lunes, 19 de abril de 2021

LA ATALAYA

Bajando por Castropete, justo antes de llegar al Mesón, tomamos la salida a la derecha. En  la  primera construcción, un corral  deshabitado, que pertenece a Mercedes Santiago Campos,  donde convivió  con los aperos de labranza Isidro  Santiago Gago, solterón empedernido.

La siguiente casa pertenecía  a  Antilo Bermúdez y a Virginia, su mujer. Antilo era  albañil y trabajaba por  los pueblos de Aliste. No llegué a conocerlo pero fue un personaje de quién oí contar muchas anécdotas. Tenía dos hijas y deseaba tener un hijo, y aunque hacia todo lo posible, no venía. El día que su mujer le dijo que estaba embarazada salió muy contento a contárselo a Baldomero, compañero de trabajo y amigo del alma, a quien, dándole un abrazo le dijo: hermanico ya engendré. Y nació Joselito, que fue en Madrid empresario en la construcción, con quien tomé algún vinito en la capital.  Entre las canciones del repertorio de Antilo estaba esta:: Al obrero a los diez años luego lo enseñan a trabajar, en cambio al rico lo miman para que pueda desarrollar. Y luego llegan las quintas el rico pone el dinero y al pobre le toca cargar siempre con  el mochuelo.  Tenía fama de ser de izquierdas y, por hacerle una gracia, cuando el 19 de julio del 36 vino al pueblo una escuadra de falangistas, le mandaron a uno para que se aposentara en su casa. Una   mañana le pidió para lavarse jabón de olor y Antilo, que ya estaba muy quemado con él, casi lo tira por el balcón. Su familia, muy asustada, le decía: padre no lo mate, no lo mate. No pasó nada, el falangista era amigo de los que lo enviaron a vivir a la casa y estaba avisado de cómo era Antilo. Aunque aquellos no eran tiempos para esas jugarretas.

En las tres casas siguientes, vivían sucesivamente Enrique “Cacerolas”, La Srª Juliana y María Terrón, “la Gata” .

El edificio que cierra la calle pertenecía a la tía Bárbara, que era muy de derechas y no se llevaba muy bien con Antilo. En plena guerra del 36, un día que este salió después del trabajo con la almofía a lavarse, Bárbara, que era panadera, les dio unas rosquillas a unos rapaces que por allí estaban jugando, a condición de que  cantaran cerca de Antilo el Cara al sol. Antilo, muy cabreado, tiró el agua de la almofía  y entró en su casa jurando en arameo. En el sitio tuvo  panadería y vivienda Alejandro Morán.

En la casa que hacía  ángulo con el horno de Bárbara vivía la familia de Rafael  García “el Mimoso” y Ricardína Gallardo. Tenían tres hijas y cuatro hijos. Ellas heredaron el apodo del padre. Rafael era maestro herrero, tenía la fragua en el mesón. Dirigió  las obras de restauración, consecuencia del incendió de agosto de 1917, de la iglesia de San Francisco como acredita la placa que está en la espadaña. (Por cierto, en la espadaña, hasta entonces, había un rosetón con el escudo de los franciscanos que Joaquín de Vargas Aguirre, arquitecto que dirigió las obras,  se llevó para una dehesa   salmantina). Varios miembros de esta familia se fueron para el país vasco no quedando aquí nadie de sus componentes.

Al lado está la casa donde vivía la Srª María la “Sorda”.  La  anterior y la  siguiente pertenecen a  herederos de  Alejandro Morán.

  

El edificio siguiente  esta en terrenos que formaban parte del Mesón. Perteneció a la familia  Lorenzo Calvo “los Pintejo” y ahora es de Manolo Morán. Alejandro, su padre, tuvo aquí un horno que compartía con su socio Agustín Mielgo. Luego se trasladó al horno de  la casa de Bárbara. Posteriormente Mateo Román  la alquiló  hasta que construyó uno nuevo. A continuación Jesús Alonso “Pulga”, después de su experiencia madrileña, puso una fábrica de mosaicos. Adquirió el local Alejandro Morán y continúa con el negocio de panadería su hijo Manolo. Antilo, que vivía en frente, tenía una nieta muy guapa que vivía en Madrid y venia los veranos Teniendo el horno la familia Román algunos íbamos por las mañanas a pasar un ratillo  allí con la disculpa de charlar un rato. Pero a lo que en realidad íbamos era a verle las piernas a la chica que, sentada enfrente, las mostraba. Y  ella lo sabía.

Al lado del horno de Moran sale una calle que va hacia la Atalaya y a la derecha se abre la llamada de las Huertas. En ella tienen casa Manuel Morán, Gerardo Rodríguez, Manuel Calvo Rego, Melecio Pérez Montero y Belisario Amigo. Bajando hacia la fuente de los Caños, a la izquierda han hecho recientemente casa, Paco Pérez Lorenzo y Antonio González. Y en lo que fue huerta de Daniel Prieto también tienen vivienda de verano Martín Peña y Paquita Bermúdez.

Pasando el Chapardiel, entrando ya en el barrio de la Atalaya, está la fuente de los Burros. Desconozco la razón del nombre, supongo que será porque en ella bebían los asnos, aunque la suposición no me parece acertada. Es una bonita construcción, flanqueada y cubierta  por piedras de granito formando un cubo. Ahora está cerrada por una reja que impide acceder al agua. Años ha, herradas, cardenillo incluido,  cántaros, barrilas se hundían en el agua para llenarlos. Sin embargo  tenía un agua cristalina que  muchísima gente prefería a  la de la fuente de los Caños. Los panaderos cercanos la utilizaban para hacer el pan.

Subiendo por un estrecho callejón acedemos a la calle principal del barrio. La  casa que tenemos enfrente pertenecía a Francisco González y a su mujer Justa Bermúdez. Tenían dos hijos, Asunción y Ángel. Francisco, mejor dicho, el Sr. Paco el Barbero, fue carabinero en tiempos en los que la paga ni era abundante ni llegaba puntualmente. Paco, cansado de esperar su estipendio se presentó en la comandancia de Zamora a reclamarlo. Como la respuesta no le satisfizo, le puso la carabina y la gorra encima de la mesa del jefe y le dijo: No  hay dinero, no hay carabinero.  Se vino para la Villa y montó una barbería. Asunción también era peluquera, pero como entonces las mujeres no iban a las peluquerías a que las peinaran, ella les hacia los arreglos a domicilio. Un día llegó de visita al pueblo Pepe, un buen mozo asturiano, y se prendó de la guapa peluquera. Pepe era minero y en un accidente de trabajo perdió las dos piernas. Lo que no fue impedimento  para que ambos, fieles a la palabra de amor dada, contrajeran matrimonió. Pepe era muy querido por todos los que le conocían. Ángel “Inca”, soldado en la guerra del 36, fue gravemente herido en la batalla del Ebro, dándole por muerto. En el tren donde  lo trasladaban camino de la fosa, lo vio Modesto García Elvira, teniente practicante  del ejército ¡Coño si este es de mi pueblo! Comprobó  que respiraba, le curó las heridas y lo llevó a un hospital.  Llegó a longevo  y fue un reconocido barbero.         

En la siguiente casa vivían María Merinos “Maricura” y Guillermo Martín “Guillermito”. Tenían una hija y dos hijos. La hija iba los veranos con una familia a Nava del Rey, y Solita y yo la saludamos y hablamos con ella varias veces. El más pequeño de los hijos fue policía Nacional y ejerció en Barcelona donde también fue taxista. Viene de vez en cuando a su pueblo.

A continuación vivía Miguel Rodríguez, casado con Adela. Tenían a Ramiro, Venilde Socorro, Mercedes “la Cotica” y Miguel “Apai”. Ramiro, empleado de Iberduero, remolcó a toda la familia a trabajar en las obras que esa empresa estaba haciendo en Salamanca. Venilde, casada con “Morito” llevaban el comedor del salto de Villarino.  Ahora sus descendientes, universitarios, ocupan puestos de relevancia. Con Miguel y Adela vivía el Sr. Núñez, padre de ella, carabinero jubilado que ayudaba en la tienda de Santiago Losada llevando mercancía desde el almacén de la curva del convento.

Otro de los matrimonios que vivían en el barrio era el que formaban Esperanza Montero “la Esperanzona” y Vicente Pérez “Vigenge. La razón de los apodos era que ella era grande en calidad y cantidad y Vicente tenía un ligero gangueo. Tuvieron  varios hijos e hijas. El más conocido es Melecio, colaborador en todo y actor en las representaciones del auto de los Reyes. En una representación que hizo el grupo en el teatro Principal de Zamora, encarnó a Herodes. En la escena final, cuando muere, tuvo una actuación tan memorable que paralizó unos segundos a la audiencia, premiando la actuación con atronadores aplausos. 

“Sejas” y Angeles “la Patarra”, que, como tantos otros hijos de Alcañices, se fueron a las obras de Iberduero buscando una vida mejor. Eran vecinos del barrio. Sejas era  excelente persona. Estuvo en la División Azul, y en Rusia contrajo una tuberculosis que le acompañó de por vida. Era Hermano del, desgraciadamente, famoso “Pititis,” asesino de muchos alistanos durante el alzamiento del 36. Cuando Ángeles dejo el pueblo, le compró la casa un guardia civil apellidado Cabero. No era raro que al lado de gente que “hacía” la Raya viviera junto a los encargados de vigilarla. A veces, hasta se complementaban.

Félix “el Carraco” y Andrea vivían con su familia en una casa de este espacio. Félix, hermano de German “el Rojo”, también estuvo en la División Azul, de donde trajo unas secuelas que no le aportaron más que molestias físicas, sin ninguna compensación económica. Era otro de los componentes de los míticos actores del auto de los Reyes. Tenían dos hijas, que, como no, emigraron a mejores y más abundantes tierras.

Hasta que se fueron a vivir a la calle  Castropete, tuvieron aquí casa Cándido Prieto “el Magras” y Valvina.

También vivía aquí la Srª Tomasa “la Patera”, madre de Cándido y de Emilio, que recorría las ferias de la comarca comerciando con quesos y productos de temporada.

José “el Ciro” casado en segundas nupcias con Valeria, era también morador del barrio. De su Primer matrimonio tenía dos hijos, Falo (sospechoso apelativo que no me atrevo a darlo como nombre)  militar profesional que no frecuentaba en demasía la Villa, y Zacarias “Rana” que era un lince jugando a las canicas, tenía los hoyos “cimbriados”; este pasó algún tiempo en la Legión donde, entre otras cosas, aprendió a jugar al Cané y quiso introducir en Alcañices “donde todo juego de cartas tiene su asiento” y dos o tres hijas. José era electricista y estaba empleado en la empresa de los Calvo.

El matrimonio que formaban Emilio Prieto “Patero” y Sara Viñas, y tenían a Juan Antonio y Dolores. Emilio, entre otras labores, andaba a la Raya. Era a quien todos los comerciantes,  le facilitaban sin preguntas, ojo producto legal, todo lo que solicitara. Sara, a pesar de su espléndida apariencia, se quejaba de su no muy buena salud. Llegó a  longeva.Emilio emigro a Francia y al jubilarse, se estableció en Madrid con toda la familia.

Benegildo Viñas, mítico picapedrero y María “la Negra” padres de Sara y Manolo, también eran vecinos del barrio. Benegildo era especialista en arrancar piedra en las canteras del término y en hacer las magníficas paredes que lucen todavía en algunas fincas. Tenía un burro, que le transportaba las herramientas del oficio, que a la ida y venida del trabajo paraba a la puerta de la taberna de Juan. Claro, al dueño del inteligente asno  no le quedaba más remedio que entrar. 

.Celestino Prieto, “el Magras” casado con María Ramos “la Neguita”, eran también vecinos de este barrio. También, como era lo corriente entonces, tenían familia numerosa, seis o siete hijos, que se fueron para el país vasco. Ángel “Rulo”, que compite como cocinero con su primo Quique Ramos cuando vienen en verano, junto con los hermanos, también alcañiceños, Sebastián e Ibero Martínez Ramos,  fue uno de los fundadores de la casa de Zamora en Baracaldo. Pepe “Chichas” otro de los hijos, aficionado a  la caza, venía a practicar esa afición y, jubilado, se pasaba grandes temporadas en Alcañices. Las hijas, alguna tiene casa aquí, también visitan frecuentemente la Villa. 

Uno de los grandes personajes que vivía aquí era Estanislao Martín "Trini", casado con Caridad Silva. Trini era imprescindible en la fiestas de san Roque. Se encargaba de traer  andando desde las dehesas ledesminas las vacas para los festejos. Ojo con el paso del puente de Pino, donde las iban a esperar los impacientes mozos de la Villa. Era el responsable de que estuvieran en las Tijugueras a primera hora del día 15, aunque el las dejaba el 14 a buen recaudo en algún prado de Vivinera, para anunciar esa noche en el café de la plaza: cuidado con la gacha o con la roja o con cualquier otra, que esas van a hacer chicha.

Otro de los matrimonios célebres del barrio, era el formado por Ismael Augusto Pérez y Engracia Rego Cerezal. Él era hijo de la Srª Elisa y ella la Srª Paulina. Ismael tenía como muletilla que quería  una escopeta   para liquidar a una gran parte de la sociedad. Jesús “Pulga” cuando lo veía le preguntaba: ¿Ismael, a cuantos has matado hoy?  Nunca mató ni una mosca. Clásicas eran las peleas verbales que con frecuencia tenían Engracia y Esperanza. Ambas tenían un carácter fuerte y ganas de discutir. Era una de las atracciones del barrio. Como dice la máxima, la sangre nunca llego al rio; en este caso al Chapardiel.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por tu paseo final. Está, como siempre lleno de gracia e interés. Siento que sea el último, de veras. De ellos he aprendido que en este pueblo tuyo era imposible librarse del mote, casi no puedo creer que existieran tantos. ¿Por qué crees que se ha acabado esa costumbre? era muy peculiar. Lo dicho, Jesús, muchísimas gracias y hasta siempre.

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