Bajando por Castropete, justo antes de llegar al Mesón, tomamos la salida a la derecha. En la primera construcción, un corral deshabitado, que pertenece a Mercedes Santiago Campos, donde convivió con los aperos de labranza Isidro Santiago Gago, solterón empedernido.
La siguiente casa pertenecía a Antilo Bermúdez y a Virginia, su mujer. Antilo
era albañil y trabajaba por los pueblos de Aliste. No llegué a conocerlo
pero fue un personaje de quién oí contar muchas anécdotas. Tenía dos hijas y deseaba
tener un hijo, y aunque hacia todo lo posible, no venía. El día que su mujer le
dijo que estaba embarazada salió muy contento a contárselo a Baldomero,
compañero de trabajo y amigo del alma, a quien, dándole un abrazo le dijo: hermanico ya engendré. Y nació Joselito, que
fue en Madrid empresario en la construcción, con quien tomé algún vinito en la
capital. Entre las canciones del repertorio
de Antilo estaba esta:: Al obrero a los
diez años luego lo enseñan a trabajar, en cambio al rico lo miman para que
pueda desarrollar. Y luego llegan las quintas el rico pone el dinero y al pobre
le toca cargar siempre con el mochuelo. Tenía fama de ser de izquierdas y, por hacerle
una gracia, cuando el 19 de julio del 36 vino al pueblo una escuadra de falangistas,
le mandaron a uno para que se aposentara en su casa. Una mañana le pidió para lavarse jabón de olor y
Antilo, que ya estaba muy quemado con él, casi lo tira por el balcón. Su
familia, muy asustada, le decía: padre no
lo mate, no lo mate. No pasó nada, el falangista era amigo de los que lo
enviaron a vivir a la casa y estaba avisado de cómo era Antilo. Aunque aquellos
no eran tiempos para esas jugarretas.
En las tres casas siguientes, vivían
sucesivamente Enrique “Cacerolas”, La Srª Juliana y María Terrón, “la Gata” .
El edificio que cierra la calle
pertenecía a la tía Bárbara, que era muy de derechas y no se llevaba muy bien
con Antilo. En plena guerra del 36, un día que este salió después del trabajo
con la almofía a lavarse, Bárbara, que era panadera, les dio unas rosquillas a
unos rapaces que por allí estaban jugando, a condición de que cantaran cerca de Antilo el Cara al sol.
Antilo, muy cabreado, tiró el agua de la almofía y entró en su casa jurando en arameo. En el
sitio tuvo panadería y vivienda
Alejandro Morán.
En la casa que hacía ángulo con el horno de Bárbara vivía la
familia de Rafael García “el Mimoso” y
Ricardína Gallardo. Tenían tres hijas y cuatro hijos. Ellas heredaron el apodo
del padre. Rafael era maestro herrero, tenía la fragua en el mesón. Dirigió las obras de restauración, consecuencia del
incendió de agosto de 1917, de la iglesia de San Francisco como acredita la
placa que está en la espadaña. (Por cierto, en la espadaña, hasta entonces,
había un rosetón con el escudo de los franciscanos que Joaquín de Vargas
Aguirre, arquitecto que dirigió las obras, se llevó para una dehesa salmantina). Varios miembros de esta familia
se fueron para el país vasco no quedando aquí nadie de sus componentes.
Al lado está la casa donde vivía la Srª
María la “Sorda”. La anterior y la
siguiente pertenecen a herederos
de Alejandro Morán.
El edificio siguiente esta en terrenos que formaban parte del
Mesón. Perteneció a la familia Lorenzo
Calvo “los Pintejo” y ahora es de Manolo Morán. Alejandro, su padre, tuvo aquí
un horno que compartía con su socio Agustín Mielgo. Luego se trasladó al horno
de la casa de Bárbara. Posteriormente
Mateo Román la alquiló hasta que construyó uno nuevo. A continuación
Jesús Alonso “Pulga”, después de su experiencia madrileña, puso una fábrica de
mosaicos. Adquirió el local Alejandro Morán y continúa con el negocio de
panadería su hijo Manolo. Antilo, que vivía en frente, tenía una nieta muy
guapa que vivía en Madrid y venia los veranos Teniendo el horno la familia
Román algunos íbamos por las mañanas a pasar un ratillo allí con la disculpa de charlar un rato. Pero
a lo que en realidad íbamos era a verle las piernas a la chica que, sentada
enfrente, las mostraba. Y ella lo sabía.
Al lado del horno de Moran sale una
calle que va hacia la Atalaya y a la derecha se abre la llamada de las Huertas.
En ella tienen casa Manuel Morán, Gerardo Rodríguez, Manuel Calvo Rego, Melecio
Pérez Montero y Belisario Amigo. Bajando hacia la fuente de los Caños, a la izquierda
han hecho recientemente casa, Paco Pérez Lorenzo y Antonio González. Y en lo
que fue huerta de Daniel Prieto también tienen vivienda de verano Martín Peña y
Paquita Bermúdez.
Pasando el Chapardiel, entrando ya en
el barrio de la Atalaya, está la fuente de los Burros. Desconozco la razón del
nombre, supongo que será porque en ella bebían los asnos, aunque la suposición
no me parece acertada. Es una bonita construcción, flanqueada y cubierta por piedras de granito formando un cubo.
Ahora está cerrada por una reja que impide acceder al agua. Años ha, herradas,
cardenillo incluido, cántaros, barrilas
se hundían en el agua para llenarlos. Sin embargo tenía un agua cristalina que muchísima gente prefería a la de la fuente de los Caños. Los panaderos cercanos
la utilizaban para hacer el pan.
Subiendo por un estrecho callejón
acedemos a la calle principal del barrio. La
casa que tenemos enfrente pertenecía a Francisco González y a su mujer
Justa Bermúdez. Tenían dos hijos, Asunción y Ángel. Francisco, mejor dicho, el
Sr. Paco el Barbero, fue carabinero en tiempos en los que la paga ni era
abundante ni llegaba puntualmente. Paco, cansado de esperar su estipendio se
presentó en la comandancia de Zamora a reclamarlo. Como la respuesta no le
satisfizo, le puso la carabina y la gorra encima de la mesa del jefe y le dijo: No hay dinero, no hay carabinero. Se vino para la Villa y montó una
barbería. Asunción también era peluquera, pero como entonces las mujeres no
iban a las peluquerías a que las peinaran, ella les hacia los arreglos a
domicilio. Un día llegó de visita al pueblo Pepe, un buen mozo asturiano, y se
prendó de la guapa peluquera. Pepe era minero y en un accidente de trabajo
perdió las dos piernas. Lo que no fue impedimento para que ambos, fieles a la palabra de amor
dada, contrajeran matrimonió. Pepe era muy querido por todos los que le
conocían. Ángel “Inca”, soldado en la guerra del 36, fue gravemente herido en
la batalla del Ebro, dándole por muerto. En el tren donde lo trasladaban camino de la fosa, lo vio
Modesto García Elvira, teniente practicante del ejército ¡Coño si este es de mi pueblo! Comprobó que respiraba, le curó las heridas y lo llevó
a un hospital. Llegó a longevo y fue un reconocido barbero.
En la siguiente casa vivían María
Merinos “Maricura” y Guillermo Martín “Guillermito”. Tenían una hija y dos
hijos. La hija iba los veranos con una familia a Nava del Rey, y Solita y yo la
saludamos y hablamos con ella varias veces. El más pequeño de los hijos fue
policía Nacional y ejerció en Barcelona donde también fue taxista. Viene de vez
en cuando a su pueblo.
A continuación vivía Miguel Rodríguez,
casado con Adela. Tenían a Ramiro, Venilde Socorro, Mercedes “la Cotica” y
Miguel “Apai”. Ramiro, empleado de Iberduero, remolcó a toda la familia a
trabajar en las obras que esa empresa estaba haciendo en Salamanca. Venilde,
casada con “Morito” llevaban el comedor del salto de Villarino. Ahora sus descendientes, universitarios,
ocupan puestos de relevancia. Con Miguel y Adela vivía el Sr. Núñez, padre de
ella, carabinero jubilado que ayudaba en la tienda de Santiago Losada llevando
mercancía desde el almacén de la curva del convento.
Otro de los matrimonios que vivían en
el barrio era el que formaban Esperanza Montero “la Esperanzona” y Vicente
Pérez “Vigenge. La razón de los apodos era que ella era grande en calidad y
cantidad y Vicente tenía un ligero gangueo. Tuvieron varios hijos e hijas. El más conocido es
Melecio, colaborador en todo y actor en las representaciones del auto de los
Reyes. En una representación que hizo el grupo en el teatro Principal de
Zamora, encarnó a Herodes. En la escena final, cuando muere, tuvo una actuación
tan memorable que paralizó unos segundos a la audiencia, premiando la actuación
con atronadores aplausos.
“Sejas” y Angeles “la Patarra”, que,
como tantos otros hijos de Alcañices, se fueron a las obras de Iberduero
buscando una vida mejor. Eran vecinos del barrio. Sejas era excelente persona. Estuvo en la División Azul,
y en Rusia contrajo una tuberculosis que le acompañó de por vida. Era Hermano
del, desgraciadamente, famoso “Pititis,” asesino de muchos alistanos durante el
alzamiento del 36. Cuando Ángeles dejo el pueblo, le compró la casa un guardia
civil apellidado Cabero. No era raro que al lado de gente que “hacía” la Raya viviera junto a los
encargados de vigilarla. A veces, hasta se complementaban.
Félix “el
Carraco” y Andrea vivían con su familia en una casa de este espacio. Félix,
hermano de German “el Rojo”, también estuvo en la División Azul, de donde trajo
unas secuelas que no le aportaron más que molestias físicas, sin ninguna
compensación económica. Era otro de los componentes de los míticos actores del
auto de los Reyes. Tenían dos hijas, que, como no, emigraron a mejores y más
abundantes tierras.
Hasta que se
fueron a vivir a la calle Castropete,
tuvieron aquí casa Cándido Prieto “el Magras” y Valvina.
También vivía
aquí la Srª Tomasa “la Patera”, madre de Cándido y de Emilio, que recorría las
ferias de la comarca comerciando con quesos y productos de temporada.
José “el Ciro”
casado en segundas nupcias con Valeria, era también morador del barrio. De su
Primer matrimonio tenía dos hijos, Falo (sospechoso apelativo que no me atrevo
a darlo como nombre) militar profesional
que no frecuentaba en demasía la Villa, y Zacarias “Rana” que era un lince
jugando a las canicas, tenía los hoyos “cimbriados”; este pasó algún tiempo en
la Legión donde, entre otras cosas, aprendió a jugar al Cané y quiso introducir
en Alcañices “donde todo juego de cartas tiene su asiento” y dos o tres hijas.
José era electricista y estaba empleado en la empresa de los Calvo.
El matrimonio que formaban Emilio Prieto “Patero” y Sara Viñas, y tenían a Juan Antonio y Dolores. Emilio, entre otras labores, andaba a la Raya. Era a quien todos los comerciantes, le facilitaban sin preguntas, ojo producto legal, todo lo que solicitara. Sara, a pesar de su espléndida apariencia, se quejaba de su no muy buena salud. Llegó a longeva.Emilio emigro a Francia y al jubilarse, se estableció en Madrid con toda la familia.
Benegildo
Viñas, mítico picapedrero y María “la Negra” padres de Sara y Manolo, también
eran vecinos del barrio. Benegildo era especialista en arrancar piedra en las
canteras del término y en hacer las magníficas paredes que lucen todavía en
algunas fincas. Tenía un burro, que le transportaba las herramientas del
oficio, que a la ida y venida del trabajo paraba a la puerta de la taberna de
Juan. Claro, al dueño del inteligente asno
no le quedaba más remedio que entrar.
.Celestino
Prieto, “el Magras” casado con María Ramos “la Neguita”, eran también vecinos
de este barrio. También, como era lo corriente entonces, tenían familia
numerosa, seis o siete hijos, que se fueron para el país vasco. Ángel “Rulo”,
que compite como cocinero con su primo Quique Ramos cuando vienen en verano, junto
con los hermanos, también alcañiceños, Sebastián e Ibero Martínez Ramos, fue uno de los fundadores de la casa de
Zamora en Baracaldo. Pepe “Chichas” otro de los hijos, aficionado a la caza, venía a practicar esa afición y,
jubilado, se pasaba grandes temporadas en Alcañices. Las hijas, alguna tiene
casa aquí, también visitan frecuentemente la Villa.
Uno de los grandes personajes que vivía aquí era Estanislao Martín "Trini", casado con Caridad Silva. Trini era imprescindible en la fiestas de san Roque. Se encargaba de traer andando desde las dehesas ledesminas las vacas para los festejos. Ojo con el paso del puente de Pino, donde las iban a esperar los impacientes mozos de la Villa. Era el responsable de que estuvieran en las Tijugueras a primera hora del día 15, aunque el las dejaba el 14 a buen recaudo en algún prado de Vivinera, para anunciar esa noche en el café de la plaza: cuidado con la gacha o con la roja o con cualquier otra, que esas van a hacer chicha.
Otro de los matrimonios célebres del barrio, era el formado por Ismael Augusto Pérez y Engracia Rego Cerezal. Él era hijo de la Srª Elisa y ella la Srª Paulina. Ismael tenía como muletilla que quería una escopeta para liquidar a una gran parte de la sociedad. Jesús “Pulga” cuando lo veía le preguntaba: ¿Ismael, a cuantos has matado hoy? Nunca mató ni una mosca. Clásicas eran las peleas verbales que con frecuencia tenían Engracia y Esperanza. Ambas tenían un carácter fuerte y ganas de discutir. Era una de las atracciones del barrio. Como dice la máxima, la sangre nunca llego al rio; en este caso al Chapardiel.
Muchas gracias por tu paseo final. Está, como siempre lleno de gracia e interés. Siento que sea el último, de veras. De ellos he aprendido que en este pueblo tuyo era imposible librarse del mote, casi no puedo creer que existieran tantos. ¿Por qué crees que se ha acabado esa costumbre? era muy peculiar. Lo dicho, Jesús, muchísimas gracias y hasta siempre.
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