y personajes que ocupan muchas páginas en los libros. El cardenal Guido, personaje que aparece en la novela el Nombre de la Rosa, fue el legado pontificio que vino aquí  parta solventar las discrepancias que había entre el clero secular y los templarios. La bella Ana Henríquez, hija  del primer marqués, es protagonista en el Auto de fe que nos relata Miguel Delibes en el Hereje.  Alfonso X, María de Molina, Don Dinís, su mujer santa Isabel de Portugal, Fernando IV, Guzmán el Bueno (aquel que en Tarifa, entre su hijo o la ciudadela, prefirió la ciudadela) Juan Carlos I,  Jorge Sampaio, son algunos de los muchos personajes que aquí se llegaron. Relacionar a todos sería muy pesado.

 Hijo de la villa fue Martín Henríquez, virrey de México y del Perú y también Fray Alonso de Alcañices, que fue uno de los primeros españoles en la Ciudad de los Ángeles, la actual Lima, fundador del primer convento franciscano que hubo en Suramérica, miembro de los famosos Doce Apóstoles de la provincia del Perú. Era un taumaturgo, curaba  a los enfermos, levitaba, las sagradas formas hacían coronas alrededor de su cabeza y era venerado como santo. La próxima leyenda contará su historia.     

Jesús Barros

1 comentario:

  1. Hola, me llamo Paco, mi padre es de Castro de Alcañices y mi madre de Fermoselle, siempre me ha llamado mucho la atención lo arraigado que esta en la tradición oral la referencia a los moros y sus tesoros, sobre todo teniendo en cuenta que su presencia en la zona fue puramente testimonial. Una vez preguntando en Fermoselle sobre el origen de sus bodegas, la respuesta fue que las habian hecho los moros, y en Castro existe la leyenda de que bajo una peña los moros dejaron una reja de oro.
    Hace unos años descubrí que el folclore gallego, asturiano y leones existe la figura del Mouro que eran los seres que había antes de los romanos, los que construyeron los castros y que se fueron a vivir bajo tierra dejando tesoros escondidos. A mi parecer se ha ido castellanizando hacia moro el termino mouro y se ha terminado por confundir ambos.
    Teniendo en cuenta la gran presencia de asentamientos preromanos en la zona, tanto en la parte española como portuguesa, así como que en Castro se siga usando indistintamente el termino moro como mouro en la toponimia local (Peña el moro/peña el mouro, caseta de los moros/caseta los mouros) creo que es bastante probable que esa sea la explicación a los tesoros de los moros en la zona.

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