Vista actual de la calle de La Herradura desde la esquina del ayuntamiento. |
Como hemos descansado desde el anterior paseo por esta calle, bajamos la cuesta para iniciarlo donde lo dejamos el otro día, así que iniciamos la subida hacia la plaza.
En la margen izquierda del río (como estamos en España no se llama Angueira) empieza el Prado del Marqués, que acababa bastante más arriba de donde lo hace, pues han construido sus casas Narciso Baladrón y María, y la de Pedro y Sagrario. El prado se lo compró Crispín al Marqués y se lo vendió a María y Narciso, aunque antes se había segregado la parte donde se edificó la casa de Pedro y Sagrario. Esta casa la construyó Francisco González Gil, guarda forestal, en el terreno que, según tengo entendido, le cedió el actual marqués Juan M. Osorio, en agradecimiento por algún servicio que Gil le había prestado.
María y Narciso hicieron la casa que ocupan en la actualidad y están en posesión del prado. Antes del ensanchamiento de la carretera y de la remodelación de los puentes, al empezar la curva había un huerto que, como era de Obras Públicas, lo cultivaba el Sr. Martín Gago, capataz de los camineros de la zona.
Cuando este espacio era solo prado, lo tenía en arrendamiento el Sr. Julián “Julianico” y para allí llevaba las vacas a pastar. Acompañando a las vacas había un carnero, con cuernos grandes y retorcidos, que testaba en cuanto se le citaba. Ni que decir tiene que para los chavales aquello era un reto divertido. Cuantas veces Julianico o la Srª Elvira nos corrían vara en mano.
También la casa contigua, hasta no hace mucho, era un huerto propiedad del Sr. Fidel de quien lo adquirió Luís Manías Castaño. Luís, casado con Esperanza Dacosta, construyó la casa dejando jardín a la entrada y un huerto por la parte trasera. Una vez jubilado Luis como brigada de la Guardia Civil vinieron para la Villa y en esta casa vivieron. Luis ejerció mucho tiempo como juez de paz. Heredó la propiedad Luís Manías Dacosta, coronel del ejército (tenía realizado y aprobado el curso de general), y con su esposa Margarita Segundo en esta casa pasaban las vacaciones.
En la casa contigua vivían Julián Mezquita “Campante y su mujer Juliana González. Julián tenía un taxi que guardaba en el garaje que había en el bajo del edificio. El matrimonio y la familia vivían en el piso de arriba. Cuando Julián dejo el taxi en el espacio que ocupaba el garaje puso un taller mecánico su hijo Antonio, buen mecánico, capaz de resolver cualquier problema y con ingenio para inventar el artilugio que fuera la solución. La casa pertenece en la actualidad a alguna de las hijas de Julián.
Ascendiendo la cuesta, lo siguiente constaba de dos partes, un almacén y un huerto que pertenecían a la familia de los “Tocos”. Santiago era algo así como el Primus inter pares de los hermanos, era quien tenía la última palabra o sea, quien dirigía el negocio. En el almacén tenían las cosas con las que comerciaban y no cabían en la tienda, además de las mercancías que no era de buen gusto poner a la vista de todos, como por ejemplo las cajas para enterrar a los muertos.
Como si formara parte de lo anterior tenemos esta vivienda. Es de la familia de los “Pantominos”. De Quico la heredo Tomás y de este Paco. Este se casó con Vitoria Barros y empezaron la vida matrimonial en la casa. Antes, en ella vivió el Sr. Valero y Eulogia, su mujer. Valero tenía una barbería, la de los ricos, en la plaza, donde está el edificio nuevo que ha levantado Fidel. Valero y Eulogia tenían un hijo “el Cieguito” que tocaba muy bien la guitarra y el acordeón. Los mozos lo llevaban a las rondas y lo contrataban para que les hiciera baile. En la casa donde vive Chonita, entonces de la Escudera, tenían una especie de peña, club o casino un grupo de mozos que se llamaban los Cristias, acrónimo de las iniciales de sus componentes. En una fiesta de carnaval sacaron de su casa al “cieguito” para que les amenizara la velada. En vez de subirlo por la escalera, se les ocurrió izarlo por el balcón atado con una cuerda, mientras uno de los Cristias lo rociaba desde el arriba con un sifón. Sin comentarios.
En esta casa, como no, vivieron varios miembros de la Guardia Civil.
Lo siguiente era un solar que Galo Galán edificó para almacén de productos que vendía en la tienda. Creo que nunca ha sido otra cosa.
A continuación hay un local pequeño que era de los “Tocós” y que tampoco ha tenido más historia. Que yo sepa.
El edificio siguiente pertenecía a un miembro de la familia de los Antas. Hace mucho tiempo que esta deshabitado y que incluso es como si no existiese o como si no tuviera dueño. No aparece como receptor de ningún servicio del ayuntamiento. Lo que recuerdo es que allí, recién casados, se establecieron y tuvieron la carnicería Francisco Anta Barros “Patito” y Selaida Barros Gago hasta que se trasladaron a la casa en la que vive y siguió con el negocio su hijo Paco Anta Barros.
La que toca ahora era de José Calvo Casado, farmacéutico, de la extensa familia de los Calvos, que la adquirió como herencia, forma en la que pasó a Teresa Calvo Leal, monja de las Hijas de la Caridad, y después a Josefa Calvo Leal, actual propietaria. En la casa vivió mucho tiempo la familia de Francisco Aguiar Terrón, casado con Arsenia Calvo Fidalgo. En la actualidad, desde hace mucho tiempo, está deshabitada.
A esta casa se la conoce por la de las rejas verdes. Los dueños eran Fidel y Ángela. Fidel era un buen carpintero y tenía el taller en los bajos de la casa. El matrimonio tuvo cuatro hijas: Esperanza, Engracia, Paquita y otra que era monja. Engracia se casó con el ínclito secretario cuasi perpetuo que fue de este ayuntamiento: don Ventura. Cuando fallecieron los dueños las hijas se fueron y adquirieron el inmueble las hermanas Pilar y Ascensión Aguiar. Posteriormente también vieron en ella guardias y carabineros. Viendo cuántos miembros de estos cuerpos vivían en esta calle y en todas las del pueblo, además de en los cuarteles, es posible que hubiera en aquellos tiempos en Alcañices cien o más ¡Como serían de malos aquellos Alcañiceños! La dueña del edificio ahora es Maritere Aguiar Calvo.
Agustín Anta “Cadete”, patriarca de la familia de carniceros de ese apodo, era el dueño de este edificio al que se trasladó su hijo Francisco cuando abandonó el que ocupaba tres casas más abajo. Continua la saga de carniceros Paco, casado con Pilar, nacida en Tola de Aliste. Ya no tienen carnicería pero siguen viviendo en esta casa.
Otro Anta, Manolo, hermano de Agustín era el dueño de esta casa, aunque no habitó en ella, o lo hizo muy poco tiempo pues pronto se fue para Madrid. El inquilino más famoso de ella fue Francisco Rivas Gago “el Fraile”, que había sido lego de la Orden Tercera. Nacido en Alcañices en el seno de familia de aquí, pronto se fue del pueblo y, ya mayor y con familia para aquí volvió. Abrió una tienda de alimentación y fruta y en el pequeño mostrador servía chatos de vino, escabeche y aceitunas, a la cuadrilla que formaban, entre otros, Pulga, Daniel Romero y Antonio “el Jato” y a algunos más jóvenes que con frecuencia éramos clientes. Todos los productos que tenía eran de calidad. En mi memoria están unas hermosas picotas del Jerte; recordándolas se me hace la boca agua. Francisco tenía una cabeza grande, acorde con la disciplina que exigía a su familia. Componían la familia su mujer, creo que dos hijas, y Gregorito el hijo más pequeño. Se decía que maltrataba a las féminas y por eso pronto lo abandonaron. Con el Gregorito usaba unos métodos disciplinarios que, ríete tú de los Niños del Coro. Decían lo castigaba en invierno a estar horas en una tinaja con agua, fría claro. El calzaba todo el tiempo sandalias frailunas y salía al amanecer al campo a disciplinarse y rezar.
A Manolo Anta le compraron la casa Jaime Argüello y Felisa Prieto y en ella desde la jubilación. Su hija Paquita, casada con Jesús Rivas, tiene en el bajo una mecería y librería.
Este edificio pertenecía a Antonio Calvo Casado “Ratica” que fue alcalde de la Villa en tiempos de la segunda república. El primer inquilino que recuerdo es el capitán de la G.C. Perrino, que raro verdad. Aquí vivió con su familia todo el tiempo que permaneció hasta su traslado a Ciudad Rodrigo. Estaba casado con Eloína Gambote y tenían cuatro hijos, Mary Nieves, Adolfo, José María y Mª Ángeles que nació aquí. Los tres primeros fueron compañeros míos de cole en la “academia” de Doña Lola y Don Eladio. José Mª. Tenía un balón de “reglamento” que cuando se mojaba pesaba tanto que en los tiros de penalti no llegábamos a la portería. La Oficina de Telégrafos, que estaba en la calle Castropete, la trasladaron para esta casa siendo telegrafista el navarro Argimiro Archanco. Tenía dos hijas, Josefina y Mª Ángeles que se casaron respectivamente con Daniel y Ricardo, ambos de aquí. A Argimiro lo sustituyó en el cargo y en la casa un militar retirado que era de Fuentesaúco y procedía de Mazarrón. Tenía dos hijos, Consuelo y Ángel. El último telegrafista en Alcañices fue Eduardo Crespo. Correos y Telégrafos se fusionaron y desapareció la oficina.
El edificio es actualmente de Maritere Aguiar Calvo quien con Jesús y Mónica, su hija, vivió en la casa y puso un negocio de electrodomésticos.
La primera casa particular, o última, según se mire, la hicieron los socios de la empresa de transportes la Alistana, Paulino García y Esteban Caballero. El primero era propietario del bajo y Esteban del piso. Ambos vivieron aquí todo el tiempo de su estancia en Alcañices. Paulino con la ampliación de la empresa se fue para Zamora y pasó a ocupar su vivienda Antonio Alonso “Vilo”, con Paula y sus hijos José y Tino. Paula era hermana de la mujer de Paulino. Paula era una buena sastra, no en vano era hija de uno de los mejores sastres de Zamora, Agustín Fernández, que tenía la sastrería Monterrubio en la calle Santa Clara.
Esteban estaba casado con Rosa y tuvieron a Estela y a Pepe. Este era el único que se atrevía a bucear en la Peña Hueca. Aguantaba tanto debajo que asustaba a quienes le observaban. Había descubierto que en el hueco existía una burbuja de aire y lo tenía callado. A consecuencia de la revolución de Fidel, vinieron de Cuba los padres de Rosa: Juana y José y sorprendieron mucho la manera y palabras, cadenciosas y sensuales, que utilizaban y la forma de relacionarse que tenían. Una vez le dijo Juana a José: Ven cariño que te doy un masaje. Pero Juana en vez del tubo de crema se equivocó, cogió el de betún y lo tiñó de negro. ¿Sería el subconsciente o que añoraba Cuba?
El ayuntamiento viejo tenía una dependencia hacia esta calle conocida como el Fielato. Allí cobraban los arbitrios municipales de todas las mercancías que, procedentes de fuera, se vendían en la localidad. El último que ejerció de cobrador, pero ya como empleado municipal, fue Daniel García “Nítrico”. En tiempos anteriores el cobro de estos impuestos salía a subasta. El importe que gravaba cada producto importado lo marcaba el ayuntamiento, y los adjudicatarios, además de lo que aportaban, se comprometían a sufragar las vacas para las fiestas de san Roque. Algunos de los adjudicatarios fueron Sebastián Ramos, Luís García España y Antonio Barros Poyo, mi abuelo.
Estamos en la penúltima casa por la derecha de la calle subiendo, en la que hay una tienda donde que se venden multitud de productos. No sé si será de chinos pero lo parece. La he dejado para ahora porque no tiene acceso por la Herradura. Otra vez que nos encontramos con un guardia, en este caso con el brigada retirado Cipriano Zapata y su mujer Palmira Gallego Gastón. Aquí vivió el párroco Matías González, con su madre y una sobrina muy joven, Sofía. No ser mal pensados, sí era sobrina. También vivió el policía Manolo Troyano con su familia. Cuando el edificio antiguo, por la Herradura había un local que dedicaron a despacho de pan sucesivamente: Valolera, Cubanito e Hidalgo, que no sé si de eso tenía algo. El edificio actual es de nueva planta y el propietario es Paco Anta Barros.
Bajando hacia la Quinta, a la derecha está la casa de los Carboneros. Allí creo que nacieron Emilio, Antonio, Jesús y Felipa Alonso y vivió siempre su madre María. Era una casa de piedra vista con un pequeño porche que albergaba un poyo. (Aprovecho para referir que en casi todas las casas había un poyo que los vecinos utilizaban como sitio para reunirse y charlar. En tiempo de la dictadura los obligaron a quitar. Suponían que allí se juntaba la gente para conspirar).
Siguiendo por esta calle tenemos las traseras de casas, y garajes. En alguno de ellos tenía el taller de carpintería el Sr. Martín que hacía yugos para uñir las vacas.
Más abajo había varias casas en las que vivían las familias de: Epifanio y Fructuosa, Julio “Vera”, Manolo Pérez” Mona” y Marcelina, Aquiles y su mujer, ambos de Avelanoso y Santiago “Jerete” y Ramona. De esas casas solo quedan trozos de paredes.
En la plazuela está la casa de la señora María Carrión “la Panadera” que tenía en ella el despacho de pan. Aquí estuvo el primer locutorio de teléfonos de Alcañices. Las telefonistas eran las hijas de la Srª María: Felisa y María. Al locutorio había que ir para llamar o recibir una llamada. Cuando se recibía una llamada de la que no se tenía aviso previo, Felisa o María iban a casa del recibidor para que se allegara al locutorio. Si tenías un aviso de conferencia podías pasar horas esperando y sucedía lo mismo cuando eras tú el que pretendía llamar. Posteriormente el locutorio lo pusieron en los bajos del ayuntamiento y las encargadas eran Luisa Campos y su hermana Antonia. El ayuntamiento, para recuperar el local cedido a Telefónica le dejó hacer el que ocupa ahora al lado de las escuelas para locutorio a condición de que creara puestos de trabajo. Ni puso el locutorio, ni creó puestos de trabajo pero se quedó con el espacio.
En el rincón que forma la casa anterior con la Estacada, está la carnicería de Angelita “la Ramicha”, la vivienda familiar y la casa de Martín el “Capataz”. En la vivienda, con Angelita vivían: Genoveva su madre, Isabel hermana y el marido, Isidoro Fernández Ramos “Valiño”. En la guerra había sido asistente del general Rafael García Valiño y de él heredó el alias. “La Ramicha” llevaba el despacho de carne y el marido recorría Aliste a caballo para comprar los terneros que expendían. Ambos eran personas muy conocidas. Geno, su hija pasa temporadas en el pueblo.
Completa el rincón la casa de Martín Gago y de Orosia, su mujer. Él era el Capataz de los camineros de la zona. Se decía que conocía la carretera N. 122 palmo a palmo y que en la información que daba a sus superiores de O.P. detallaba el Klm. y el metro en que había un bache. Tenían tres hijos: Ángel, Felipe y Tino. En las fiestas de agosto venía un pariente que vendía helados. En un carrito que tenía un tubo forrado de corcho para conservar el frio, llevaba la mercancía y recorría la plaza. Un 17 de agosto en la esquina de Florentino Romero una vaca le pegó un revolcón al carrito y al heladero. Pienso que el creador de la canción: si te ha pillao, si te ha pillao el carrito del helao, conocía en caso y en él se inspiró.
Hacia la Estacada tenemos una casa inacabada que pertenece a las herederas de Claudina Calvo y Darío Vergara, el supermercado, un garaje de Ángel Cerezal la casa de Ventura Barros y la “casita” como ellos la llaman que han hecho José “Vilo” y María Antonia, y unos garajes.
Las denominaciones Estacada, serie de estacas clavadas para defender un lugar y Trincherón, trinchera o foso, lleva a pensar que este espacio era parte importante para la defensa de la Villa.
Soy Tino, hijo pequeño de Martín y Orosia, del Rincón.
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión leer la descripción y recordar mi niñez.
Muchas gracias por tu trabajo.Salud
Soy Felipe, el hijo mediano de Martín y Orosia. Es increíble la labor histórica con tantos datos, y la precisión de los mismos coincidiendo con mis recuerdos. También recuerdo de forma muy grata y un poco vaga las carreras con el "aro" en la carretera, y a unos jóvenes con bicicletas de color rojo, azul y negro que hacían las funciones de motoristas de tráfico. Una gran labor, enhorabuena y muchas gracias.
ResponderEliminarTino y Felipe Gago, el haberos hecho pasar un ratlillo nostálgico justifica con largueza el pequeño esfuerzo de escribirlo.
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