lunes, 10 de mayo de 2021

CALLE DE LA FUENTE, ÚLTIMO PASEO

Calle de La Fuente (FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ RAMOS VAQUERO)

Para mí, y creo que para la mayoría, esta calle empieza donde termina la plaza del Reloj y lleva este nombre la que continua hasta la fuente y la que se abre bordeando la muralla.  Hasta no hace mucho, supongo que ya no, la que va hasta la fuente se llamaba  José Antonio.

Después del comercio de la Chata hay una vivienda que pertenecía a Francisco España. Este señor se había marchado de Alcañices hacía tiempo y dejo en el pueblo,  en casa de Tomás España, a su hija  Manolita. Cuando volvió era prácticamente un desconocido. Manolita estaba casada con Gamaliel Sánchez y el matrimonio vivió en esta casa.

En la siguiente, que estaba construida sobre cimientos de durísima  peña, vivía la familia de Manuel Míguez “el Zorrico”. Recuerdan  aquello de: mi madre es mi tía y mi tía es mi madre. Era una familia grande, varios hijos y varias hijas. Las hijas eran, siguen siendo,  guapas, una de ellas, Julia, continua  en la Villa y alguna de las hermanas suelen venir en el verano, sobre todo en las fiestas de San Roque. 

La que hace esquina con la Obliga pertenecía a los padres de Moisés Rodríguez, María, Pedro y de Samuel. El primero era capitán de la Guardia Civil, María colaboraba en el comedor de Auxilio Social, Pedro se fue joven y Samuel hizo miles de kilometro como  cartero peatón a  Alcorcillo, Rábano, Ribas y Tola. No faltó un día a su misión, así entendía su trabajo, nevara o cayeran chuzos de punta.  Le reconocieron su labor con la, merecidísima, medalla al mérito. Durante el tiempo que estuve trabajando  en la oficina de Correos  de  Alcañices, tuve el honor de compartir el servicio con él.

Volvemos al inicio de la calle y la primera es la casa de don Daniel Prieto y de Felipa, su esposa.   Que eran los padres de Eladio, Manolo, Maruja y Daniel. Manolo era un excelente escritor. Si sus hijos publicaran sus escritos nos harían un magnífico regalo. Don Daniel, procurador de los tribunales, interpuso en nombre de los propietarios una demanda al Estado cuando se apoderó de la sierra de  Bozas. Rápidamente el Gobernador Civil de Zamora lo llamó a capítulo para decirle que: o la retiraba de inmediato o tenía un billete gratuito para la Gomera. Un hermano de don Daniel, Santiago, fue alcalde de Alcañices cuando el 36 y gracias a su gestión  salvaron la vida algunos  hijos de la Villa. Valga este recuerdo como agradecimiento a su buen hacer.

La siguiente casa era de Félix Corcovado. Vivió  en ella con su eterna asistenta la Sr. Manuela, hasta que se fueron para la plaza del convento. Pasó a vivir en la casa instaló el taller de costura y la vivienda Pilar “la Celadora”, estupenda modista de ropa para mujeres, pero sobre todo para niñas. Pilar acogió,  y con ella estuvo mucho tiempo,  a Lourdes do Nascimento, hija de portuguesa, que debería  de haberse apellidado Alonso. Después fue el domicilio de la  familia de un guardia llamado Juan Manuel. Su  mujer  puso una peluquería. Posteriormente también hubo una exposición de electrodomésticos.

 A continuación  vivían  Antonio “Mamú” y Manuela García. Él era hijo de Sr. Honorio, empleado en la  empresa de distribución de energía eléctrica de los Calvos, y de la “Churufa. Tenían dos hijos que en compañía de su madre se fueron para Pamplona.

Eleuteria  Lorenzo y Alonso “Boní”  o “Maragato”, por los dos apodos se le conocía, vivían en  la casa de al lado. Boní era extrovertido, muy popular y apreciado. De  su  astorgana tierra traía plantas, sobre todo de repollo, que vendía en las ferias de Aliste. Famosas eran las frases que utilizaba para llamar la atención a los potenciales compradores: Comprar a cinco y vender a cuatro no es negocio pero es trato. O, Boní  se rompe el pecho vendiendo planta viva.     

Luego  el garaje de Manolo Calvo Fidalgo, que  ahora pertenece a una hija de Paulino Fernández  Rafael, “el Rey de la Quinta”.

En la siguiente vivía Balbino Capa, uno de los hermanos “Churrero”. Su  mujer era conocida como “la Rubia”, aunque por el color del pelo debía de llamarse la pelirroja.   Una   hija tenía un angioma en la cara que le causaba un poco de complejo. Se lo quitaron y la oruga mutó en mariposa. Emigraron  para Avilés a trabajar a ENSIDESA, venían con frecuencia y se instalaban en una caravana en la Fuente Herrada. Balbino, que se ocupaba en el mantenimiento de los hornos, falleció en accidente de trabajo.

Inmediatamente estaba el almacén de huevos de Bernardo García, tío de las “Clotildes”. El dinero que le proporcionaba el negocio de compraventa de huevos, con el que se ganaba el sustento, lo complementaba con los frutos de  la hermosa huerta que tenía  en pago de Valdesejas.

El matrimonio formado por Antonio Rego Cerezal, “Navarro”, y Adela García Ribera, vivía en el edificio siguiente, en el que también habían vivido los padres de Adela. El apodo a Antonio no le venía por ser pamplonica,  que era alcañiceño. Era que arrastraba mucho las erres y de niño le pedían que dijera navarro, y con eso se quedó. Tenían tres hijas: Milagros, Teo, no recuerdo el nombre de la otra. La  primera sigue en la casa. Un día en el que Antonio estaba en la primera cañada de Valdesejas haciendo una pequeña presa en el rio, para desviar el agua para el riego de los prados, pescó una anguila que serpenteaba en el agua. Quizás la última que llegó a estos pagos. Fui testigo.

“Alegrías”, Luis Bermúdez  y Filomena Pérez, vivían a continuación. Creo que de ellos ya traté en otro paseo.

En esta calle vivía  Salud Fagúndez, “la Gorra”, mi madrina, en la casa que heredó de su familia. Estaba casada  con Emilio Ferreira “el Portugués”, fino zapatero.  Tuvieron  a Herminda y Emilio. Emilio padre tuvo allí el taller de zapatero hasta que se trasladó a vivir a la calle de la Herradura y después a la de los Labradores donde Emilio hijo continua con el negocio de la zapatería.

A continuación vivían Dolores y su hija Vicenta. Ambas eran, respectivamente, esposa e hija, quizás sobrina, de Indalecio del Espíritu Santo que vino destinado a Alcañices como  secretario del juzgado de Primera Instancia e Instrucción. Indalecio  falleció joven  y ellas decidieron continuar en la Villa.

Después  el domicilio de José Silva “Pititis” y de su hija María. José tenía otros dos hijos, “Sejas” y el otro, matón en el 36, al que en unas fiestas empitonó una vaca y, mientras le daba una vuelta alrededor de la plaza colgado de un cuerno por el cinturón, todos al unísono aplaudían y decían ¡mátalo, mátalo! Cuánto daño habría causado y cuantos muertos llevaba a su espalda para que  nadie le auxiliara cuando siempre que una vaca cogía a alguien rápidamente se le echaban encima los mozos.

En la siguiente casa vivía el Sr. Fagúndez, guardia civil jubilado que hacia honor al tópico y típico retrato de guardia antiguo, lucía un enorme bigote. Tenía dos hijas, Francisca y Adela,  una casada con Antonio Campos “el Jato” y otra con Moisés Rodríguez, capitán de la guardia civil. A Moisés siempre lo asocio con Narciso García “Minuto” y sé porqué


María Pérez, “la Srª. María la Tonta”, madre de Darío, Angelita, Ricardo, Antonio y Fabriciano. Era  la penúltima vecina de la calle. Todos ellos  eran derechos, altos, delgados, bueno, Fabri no tanto.  Pero  la  elegante y guapa era ella. Cantaba y    bailaba muy bien. Cuando levantaba los brazos para bailar una jota, la vieja falda se convertía  en Tutú. Parecía  una bailarina de ballet. Estaba viuda  de Ramón Martín “Ramonichi”. Cuando pasaba por el cementerio le cantaba desde la puerta y bailaba para él. Celebraba  que le había sobrevivido.

En la última casa vivía Pepe Ribera “Conejo” con Emilia Rodriguez “Lera”, su mujer, y sus hijos. Antes de ese matrimonio vivió en la casa Conrado Zamora, no recuerdo el nombre de su mujer. Y anteriormente la familia de Manuel Combrado, casado con Eleuteria Nudrez, padres de, por lo menos,  Guillermo, Pepe y Manolo. A  este,  la curiosidad por ver  desde dentro el nido que la cigüeña tenía en un negrillo de la Perdida, le causó una caída, 10 metros de altura, de la que salió ileso.

La  calle se desdobla  hacia la derecha siguiendo el trazado de la muralla. En la primera casa  vivía una familia, madre, hija e hijo, que vinieron ya mayores a trabajar al monte de Valmojado. Manolo, el hijo, era un gran trabajador orgulloso de serlo. Cuando venía a cuento cantaba: Quién trabaja no rebaja su nobleza y dignidad, trabajemos y seremos honra de la sociedad. Su hermana se casó para Vivinera y allí formó su familia.

Esta  parte de la calle estaba muy poblada. Después  de los de Matellanes, vivían Carmen Combrado Nudrez, a continuación Jesús Calvo “Fufú” con Dominga Silva “Garaita” y sus hijos. Después  había una cuadra, en la que José “el Andaluz”, que se dedicaba a la compra de chatarra por los pueblos, encerraba el burro. Detrás está el cubo de la muralla al que conocemos como el del tío Cañona, que tiene una bóveda de granito perfectamente conservada. Hay una coplilla que dice: Tres cosas tiene Alcañices que no las tiene Zamora, el Refoyo, la Talaya y el cubo del tío Cañona.  

También estaba el matrimonio formado por Ricardo Martín Pérez  y Adela Silva “Garaita” con  sus hijos.

 Juan Silva “el Portugues” con Bernarda “Garaita” y: Antonio, Manolo, “Machaquito”, Dominga, Adela y Francisca, hijos del matrimonio. “Machaquito” desaparecía y aparecía. Nunca el dinero fue algo que le importara. Cuando  no tenía  utilizaba variedad de formas, excepto el trabajo, para conseguirlo. En ocasiones provocaba accidentes, se dejaba atropellar por coches y cuando le daban la indemnización lo gastaba pronto, que el demonio las enreda. Una de esas ocasiones se presentó en Alcañices en un taxi cargado de hetarias y de jamones.

 Tenían su casa aquí Alipio y Concepción “la Concharra, que procedía de San Martín del Pedroso y era la madre de Felismina y de Luís Pérez Vicente “Sardinita”. Fallecida Concepción, Alipio formó familia con Carmen, “la Carmona”

 Luis, casado con Elvira Augusto, también vivía en esta calle. En una representación de La Venganza de Don Mendo que dirigió Gurruchaga (muy mal paga, decía Cañedo), Luis encarno a Mendo. El director tomó por tragedia griega la astracanada de Muñoz Seca y los espectadores la siguieron estoicamente. Luís era más don Juan que Mendo.

Otra  de las familias que vivían en esta calle era la de Edmundo Augusto y Elisa Pérez. Voy a enumerar a los hijos, aunque es posible que me olvide de alguno: José, Ismael, Vitoriano, Serbelia, Visitación, Manolo, Elvira, Emilio y Evaristo. Algunos, en otras  circunstancias, hubieran sido atletas de primera fila por las portentosas facultades que tenían. La maratón para ellos era juego; con 30 ó 40 kilos a la espalda hacían grandes recorridos y no era raro que al final les tocara hacer un largo sprint para librarse y librar la mercancía  de los carabineros que les venían persiguiendo.

Ángel Ribera “Conejo” y Leonisa, era otro matrimonio que vivía aquí. Él era hermano de “Chago”. Ella  procedía de Matellanes y era  hermana de Justa quien compraba en la tienda de mi suegra y cuando era el caso le pedía: "Srª Mariquita, deme un caduerno pal mi motril". Aunque no lo parezca, en la petición solo había dos vocales cambiadas de lugar. Motril, correctísimo.

La “Cananá”, viuda de Combrado, también vivía en esta calle con sus hijos: “el Grillo” Teresa y alguna  hija más. El  Grillo tenía la enfermedad de los Faraones y el que sabía lo que había que hacer cuando tenía una crisis era Emilio “el Estrellao”. Alguna  vez le tocó atenderlo cuando iban juntos a Portugal.

Ya casi al final de la calle vivieron Felismina y Manolo Augusto con sus hijos. Él  era hijo de la Elisa y como tal un magnifico atleta. Cuando la gran emigración a Europa en los 50, toda la familia se fue para Francia donde formaron una empresa familiar dedicada a la pintura, y no volvieron hasta que el matrimonio alcanzó la edad de jubilación. Algunos de sus hijos, excepto los mayores, Manolo y Antonio, también vinieron con ellos y pusieron en la calle Labradores el bar Acuario.

Ya mirando al cañico vivían Cirilo Manjón Pérez y Asunción, su mujer. Cirilo que era de Vivinera, muy pronto aprendió a tocar la dulzaina y amenizaba las fiestas de su pueblo y las de los pueblos vecinos. Aprobó para guardia y esa fue su profesión hasta que se jubiló. En  Alcañices, pueblo de su mujer,  retomó la dulzaina y nos deleitaba en las fiestas de la Salud y San Roque, en la quema de urces, en las alboradas y/o con los cabezudos. Formó un trio con Juan al bombo y José al redoblante.  Los  bautizaron como Cirilo y sus muchachos. Pero hete  aquí que en programa de fiestas hubo un error tipográfico y aparecieron como Cirilo y sus murcianos. El error hizo estado y así se les llamó desde entonces. Asunción vive en la vecina localidad portuguesa de Quintanilla con Mari Esther, su hija que tiene  allí un restaurante.

En la primera casa de la izquierda vivió un carabinero que se apellidaba Medrano. Procedía de  Soria y para allí  se fue cuando se jubiló. Tenía  tres hijos, Gonzalo, Carmen y Jesús. Era uno de los encargados de los caballos que había en la comandancia y su hijo Jesús, que iba a clase con doña Lola, llevaba bayas de algarroba, el pienso que le daban a los caballos, y las comíamos. Recuerdo que estaban dulces. Su mujer  les chivaba subrepticiamente  a los vecinos, la mayoría hacían la raya, el sitio donde iba a hacer servicio su marido. Cultivaba las buenas relaciones con la vecindad.

A continuación estaba una vivienda donde Florentino, alcañiceño emigrado a Buenos Aires, que venía de vez en cuando y compartía la estancia entre Vivinera, de donde era su mujer, y Alcañices. Se decía que era muy rico, traía unos puros con su retrato en la vitola. Pero  tenía fama de tacaño.

 Al lado estaba el taller de carpintería del tío Perico, que era tío del indiano quien, de vez en cuando, le mandaba algún peso desde el Rio de la Plata. En el local, cuando ya Perico vivía en el rincón que lleva su nombre, actuaban   titiriteros: trompeta, cabra, escalera etc. y actuó Maharataba, faquir indio, que se tumbaba en una cama con clavos, comía bombillas, fundidas que no estaban los tiempos para malgastar, puntas y cosas así. En una de las ocasiones actuaron unos húngaros que traían un oso. Retaron  a los espectadores a que alguno se enfrentara en limpia pelea con la fiera. Severiano Pérez acepto el reto y no salió malparado del combate.

Pasaba en la casa siguiente las vacaciones  Benito Vázquez con Manuela,  su mujer, y sus hijos, excepto uno todas hijas. Salían de paseos uniformados y siempre con sus padres. Benito regentaba una zapatería en el madrileño  barrio de Salamanca. El hijo y alguna de las hijas siguen viniendo los veranos, cumpliendo la tradición que empezaron los padres.

También vivió José Riberas “Conejo” casado con Emilia Rodríguez “Lera” y sus hijos Mari Carmen, Pombo, Aurora, Pepín y otra más pequeña de la que no recuerdo su nombre.

A continuación vivía  José Montero “el Abogao” que estaba casado con Gertrudis Rodríguez. Tenían una extensa familia: Vicente, sobre sus hombros paso toda la mercancía que traía la Alistana, Esperanza, Simona, Pepe….. no recuerdo el nombre de todos. El abogao era pastor, tenía una perra careadora Cuca que manejaba las ovejas obedeciendo lo que el dueño mandaba. Presencié alguna de sus actuaciones con el ganado que tenía mi abuelo. Cuca, cuando mi abuelo vendió el ganado, quedó en casa y se movía por toda ella. Algún  cariñoso badilazo, por curiosa, recibió de mi abuela.

Otro matrimonio de este lado de la calle era el formado por Bernardo Martín Silva y Ascensión Rodríguez. Padres de Estanislao “Tanín” y de Mary. Bernardo era hijo del Sr. Trini, acuérdense de   los toros de san Roque.

Pepe Combrado “Pepico el Gallego” vivía en la última, quizás la penúltima, casa de la calle. Era buen mozo y estaba casado con una mujer más bien bajita. Otra  de las familias que se fueron para el barrio de la Fortuna. Un hijo, José, viene con frecuencia.  Pertenece a la asociación de Los Amigos de la Capa Alistana. Era impresor y en la Semana Santa traía y regalaba unos libritos con el Miserere y el Stábat Mater en castellano y latín. En una “rebelión” que hubo en Alcañices en protesta de la mala actuación de un secretario del ayuntamiento, la policía llevó a comisaría a unos cuantos. Pepico, que era un buenazo, no se metía con nadie ni tenía arte ni parte en el asunto, fue uno de los llevados a la comisaría y el único al que le dieron un soplamocos. Desde entonces en la Villa cuando había una protesta que terminaba en el cuartel se preguntaba: pero qué Pepico se llevó la hostia. O sea ¿quién fue el cabeza de turco? 

 También vivió aquí la familia de Severino Rego Cerezal. Se fueron todos para Francia y allí ejerció de pintor. Formó parte del grupo de danzantes  que había hecho Antonio Ferreira “el Quinto”. Estos días han publicado en Facebook dos fotografías, una frente al convento y otra en los Labradores, en las que aparece vestido de danzante.


Aquí se acaban mis paseos, recordatorios nostálgicos, por mi pueblo. No he recorrido todas las calles, solo las que existían en mi infancia que son los que me traen vivencias de entonces. Así que me despido de los seguidores, sorprendentemente muchos y de todos los continentes, entre ochocientos y mil han entrado  a leer cada escrito. Si a alguien le he causado una sonrisita nostálgica, me siento muy bien pagado.

Un abrazo      

  Jesús Barros Martín.

4 comentarios:

  1. Barros. Me ha gustado mucho. Un añadido: Jesus el hijo del GC Medrano, la ultima vez que estuvo en Alcañices(no hace muchos años) era teniente de la GC.

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  2. Desconocido, gracias por tu comentario. Es bueno saber de amigos y compañeros de juegos de los que nos separamos hace tiempo.

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  3. ¡Hola Jesús! Me he topado por casualidad con tu escrito y quiero agradecerte por este bonito "paseo" por la Calle de la Fuente. Me llamo Jacqueline y soy hija de Evaristo Augusto Pérez (último hijo de Edmundo -y no Raimundo- y Elisa). Vivo en París, y mis papás llevan más de 50 años viviendo en Francia, en la Costa Azul). Si bien no me crié en Alcañices, guardo entrañables recuerdos de la calle de la Fuente, y de cuando, de pequeña, iba a visitar a mi abuela Elisa, gran mujer, discreta pero firme, esbelta pero robusta, incansable trabajadora, respetuosa del prójimo, generosa —en su casa siempre había un plato de comida y refugio para el que estuviera de paso—, analfabeta y sin embargo sabia y filósofa.

    Recuerdo el “pan de pueblo” —como lo llamábamos— que nos mandaba a mi hermana y a mí a ir buscar al horno (Dios mío que pan tan rico, con su miga húmeda y su corteza gruesa y crujiente… en la vida he comido pan igual ¡y eso que vivo en Francia, que se supone que es EL país que tiene el mejor pan del mundo, ja ja ja!!!!

    Recuerdo también cuando íbamos a buscar agua al "cañico", cuando hacíamos caminatas por el monte y nos refrescábamos con el agua pura que corría por los arroyos, o cuando mi tío Ismael nos enseñaba los cerditos que acababa de parir la cerda que tenía, o cuando nos paseábamos por la Calle "la Fuente" y escuchaba susurrar a las señoras que estaban sentadas al sol, en los poyos delante de sus casas: "Uy! esta es una evaristica" —por el parecido físico que tenía con mi padre cuando era pequeño— o cuando íbamos a tomarnos un "ColaCao" al bar de mi tío Ismael que llevaba mi prima Margarita...

    Pero sobre todo lo que más me estremece es escucharte contar las historias de la gente de este pueblo, el pueblo de mis antepasados, historias que resuenan en mi porque desde pequeña he escuchado siempre a mi padre contarnos las historias de su tierra. Con todo lo que recuerda, y con tanto lujo de detalles además, se podría hacer un libro, ¡de verdad! Siempre se lo decimos.

    He hecho una copia de tu texto que le voy a mandar por Correos (como podrás imaginar, no está conectado a las redes sociales) y seguro que le va a hacer mucha ilusión leerte.

    Mil gracias y un abrazo

    Jacqueline

    PS: en la lista de los hijos de Edmundo y Elisa, falta mi tía Sarbelia (me parece que se escribe con “b”, no estoy segura, que se casó con un brasileño, Mario, y se fue a vivir a Brasil donde montó varios negocios (carnicerías) y donde murió hace unos cuantos años ya. Otra gran mujer, valiente como ella sola, alegre y cariñosa.

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    1. Gracias Jacqueline por tu precioso y bien escrito comentario, que demuestra el dominio del castellano que posees. Como puedes ver, he corregido mi error en el nombre de tu abuelo y el olvido de tu tía Serbelia. Estos "paseos" están basados en mis vivencias y recuerdos, por tanto seguro que hay muchos errores y carencias que, con colaboradores como tú, voy corrigiendo. Evaristo, tu padre, es de mi edad y me acuerdo de él. Alguna de las veces, no se si la última, que vino a Alcañices nos vimos. Dale un abrazo de mi parte ¿Querrías mandarme tu dirección postal por Wasatsapp? al 629165025?
      Reitero las gracias por tu comentario. Un Abrazo. Jesús Barros.

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