Subiendo a Dentro la Villa desde la plaza, se abre esta plazuela. En la acera de la derecha tiene la entrada la vivienda de la familia de José Calvo y Josefa Leal. A la farmacia se accede por la plaza. La casa llega hasta la calleja del Reloj a la que dan las traseras de las de la plaza. En esta calleja solo existe una vivienda que pertenece a Alberto Pérez. En la esquina está la Torre, cubo de la muralla, que da nombre al recinto. Voy a reproducir lo que escribí en 1984 en las tesina para obtener la diplomatura de Graduado Social que titulé Historia y Socio–Economía de Alcañices. “El reloj está instalado en un cubo de la muralla. Es un torreón semicilíndrico de mampostería y piedra de sillería rematado por un tejado de pizarra sobre el que está instalada una forja de hierro que sostiene la campana dominando todo el pueblo.
Si pasas por Alcañices,
No preguntes que hora es
Porque el reloj de la Villa
Da la una y son las tres.
marca y da la hora con puntualidad meridiana, (aunque hace poco daba
la una y era la una menos cuarto, ha vuelto a la normalidad) a pesar de la vetustez de su maquinaría, o quizá por eso. Esta fue
adquirida en 1874 en Barcelona, como en ella reza y su compra fue decidida en
sesión del ayuntamiento de la villa el día 27 de agosto de 1873.
SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL DIA 27-8-1873.
“Reunidos previa convocatoria en la sala consistorial los señores del
ayuntamiento que al margen se expresan, en sesión extraordinaria: se hizo
presente por el Sr. Alcalde Presidente que, habiendo consignado en el presupuesto municipal de
gastos para el presente año económico cantidad determinada para adquirir la de
un reloj nuevo, en esta población, se encontraba en ella Don Francisco Fernández,
maestro relojero de la ciudad de Bragança, con quien podría contratarse
aquella, y habiendo convenido la corporación en que compareciese ante la misma
dicho señor, con el objeto, presentado y
tratándose del particular, se comprometió a traer y colocar por su cuenta la
nueva maquinaria para dicho reloj, por la cantidad de cuatro mil reales, en que
quedó cerrado el trato y facultado el Sr. Alcalde, como presidente, para
formalizar el contrato, respecto a las condiciones de la maquinaria y una esfera,
tiempo en que debe estar funcionando y demás que crea conducentes al efecto
para llevar a cabo el propósito del municipio”. Firman alcalde y concejales
presentes.
El reloj ha presidido la vida de Alcañices y ha tomado parte de ella. A
los sones de su campana se anuncian los toros:
DAN, DAN, DAN. QUE LOS TOROS YA VENDRÁN……
Su toque a rebato, que en otros tiempos llamaba para que los vecinos se
refugiaran de las tropas que venían a saquear la villa, hoy significa que hay
que prestar ayuda para apagar algún fuego. El tañido de su campana se une en
llamada a misa, a las de la Parroquia en las ocasiones en que el ayuntamiento
asiste en corporación a la iglesia. Según fueran sus sones, llamaba a: voto
concejo, caminos, regaderas, sorteo de
mozos, e incluso, cuando las elecciones, viendo quien tocaba la campana se
sabía si habían ganado los conservadores o los liberales”. Larga vida a
nuestro reloj.
En el otro lado, donde la casa de
Daniel y Amelia, había una torre
cuadrada. Entre ambas torres estaba la
principal puerta de acceso al recinto amurallado.
En los números impares de esta triangular plaza hay un edificio de pisos, donde antes estaba
el domicilio de los Turieles, familia que fue de relevancia en la Villa, de la
que no queda nadie por aquí. Pero de ella ya traté cuando la Plaza.
A continuación estaba el
Portalón, local del ayuntamiento en el que se realizaban mercados, martes y
viernes, a los que venían a vender sus productos las gentes alistanas. Famosas
eran dos hermanas de Villarino Tras la Sierra, se conocían por un apodo que
siento no recordar, que venían a vender frutas y hortalizas. En noviembre,
tiempo de castañas, las anunciaban a voz en grito “Castaña como la mía y la de mi
hermana no hay en el Portalón ¡Cuantas veces le oí contar esta historia a
Antonio “Vilo”!
El Portalón fue derribado para
construir escuelas para las niñas del pueblo. allí impartieron conocimiento las
míticas maestras: Doña María, Doña Felicidad y Doña Benita. Después parte del
solar lo enajenó el ayuntamiento en
subasta pública (peluquería y vivienda de Alegrías), y otra parte la dedicaron
para sede de ADATA.
En el último edificio de la plaza
vivían don Eladio Castillo y doña Lola, ambos maestros. Él
ejercía como maestro nacional y Lola estaba en excedencia. Los dos daban
clases a los que cursaban el
bachillerato. Cuando el matrimonio fue para Sevilla, adquirió la casa Pedro (el
que está dando la salida a los ciclistas en el paseo por Castropete), militar
jubilado nacido en Moldones, y puso una tienda. Cuando Pedro se fue para Málaga
le compraron la casa Antonio Anta Barros, de la saga de carniceros, y Sole, su
mujer de quienes se la adquirió
Francisco Anta, “Patito”. En el
bajo tiene una frutería Domingo González.
Seguimos por la calle de la
Obliga (Sobre el origen del nombre habló Sergio Rodríguez en una entrevista en
la TV de Zamora. Lo basó en que los judíos, que vivían extramuros, accedían por
esta calle para pagar la obligación, tributo,
que tenían con el municipio.
En la primera edificación de la derecha estuvo
la oficina de Aduanas hasta que hicieron el edificio de la Fuente Herrada, más
o menos 1950. Administrador de la entidad fue Rafael Sassot, asesinado en
setiembre de 1936. El último administrativo que ejerció en ese sitio y abrió la
nueva oficina fue Santiago García, "Tragueras". Cuando aduanas
se trasladó al nuevo edificio, vinieron a vivir a la casa Félix García, “Merino” y María Gago “Folana”,
propietarios de la misma. La familia la formaba el matrimonio y los hijos:
María, Teresa, Luisa, Irene, Transito, Paco y Domingo. Los herederos continúan habitando en ella.
Después tenemos un edificio que
ha pasado por distintos dueños y por distintas situaciones. En principio creo
que era de Francisco Calvo y allí estuvo el primer casino con entidad que hubo
en la Villa. Después fue donde se instaló la Comandancia de Carabineros y
permaneció en el hasta que
construyeron el cuartel en la calle Zamora. En los bajos estaba una cuadra
para los caballos que utilizaban en la vigilancia de fronteras. Me cuenta Adelita Figueroa, que vivió y vive pared por
medio, que algunas veces jugaba con otras niñas en el cementerio viejo, y como el piso de la cuadra era de pizarra,
cuando por la noche pateaban los caballos ella creía que eran los muertos que
la buscaban por haberles incordiado, y no conciliaba el sueño. Cuando se fueron
los carabineros hubo un teleclub, Manolito Rostan por medio, que tuvo una gran actividad cultural:
representaciones teatrales, charlas (José Sánchez y Manolo Prieto dieron una magnifica que fue el germen de los pregones de fiestas) y bailes en
Navidades. Allí dieron el pistoletazo de salida
los del chorizo. Ahora creo que pertenece a Elvira, Disco Rojo y a su hermano.
En uno de los bajos existió la fábrica de gaseosas de Mateo Pérez Barros
“Mataburros”. Tenía una rueda enorme que se movía a mano para introducir el gas
y el líquido en las botellas. Se la traspasó a Francisco Dacosta “Rompepuertas”
quien a su vez la transfirió a Emilio Cruz Pérez “el Estrellao”.
Luego hay una callejita a la
plaza de Ferreras y a continuación la casa donde vivió Mateo Pérez "Mataburros". Pertenecía a Luís España de quien la heredó su asistenta
de toda la vida Valentina do Ceu do
Campo. A esta se la compró Adrián Pérez Figueroa y en ella vive.
Seguidamente hay unas viviendas que pertenecen a Francisco
Aguiar Calvo. Antes de la remodelación vivieron allí Antonio Anta y Sole, de
quienes la adquirieron por compra las
hermanas Ascensión y Pilar Aguiar.
Volvemos al inicio de la calle y
con el número uno tenemos la casa de la María Alonso Miranda “la Chata”. De
quien la heredó su sobrina Zulema Alonso Cerezal. María tuvo un corto
matrimonio con uno de los corcheros (la República permitía el divorcio) y
prohijó, o algo así, a Zulema que heredó la casa. Una de sus hijas, Zule, viene los veranos con
sus nietos. Zulema estaba casada con Santiago, capitán del ejército. La Chata
tenía una tienda en el bajo que daba a
la calle de la Fuente. En la tienda
había de todo, desde pulpo a
fuelles, desde telas a sartenes, desde azúcar a pimentón. Era una especie de totum revolutum que creó estado. Cuando algún
sitio era un revoltijo de cosas desordenadas, la
expresión que se utilizaba para definirlo era: parece el comercio de la Chata.
En esta casa vivió Aureliano, tratante de ganado que vino para Alcañices cuando
Manuel Muñoz dejó el negocio. En aquel tiempo vino Pedrín, también tratante de ganado, y se
instaló en San Vitero.
Después había unas cortinas, huertos, en uno de los cuales hicieron su casa
Florentino Alonso Garrido y Antónia, su mujer.
Bajando la empinada cuesta, en lo
que ahora es un pajero de Jesús Barros Gallego, vivió la familia de Antonio
Silva, hijo de Juan el portugués, y Herminda “María Pinta”. Tenían dos hijos, Antonio y Juanito, y dos hijas, una de
ellas, Herminda, era muy guapa. Venía en verano y tomaba el sol en la ribera en
bañador. Cien ojos mirando y Onán haciendo de las suyas. Me remito al primer relato de estas leyendas.
Después está la vivienda de
Antonio Martínez en la que anteriormente vivió Francisco Muradas, sargento de
Carabineros y Aurora, su mujer. Tenían una hija, Aurora, y un hijo, Paco. Este,
que iba a clase con doña Lola, era muy hábil para todo lo relacionado con los
pájaros, sabía todos los nidos y con el tiragomas era inigualable. Un día había
un jilguero cantando en una rama en los chopos de los puentes asomando, por un lado el pico y por el otro
la cola. Dijo: le voy a dar en el pico para cogerlo vivo y llevarlo a casa y
tenerlo en una jaula. En efecto, le dio en la punta del pico lo suficiente para
que se cayera de la rama sin lesión alguna. Lo cuidó y enseñó a que volara por la casa, que
saliera por una ventana a la calle y volviera a la jaula. Cantaba que daba
gusto oírlo.
No hay más viviendas en esta
calle, solo al final hay una puerta secundaria a una casa que tiene entrada por
la de la Fuente.
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