miércoles, 27 de abril de 2022

El Tratado de Alcañices

El próximo 12 de septiembre se cumplen setecientos veinticinco  años de la firma del acuerdo  que ha pasado a la historia como la Concordia o Tratado de Alcañices. Dicho acontecimiento se formalizó en la fortificada villa de Alcañiças en 1297, negociado por la alta nobleza y firmado por los reyes de Castilla Fernando IV (por el que ejercía como regente su madre María de  Molina, ya que Fernando tenía solamente 12 años) y  de Portugal Dinis I.  En ese acto pactaron, entre otras cosas: la ratificación de compromisos matrimoniales, la defensa y protección de sus reinos frente a terceros, cesión de tropas por parte de D. Dinis e intercambio de territorios, varios de los cuales ya pertenecían de facto al otro; lo que conllevó   la delimitación territorial, el establecimiento de la frontera, entre uno y otro reino. Circunstancia  que, con escasas variantes, sigue vigente en la actualidad. 


 Ambos monarcas vinieron acompañados   por la nobleza y la alta curia de sus respectivos reinos. Probablemente en ese tiempo la villa fue una de las localidades de Castilla que  más gente albergaba. La presencia del rey  hizo  que Alcañiças fuera  durante esos días, todo un mes,   como la capital del reino. Al ser la corte itinerante, donde estaba el monarca estaba la capitalidad. Los Templarios, con el maestre de Castilla Rodrigo Yáñez a la cabeza, orden a la que en varias ocasiones distintos reyes habían concedido y confirmado el señorío de Alcañices, ejercieron de  anfitriones.

domingo, 3 de abril de 2022

UN DÍA CUALQUIERA DE MEDIADOS DEL SIGLO XX EN LA PLAZA MAYOR DE ALCAÑICES

Vista de la Plaza Mayor de Alcañices en la década de los 80 del pasado siglo. 

       


    No  ha amanecido y ya los hermanos Román Losada -Manolo, Paco y Antolín- suben la cuesta de La Herradura y cruzan la plaza camino del horno para  comenzar los trabajos de la elaboración del pan. Hay que hacer las tortas pronto y atender a los clientes madrugadores. Es posible que sea una de las últimas veces que Manolo, el mayor de los hermanos, haga este recorrido, ya que en unos días va a casarse con una chica de San Vitero y tiene previsto establecerse allí para poner una panadería. 


    El siguiente en aparecer, aunque en dirección contraria, sube por Castropete hacia la calle del Hospital, es Manuel Noro “Vila”. Es uno de los dos churreros que hay en el pueblo. Tiene la churrería en el bajo de la casa de la viuda de Monforte, la “Roja”, (apodo que le viene   del color de su pelo, no por ideología), y quiere tener los churros para cuando llegue el  coche de línea en el que vienen clientes. Algunos  son habituales: Rafael el del Bostal, Damián, de Rábano, con sus piedras de variscita en el bolsillo y también algunos de Nuez. Van a Zamora a médicos, negocios y/o a consultas con abogados. Inocencio, el conductor, y Manolo “el del Correo”, el cobrador, también pasan todos los días por la churrería a tomar un café con leche, unos churritos y, si cuadra, una copichuela de aguardiente que en el autobús no hay calefacción. Al autobús sube "Felismina", va a ver a Manolo Augusto “el de la Elisa”, su marido, que unos días antes lo pillaron con el fardo y lo llevaron para Zamora.