Calle de San Francisco con el cubo del reloj al fondo durante los años 20 del pasado siglo. |
Si hay algo que justifique este relato es precisamente que recuerda lo
sucedido entre las fotos que lo acompañan. Una corresponde a los años 20 del
pasado siglo y otra a la realidad. La primera es esperanzadora, transmite
sensación de que se avanza, la segunda muestra el estado en que se
encuentra actualmente esta calle. Ojalá signifique que para levantar primero
hay que caer. Soy pesimista.
En el número dos de la calle estaba la
casa de Luis España. Tenía la fachada de granito y una reja de forja salvaguardando
la ventana. A esa ventana subíamos para protegernos de las vacas,
cuando los encierros en san Roque se hacían por esta calle. Debía de ser muy
fuerte y estar muy bien sujeta a la pared, aguantaba a muchos. En los primeros
años de la década de los cincuenta dieron la orden de encalar las fachadas.
¡Blanquearon hasta la del convento! Luis España se plantó, dijo no, y la casa
siguió luciendo sus piedras. Se decía que Luis, abogado aún que no ejercía, era
“raro”, desconfiado, de difícil trato y tacaño. Cuando la comisión para fiestas
que menciono en el otro lado de la calle, unos cuantos fuimos a pedirle
colaboración económica. Llamamos, abrió la puerta y mandó que pasáramos
al despacho que tenía a la izquierda del portal. Sentados, nos echó una filípica
anti taurina y cuando, con la cabeza baja, nos levantamos para salir, dijo: -
Esperad. Abrió la caja y puso en nuestras manos un billete de mil pesetas.
Todos salimos con los ojos a cuadros.
El 17 de julio de 1936 pasó para
Portugal Ángel Galarza, diputado del PSOE por Zamora, y estuvo paseando y
hablando con Luis por esta acera de la calle. Escoltado por José Flores,
capitán de la Guardia Civil, pasó la frontera por Quintanilha. Al poco tiempo
volvió a España por Badajoz y el 4 de setiembre Largo Caballero lo nombra
Ministro de Gobernación. A Flores le quitaron su empleo y rango.
Al fallecimiento de Luis España, la
propiedad pasó a unos sobrinos, los Grandes de Benavente. La alquilaron a
RUMASA que instaló allí el Banco del Oeste. Después la adquirió
Galo Galán y la mantuvo cerrada. Ahora es de Carlos, de la gasolinera LaChuca
de Sejas de Aliste.
Aquí tenemos a la única casa que sigue
en pie de esta primera parte de la calle. Creo que la edificó Ángel Romero, que
vino a la Villa desde su natal Muga de Alba y abrió un comercio de paños y
telas. Se casó con Raquel Sánchez. Ángel falleció joven, en cambio Raquel llegó
casi a centenaria. La edificación tiene una bonita fachada con puertas y
ventanas enmarcadas por jambas y dinteles de granito con balaustras de
hierro forjado. La puerta de entrada es de madera y tiene dos hojas, la grande
con postigo y llamador de mano.
Raquel y Ángel tuvieron tres hijos:
Raquel, Angelito y Laureano. Angelito falleció y los dueños de la casa son,
creo, Raquel y Laureano. Las Raqueles, madre e hija y Angelito se fueron para
Barcelona y Laureano quedó algún tiempo solo en Alcañices. Aprovechando la
ocasión Lauri y un grupo de amigos nos reuníamos en la casa y alguna partidilla
de banca jugamos allí.
En el bajo del edificio BANESTO abrió la
primera -no sé si sucursal o agencia- oficina bancaria de la Villa. La dirigía
Felipe Moreno y dio sus primeros pasos de bancario José Antonio Alonso.
Pasó el tiempo y los bancos acudieron a
la Villa. En periódicos nacionales se leía que Aliste era el sitio con más
ahorro liquido de España y las entidades bancarias acudieron como moscas: el
Banco de Bilbao, Banco Central, Banesto, Banco de Castilla, Banco Popular,
Banco del Oeste, Banco de Vizcaya, Banco Hispano Americano y las Cajas de
Zamora, de Salamanca, Caja Postal, y alguno más que me dejo, tenían sucursal en
la Villa. Se decía que si en un bar sacabas un billete de mil pesetas para
pagar, rápidamente un bancario te lo quitaba de la mano.
La siguiente casa era de “las
Caldillas”. Encabezaban la familia Ramón Jambrina y su esposa Margarita Cerezal
conviviendo con sus hermanos Pepe y Teresa Cerezal. Tuvieron tres hijos:
Julián, Paco y María. Ramón era funcionario del juzgado, profesión que
siguieron sus hijos, Julián en León y Paco en Salamanca. Pepe fue funcionario
de Correos, creo que represaliado en 1936, y trabajó después en la fábrica de
harinas como contable.
En un bajo de la casa estaba la barbería
del Sr. Paco en la que también trabajaba su hijo Ángel. Se la conocía como la
de los pobres porque el mobiliario que tenía era menos lujoso que el que había
en la del Sr. Valero. La barbería era sitio de tertulias, allí se reunían los
estudiantes para charlar y mirar pasar a las chicas.
Remito a los lectores a mi libro
"Di tú que he sido", donde le dedico un capítulo a esta
institución.
Calle de San Francisco desde la Plaza Mayor desde la Plaza Mayor. (FOTOGRAFÍA: Daniel Ferreira) |
La que aquí había, la conocíamos como la
casa de Consuelo, la muda. Sus padres Manuel Calvo y Soledad Fidalgo, de los
Boleros de Carbajales de Alba, tuvieron a Darío, Consuelo, Mariquita, Arsenia,
Manolo y Carmen. Hicieron la fábrica de harinas, y en esta casa el horno y la
panadería. La casa tenía mucho espacio hacia detrás, pero lo que destacaba era
el magnífico balcón, hecho de una sola piedra de granito de más de cinco metros
de largo por dos de ancho, contando la parte que estaba introducida en la pared
y sostenido por tres ménsulas también de granito. La balaustrada era de
madera, como se aprecia en la foto antigua, luego sustituida por
una de hierro. No sé si en el derribo salvaron estas piedras o si forman parte
de los escombros amontonados en el solar.
Consuelo, sorda de nacimiento, fue
alumna del colegio para sordos de la Concepción en Madrid. Compañera de curso
de Jaime de Borbón, hijo de Alfonso XIII, también sordo aunque no de
nacimiento, con quien mantuvo comunicación fluida. Incluso con ocasión de un
viaje a Portugal en su paso por Alcañices, Jaime paró a saludarla. Consuelo,
como tenía dificultad para levantarse de los asientos, inventó el mando a
distancia de la tele. Para encenderla, apagarla y cambiar de canal, se
hizo una vara para pulsar los botones. En vez de timbre, que lógicamente no
podía oír, tenía en la cocina, en el sitio de estar y en la habitación bombillas
que se encendían al utilizar el pulsador de la puerta. Adaptación de los medios
se llama eso.
Después, la casa de Petra “la Cascaja”.
Por ese apodo era conocida la dueña de la casa que allí existió y lo transmitió
al edificio. Era la abuela de Pepe “Cascajo”, marido de Dominga Ramos “la
Cana”, dueños de la taberna que hubo al lado de la fuente de los burros. La
casa tenía una bonita balconada con balaustre de hierro, que siempre estuvo muy
concurrida durante los encierros. En los últimos que hubo, los herederos de
Paco Aguiar, dueños del edificio, mantenían la puerta abierta y las vacas
entraban como si fuera suya. Alguna quedó encerrada allí todo el descanso para
la comida. Tino Vilo, Angelito Cerezal, María Dolores, esposa de Quique Cotoví
y los que por allí andábamos, pasamos buenos ratos pero también mucho miedo. La
casa tenía un horno que utilizaba Eleuterio el confitero para cocer los
productos que vendía en la confitería. Fue la primera vivienda que tuvieron
Moisés, guardia civil y Amparo, maestra nacional. La ocuparon más
guardias, pero no recuerdo sus nombres.
Parangonando a Rodrigo Caro, de esta
parte de la calle se puede decir: Estos, lector, ay dolor, que veis
ahora, montón de escombros, campos de soledad, fueron barriada famosa muy
poblada.
Ahora es la Caja Rural lo que
anteriormente fue Casa de los Pollas. María la “Polla” y Nicolás García fueron
los padres de la “pollada” que se extendió por Aliste ejerciendo su oficio de
zapateros. Bonita casa con una balconada de madera muy adecuada para "empurriscarse"
a ella cuando acosaban las vacas. Por eso Miguel García, heredero de María y
Nicolás, por miedo al derrumbe, ponía obstáculos para impedir que los mozos
se subieran. Cuando los encierros de las vacas se hacían por esta calle
todas las casas tenían las puertas abiertas para que los corredores pudieran
defenderse. Era la costumbre. Moradores de la casa fueron también Virisima
“la Camplillera” y Angelito “Carnero” y en ella nacieron sus hijos.
Miguelito, el hijo de Miguel y Julia,
heredo la casa y construyó el edificio actual.
Yo no conocí la casa tal como aparece en
la antigua foto, para mi ese sitio es, fue, el garaje del correo. Era un bajo
grande y diáfano, solo tenía un pequeño habitáculo donde se cogían los billetes
para el autobús, y encima un cuarto en el que dormía el chófer. Cuando los autobuses
prolongaron el trayecto de los viajes hasta Villardeciervos y San Martín del Pedroso,
dejaron de usar el garaje. Unas Navidades, Antolín Román, Paco Garrido,
“Mangüey” y yo se lo alquilamos a Manolita Calvo, su dueña, para hacer baile
esos días de fiesta. Instalamos tocadiscos y altavoces con buena acústica y
Paco Román se prestó, voluntario y sin cobrar, como Disc jokey. Fue un
acontecimiento extraordinario que tuvo un tremendo éxito.
Ahora en el bajo tiene frutería y
tienda Domingo Ramos. En uno de los pisos viven Angelito Cerezal, “Pantomino” y
Tina Gallego, “Bolicha”.
La siguiente construcción es la casa de
los “Pintejos”. Sus dueños, el matrimonio formado por Emilio Lorenzo, de Bermillo
de Alba y Jacoba Calvo. Tuvieron cuatro hijos, Carlos, Isidro, Manuel y Jesús.
En el bajo de la casa estuvo durante años el comedor de Auxilio Social, entidad
que daba comida a los declarados por el ayuntamiento como pobres de solemnidad.
En el otro lado de la entrada tuvo la zapatería Eusebio Fernández “Pichi” y
posteriormente puso un estanco Miguel Ángel, hijo de Manuel Lorenzo. En el
centro un largo pasillo da acceso a la escalera de subida a los pisos y al
final una puerta al cortinero y a la huerta. Después de la escalera unas
habitaciones llenas de cajones que contenían tabaco. Manuel, Procurador de los
Tribunales, era concesionario para Aliste de Tabacalera. Lo de los cajones, de
buena madera, lo menciono ya que con sus tablas, Tonete, Canusco, el Sapo y la
pandilla, hacíamos espadas para, emulando al Guerrero del Antifaz, conquistar
el castillo, escalera exterior de la cuadra que Florentino Romero tenía en la
calleja.
Al padre de los dos primeros esto no le
gustaba nada, los cajones que destruíamos los tenía que pagar a Tabacalera.
En el primer piso vivían Teresa Davó y
Manuel con sus tres hijos, la madre de Teresa e Isidro. El segundo lo ocupaban
Ricardo Pozas, veterinario, Matilde su mujer, cuatro hijas y tres hijos. Cuando
esta familia dejó el pueblo ocupó la vivienda el médico Servilio, Encarna su
mujer y sus hijos.
Cuando estos se fueron pasó a ocuparlo
Carlos, su dueño, con su familia. Ahora lo habita su descendiente Finita
Lorenzo Sanabria.
A continuación, la casa que era de
Francisco Calvo y de Consuelo su mujer, si bien no la habitaban ya que
Francisco era administrador del Marqués y vivieron en el palacio. Su hija
Manolita, casada con Fernando Sánchez, abogado ejerciente en Alcañices,
heredó la vivienda y residió en ella todo el tiempo que estuvo en la
Villa. Fernando, alcalde de Alcañices
varios años, tenía un coche descapotable. Una tarde de toros en san Roque,
cuatro chicas subidas en el coche, ataviadas con peineta y mantilla
hicieron el despeje de la plaza y la petición de llaves. Lo conducía Darío
Calvo quien, en un determinado momento, se bajó del coche y este siguió dando
vueltas a la plaza sin conductor. Los espectadores, sorprendidos
aplaudieron a rabiar. La vivienda la heredó un sobrino de Manolita de
quien la adquirieron Mari Tere Aguiar y Jesús Lorenzo, actual alcalde.
Reformaron y habilitaron la casa y en ella viven con su hija Mónica. En el
bajo, donde el garaje, estuvo mucho tiempo Correos. Un par de años fui el
administrador de la oficina.
Conocíamos el edificio donde ahora está
la cooperativa de ovino y una tienda de costura y arreglos, en el que vive
Chonita, viuda de Alberto Pérez, el Gento del equipo de fútbol de Alcañices,
como la casa de Escudero. Los Escuderos fueron una familia de empresarios de
hostelería que tenían en la casa un bar y una pensión. Como tantos de la villa
emigraron a otras tierras y después de mucho tiempo María “la Escuderona” muy
mayor ya, volvió al pueblo y a la casa. Hacía unos riquísimos caramelos de
concha que le comprábamos los niños cuando disponíamos de algunas perrillas.
Mateo Escudero, hijo de María, se casó con Teresa, hija de Francisca “la Santa”
y ambos se fueron para Madrid. Mateo trabajaba en las Salesas, donde el
Tribunal Supremo de Justicia. En la casa estuvieron el casino y un
club, el CALLAT, formado por jóvenes de la Villa, quienes, según los estatutos
estaban obligados a unos comportamientos raros. Manolo Prieto lo mencionó en el
pregón de fiestas que hizo junto a José Sánchez en el Club Amistad. De
ellos dijo que se comportaban como los indios Motilones. En este edificio tuvo
churrería Alejandro López. El local disponía de una mesa corrida y unas
banquillas que pesaban lo suyo. José “Riaja”, que tenía una mandíbula fuerte,
apostaba a que levantaba una banquilla dos palmos del suelo solo cogida
con los dientes. Siempre ganaba.
La última vivienda de la calle es la de
Félix Corcovado. Allí, en principio, debió de estar la oficina de Telégrafos.
En ella vivió María “la telegrafista” viuda del último de ese cuerpo que allí regentó
la oficina. Desde la calle Castropete se trasladó a esta casa Félix y vivió en
ella con la Sra. Manuela, su asistenta de toda la vida. Lo que no
sé es quien sobrevivió al otro. Luego, hasta que se fue para Ávila, el Dr.
Servilio tuvo una clínica dental y vivió con su familia en la casa. María
Jesús, viuda de Adelino, puso allí una tienda de ropa. Ahora el edificio
pertenece a los herederos de Tomás Carrión.
Al final de la calle está el
convento de franciscanos y la iglesia de la Virgen de la Salud y, aunque no
oficialmente, a la plazuela se la conoce como plaza del Convento. Allí, en el
lugar que ahora ocupa la alegoría de Coomonte al Tratado de Alcañices, estaba
la cruz de hierro que trasladaron al lateral de la iglesia. Mi opinión es que
este monumento recordatorio del Tratado no se ubicó el sitio más adecuado.
Primero, porque esta medio oculto por los coches y segundo y principal porque
lleva a la gente al error de creer que el Tratado se firmó en esa
iglesia, cuando sabemos que no fue edificada hasta casi tres siglos
después. Entonces Alcañices ocupaba el espacio que llamamos dentro la Villa.
Poco después de los fastos de la celebración del séptimo centenario Herminio
Ramos se preguntaba en un artículo del Correo de Zamora por lo que había quedado
después de la celebración. La respuesta, entonces y ahora, es nada. Ese
acontecimiento de gran transcendencia histórica para Portugal y Castilla,
desconocido hasta esa fecha y ahora solo un nombre, no tiene el reconocimiento
que merece. Tan solo una vez en 2002, en los actos culturales que se hacían en
la plaza de Ferreras, recordamos el Tratado en una teatralización del mismo con
un pobre guión mío. En eso acabó todo. Hace unos años fui al Transmontano
pueblo de Troncoso y me quede maravillado de lo que conseguían celebrando las
bodas, cuando ni siquiera podían acreditar que allí se habían celebrado, de
Isabel de Aragón y Don Dinís. Miles de personas acudían a contemplar el
acontecimiento. Con el aporte económico y de reconocimiento que eso tiene para la
localidad.
Representación teatral del Tratado de Alcañices llevado a cabo en la Villa. |
En Alcañices, bien es que sin levantar
la voz, he sugerido que se podía hacer algo para aprovechar este histórico
acontecimiento. El Tratado de Tordesillas, sin ir más lejos, que nunca fue
llevado a la práctica, tiene el reconocimiento, por la forma de celebrarlo, que
nunca tuvo el de Alcañices.
Y termino con Cervantes:
Es cierto cuanto dice voace, señor
soldado y el que dijere lo contrario miente y, luego incontinente, caló el
chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Perdonen el desahogo.
Este es, espero que por ahora, el último
paseo. A ver si este verano el Covid_19 este me deja ir a Alcañices y
andando por sus calles remozo datos para seguir escribiendo.
Cedo al ayuntamiento y/o a ADATA los
derechos de estas Leyendas alistanas. Si entendieran que tienen algún
interés pueden utilizarlos como crean conveniente.
Saludos.
Ramón Jambrina estuvo casado con Margarita Cerezal. Vivían con sus hermanos Pepe y Teresa.
ResponderEliminarGracias por la puntualización, ya está corregido.
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