Calle de San Francisco con el cubo del reloj al fondo durante los años 20 del pasado siglo. |
Si hay algo que justifique este relato es precisamente que recuerda lo
sucedido entre las fotos que lo acompañan. Una corresponde a los años 20 del
pasado siglo y otra a la realidad. La primera es esperanzadora, transmite
sensación de que se avanza, la segunda muestra el estado en que se
encuentra actualmente esta calle. Ojalá signifique que para levantar primero
hay que caer. Soy pesimista.
En el número dos de la calle estaba la
casa de Luis España. Tenía la fachada de granito y una reja de forja salvaguardando
la ventana. A esa ventana subíamos para protegernos de las vacas,
cuando los encierros en san Roque se hacían por esta calle. Debía de ser muy
fuerte y estar muy bien sujeta a la pared, aguantaba a muchos. En los primeros
años de la década de los cincuenta dieron la orden de encalar las fachadas.
¡Blanquearon hasta la del convento! Luis España se plantó, dijo no, y la casa
siguió luciendo sus piedras. Se decía que Luis, abogado aún que no ejercía, era
“raro”, desconfiado, de difícil trato y tacaño. Cuando la comisión para fiestas
que menciono en el otro lado de la calle, unos cuantos fuimos a pedirle
colaboración económica. Llamamos, abrió la puerta y mandó que pasáramos
al despacho que tenía a la izquierda del portal. Sentados, nos echó una filípica
anti taurina y cuando, con la cabeza baja, nos levantamos para salir, dijo: -
Esperad. Abrió la caja y puso en nuestras manos un billete de mil pesetas.
Todos salimos con los ojos a cuadros.