miércoles, 13 de mayo de 2020

Por la Calle de San Francisco, con Jesús Barros. (Final del recorrido)

Calle de San Francisco con el cubo del reloj al fondo durante los años 20 del pasado siglo. 


Si hay algo que justifique este relato es precisamente que recuerda lo sucedido entre las fotos que lo acompañan. Una corresponde a los años 20 del pasado siglo y otra a la realidad. La primera es esperanzadora, transmite sensación  de que se avanza,  la segunda muestra el estado en que se encuentra actualmente esta calle. Ojalá signifique que para levantar primero hay que caer. Soy pesimista.

En el número dos de la calle estaba la casa de Luis España. Tenía la fachada de granito y una reja de forja salvaguardando la ventana. A esa ventana   subíamos para protegernos de las vacas, cuando los encierros en san Roque se hacían por esta calle. Debía de ser muy fuerte y estar muy bien sujeta a la pared, aguantaba a muchos. En los primeros años de la década de los cincuenta dieron la orden de encalar las fachadas. ¡Blanquearon hasta la del convento! Luis España se plantó, dijo no, y la casa siguió luciendo sus piedras. Se decía que Luis, abogado aún que no ejercía, era “raro”, desconfiado, de difícil trato y tacaño. Cuando la comisión para fiestas que menciono en el otro lado de la calle, unos cuantos fuimos a pedirle colaboración económica. Llamamos, abrió la puerta y  mandó que pasáramos al despacho que tenía a la izquierda del portal. Sentados, nos echó una filípica anti taurina y cuando, con la cabeza baja, nos levantamos para salir, dijo: - Esperad. Abrió la caja y puso en nuestras manos un billete de mil pesetas. Todos salimos con los ojos a cuadros.

El 17 de julio de 1936 pasó para Portugal Ángel Galarza, diputado del PSOE por Zamora, y estuvo paseando y hablando con Luis por esta acera de la calle. Escoltado por José Flores, capitán de la Guardia Civil, pasó la frontera por Quintanilha. Al poco tiempo volvió a España por Badajoz y el 4 de setiembre Largo Caballero lo nombra Ministro de Gobernación. A Flores le quitaron su empleo y rango.
Al fallecimiento de Luis España, la propiedad pasó a unos sobrinos, los Grandes de Benavente. La alquilaron a RUMASA  que instaló allí el Banco del Oeste. Después la  adquirió Galo Galán y la mantuvo cerrada. Ahora es de Carlos, de la gasolinera LaChuca de Sejas de Aliste.

Aquí tenemos a la única casa que sigue en pie de esta primera parte de la calle. Creo que la edificó Ángel Romero, que vino a la Villa desde su natal Muga de Alba y abrió un comercio de paños y telas. Se casó con Raquel Sánchez. Ángel falleció joven, en cambio Raquel llegó casi a centenaria. La edificación tiene una bonita fachada con puertas y ventanas enmarcadas por  jambas y dinteles de granito con balaustras de hierro forjado. La puerta de entrada es de madera y tiene dos hojas, la grande con postigo y llamador de mano.
Raquel y Ángel tuvieron tres hijos: Raquel, Angelito y Laureano. Angelito falleció y los dueños de la casa son, creo, Raquel y Laureano. Las Raqueles, madre e hija y Angelito se fueron para Barcelona y Laureano quedó algún tiempo solo en Alcañices. Aprovechando la ocasión Lauri y un grupo de amigos nos reuníamos en la casa y alguna partidilla de banca jugamos allí.
En el bajo del edificio BANESTO abrió la primera -no sé si sucursal o agencia- oficina bancaria de la Villa. La dirigía Felipe Moreno y dio sus primeros pasos de bancario José Antonio Alonso.
Pasó el tiempo y los bancos acudieron a la Villa. En periódicos nacionales se leía que Aliste era el sitio con más ahorro liquido de España y las entidades bancarias acudieron como moscas: el Banco de Bilbao, Banco Central, Banesto, Banco de Castilla, Banco Popular, Banco del Oeste, Banco de Vizcaya, Banco Hispano Americano y las Cajas de Zamora, de Salamanca, Caja Postal, y alguno más que me dejo, tenían sucursal en la Villa. Se decía que si en un bar sacabas un billete de mil pesetas para pagar, rápidamente un bancario te lo quitaba de la mano.

La siguiente casa era de “las Caldillas”. Encabezaban la familia Ramón Jambrina y su esposa Margarita Cerezal conviviendo con sus hermanos Pepe y Teresa Cerezal. Tuvieron tres hijos: Julián, Paco y María. Ramón era funcionario del juzgado, profesión que siguieron sus hijos, Julián en León y Paco en Salamanca. Pepe fue funcionario de Correos, creo que represaliado en 1936, y trabajó después en la fábrica de harinas como contable.  
En un bajo de la casa estaba la barbería del Sr. Paco en la que también trabajaba su hijo Ángel. Se la conocía como la de los pobres porque el mobiliario que tenía era menos lujoso que el que había en la del Sr. Valero. La barbería era sitio de tertulias, allí se reunían los estudiantes para charlar y mirar pasar a las chicas.
Remito a los lectores a mi libro "Di tú que he sido", donde le dedico un capítulo a esta institución. 

Calle de San Francisco desde la Plaza Mayor desde la Plaza Mayor. (FOTOGRAFÍA: Daniel Ferreira)

La que aquí había, la conocíamos como la casa de Consuelo, la muda. Sus padres Manuel Calvo y Soledad Fidalgo, de los Boleros de Carbajales de Alba, tuvieron a Darío, Consuelo, Mariquita, Arsenia, Manolo y Carmen. Hicieron la fábrica de harinas, y en esta casa el horno y la panadería. La casa tenía mucho espacio hacia detrás, pero lo que destacaba era el magnífico balcón, hecho de una sola piedra de granito de más de cinco metros de largo por dos de ancho, contando la parte que estaba introducida en la pared y sostenido por tres ménsulas también de granito. La balaustrada era de  madera, como se aprecia  en la foto antigua, luego sustituida por una de hierro. No sé si en el derribo salvaron estas piedras o si forman parte de los escombros amontonados en el solar.
Consuelo, sorda de nacimiento, fue alumna del colegio para sordos de la Concepción en Madrid. Compañera de curso de Jaime de Borbón, hijo de Alfonso XIII, también sordo aunque no de nacimiento, con quien mantuvo comunicación fluida. Incluso con ocasión de un viaje a Portugal en su paso por Alcañices, Jaime paró a saludarla. Consuelo, como  tenía dificultad para levantarse de los asientos, inventó el mando a distancia de la tele. Para  encenderla, apagarla y cambiar de canal, se hizo una vara para pulsar los botones. En vez de timbre, que lógicamente no podía oír, tenía en la cocina, en el sitio de estar y en la habitación bombillas que se encendían al utilizar el pulsador de la puerta. Adaptación de los medios se llama eso.

Después, la casa de Petra “la Cascaja”. Por ese apodo era conocida la dueña de la casa que allí existió y lo transmitió al edificio. Era la abuela de Pepe “Cascajo”, marido de Dominga Ramos “la Cana”, dueños de la taberna que hubo al lado de la fuente de los burros. La casa tenía una bonita balconada con balaustre de hierro, que siempre estuvo muy concurrida durante los encierros. En los últimos que hubo, los herederos de Paco Aguiar, dueños del edificio, mantenían la puerta abierta y  las vacas entraban como si fuera suya. Alguna quedó encerrada allí todo el descanso para la comida. Tino Vilo, Angelito Cerezal, María Dolores, esposa de Quique Cotoví y los que por allí andábamos, pasamos buenos ratos pero también mucho miedo. La casa tenía un horno que utilizaba Eleuterio el confitero para cocer los productos que vendía en la confitería. Fue la primera vivienda que tuvieron Moisés, guardia civil y Amparo, maestra nacional. La  ocuparon más guardias, pero no recuerdo sus nombres.
Parangonando a Rodrigo Caro, de esta parte de la calle se puede decir: Estos, lector, ay dolor, que veis ahora, montón de escombros, campos de soledad, fueron barriada famosa  muy poblada.

Ahora es la Caja Rural lo que anteriormente fue Casa de los Pollas. María la “Polla” y Nicolás García fueron los padres de la “pollada” que se extendió por Aliste ejerciendo su oficio de zapateros. Bonita casa con una balconada de madera muy adecuada para "empurriscarse" a ella cuando acosaban las vacas. Por eso Miguel García, heredero de María y Nicolás, por miedo al derrumbe, ponía obstáculos para impedir que los mozos  se subieran. Cuando los encierros de las vacas se hacían por esta calle todas las casas tenían las puertas abiertas para que los corredores pudieran defenderse. Era la costumbre. Moradores de la casa fueron también Virisima “la Camplillera” y Angelito “Carnero” y en ella nacieron sus hijos. 
Miguelito, el hijo de Miguel y Julia, heredo la casa y construyó el edificio actual.

Yo no conocí la casa tal como aparece en la antigua foto, para mi ese sitio es, fue, el garaje del correo. Era un bajo grande y diáfano, solo tenía un pequeño habitáculo donde se cogían los billetes para el autobús, y encima un cuarto en el que dormía el chófer. Cuando los autobuses prolongaron el trayecto de los viajes hasta Villardeciervos y San Martín del Pedroso, dejaron de usar el garaje. Unas Navidades, Antolín Román, Paco Garrido, “Mangüey” y yo se lo alquilamos a Manolita Calvo, su dueña, para hacer baile esos días de fiesta. Instalamos tocadiscos y altavoces con buena acústica y  Paco Román se prestó, voluntario y sin cobrar, como Disc jokey. Fue un acontecimiento extraordinario que tuvo un  tremendo éxito.
Ahora en el bajo tiene  frutería y tienda Domingo Ramos. En uno de los pisos viven Angelito Cerezal, “Pantomino” y Tina Gallego, “Bolicha”.

La siguiente construcción es la casa de los “Pintejos”. Sus dueños, el matrimonio formado por Emilio Lorenzo, de Bermillo de Alba y Jacoba Calvo. Tuvieron cuatro hijos, Carlos, Isidro, Manuel y Jesús. En el bajo de la casa estuvo durante años el comedor de Auxilio Social, entidad que daba comida a los declarados por el ayuntamiento como pobres de solemnidad. En el otro lado de la entrada tuvo la zapatería Eusebio Fernández “Pichi” y posteriormente puso un estanco Miguel Ángel, hijo de Manuel Lorenzo. En el centro un largo pasillo da acceso a la escalera de subida a los pisos y al final una puerta al cortinero y a la huerta. Después de la escalera unas habitaciones llenas de cajones que contenían tabaco. Manuel, Procurador de los Tribunales, era concesionario para Aliste de Tabacalera. Lo de los cajones, de buena madera, lo menciono ya que con sus tablas, Tonete, Canusco, el Sapo y la pandilla, hacíamos espadas para, emulando al Guerrero del Antifaz, conquistar el castillo, escalera exterior de la cuadra que Florentino Romero tenía en la calleja. 
Al padre de los dos primeros esto no le gustaba nada, los cajones que destruíamos los tenía que pagar a Tabacalera.
En el primer piso vivían Teresa Davó y Manuel con sus tres hijos, la madre de Teresa e Isidro. El segundo lo ocupaban Ricardo Pozas, veterinario, Matilde su mujer, cuatro hijas y tres hijos. Cuando esta familia dejó el pueblo ocupó la vivienda el médico Servilio, Encarna su mujer y sus hijos.
Cuando estos se fueron pasó a ocuparlo Carlos, su dueño, con su familia. Ahora lo habita su descendiente Finita Lorenzo Sanabria.

A continuación, la casa que era de Francisco Calvo y de Consuelo su mujer, si bien no la habitaban ya que Francisco era administrador del Marqués y vivieron en el palacio. Su  hija Manolita, casada con Fernando Sánchez, abogado ejerciente en Alcañices, heredó  la vivienda y residió en ella todo el tiempo que estuvo en la Villa. Fernando, alcalde de Alcañices varios años, tenía un coche descapotable. Una tarde de toros en san Roque, cuatro chicas subidas en el coche, ataviadas con peineta y mantilla  hicieron el despeje de la plaza y la petición de llaves. Lo conducía Darío Calvo quien, en un determinado momento, se bajó del coche y este siguió dando vueltas a la plaza sin conductor. Los espectadores, sorprendidos  aplaudieron a rabiar. La vivienda la heredó un sobrino de Manolita de quien la adquirieron Mari Tere Aguiar y Jesús Lorenzo, actual alcalde. Reformaron y habilitaron la casa y en ella viven con su hija Mónica. En el bajo, donde el garaje, estuvo mucho tiempo Correos. Un par de años fui el administrador de la oficina.

Conocíamos el edificio donde ahora está la cooperativa de ovino y una tienda de costura y arreglos, en el que vive Chonita, viuda de Alberto Pérez, el Gento del equipo de fútbol de Alcañices, como la casa de Escudero. Los Escuderos fueron una familia de empresarios de hostelería que tenían en la casa un bar y una pensión. Como tantos de la villa emigraron a otras tierras y después de mucho tiempo María “la Escuderona” muy mayor ya, volvió al pueblo y a la casa. Hacía unos riquísimos caramelos de concha que le comprábamos los niños cuando disponíamos de algunas perrillas. Mateo Escudero, hijo de María, se casó con Teresa, hija de Francisca “la Santa” y ambos se fueron para Madrid. Mateo trabajaba en las Salesas, donde el Tribunal Supremo de Justicia. En la casa  estuvieron  el casino y un club, el CALLAT, formado por jóvenes de la Villa, quienes, según los estatutos estaban obligados a unos comportamientos raros. Manolo Prieto lo mencionó en el pregón de fiestas que  hizo junto a José Sánchez en el Club Amistad. De ellos dijo que se comportaban como los indios Motilones. En este edificio tuvo churrería Alejandro López. El local disponía de una mesa corrida y unas banquillas que pesaban lo suyo. José “Riaja”, que tenía una mandíbula fuerte, apostaba a que  levantaba una banquilla dos palmos del suelo solo cogida con los dientes. Siempre ganaba.

La última vivienda de la calle es la de Félix Corcovado. Allí, en principio, debió de estar la oficina de Telégrafos. En ella vivió María “la telegrafista” viuda del último de ese cuerpo que allí regentó la oficina. Desde la calle Castropete se trasladó a esta casa Félix y vivió en ella con  la  Sra. Manuela, su asistenta de toda la vida. Lo que no sé es quien sobrevivió al otro. Luego, hasta que se fue para Ávila, el Dr. Servilio tuvo una clínica dental y vivió con su familia en la casa. María Jesús, viuda de Adelino, puso allí una tienda de ropa. Ahora el edificio pertenece a los herederos de Tomás Carrión.

Al  final de la calle está el convento de franciscanos y la iglesia de la Virgen de la Salud y, aunque no oficialmente, a la plazuela se la conoce como plaza del Convento. Allí, en el lugar que ahora ocupa la alegoría de Coomonte al Tratado de Alcañices, estaba la cruz de hierro que trasladaron al lateral de la iglesia. Mi opinión es que este monumento recordatorio del Tratado no se ubicó el sitio más adecuado. Primero, porque esta medio oculto por los coches y segundo y principal porque lleva a la gente al error de creer que el Tratado se firmó en esa  iglesia, cuando sabemos que no fue edificada hasta casi tres siglos después. Entonces Alcañices ocupaba el espacio que llamamos dentro la Villa. Poco después de los fastos de la celebración del séptimo centenario Herminio Ramos se preguntaba en un artículo del Correo de Zamora por lo que había quedado después de la celebración. La respuesta, entonces y ahora, es nada. Ese acontecimiento de gran transcendencia histórica para Portugal y Castilla, desconocido hasta esa fecha y ahora solo un nombre, no tiene el reconocimiento que merece. Tan solo una vez en 2002, en los actos culturales que se hacían en la plaza de Ferreras, recordamos el Tratado en una teatralización del mismo con un pobre guión mío. En eso acabó todo. Hace unos años fui al Transmontano pueblo de Troncoso y me quede maravillado de lo que conseguían celebrando las bodas, cuando ni siquiera podían acreditar que allí se habían celebrado, de Isabel de Aragón y Don Dinís. Miles de personas acudían a contemplar el acontecimiento. Con el aporte económico y de reconocimiento que eso tiene para la localidad.

Representación teatral del Tratado de Alcañices llevado a cabo en la Villa. 

En Alcañices, bien es que sin levantar la voz, he sugerido que se podía hacer algo para aprovechar este histórico acontecimiento. El Tratado de Tordesillas, sin ir más lejos, que nunca fue llevado a la práctica, tiene el reconocimiento, por la forma de celebrarlo, que nunca tuvo el de Alcañices.
Y termino con Cervantes:
Es cierto cuanto dice voace, señor soldado y el que dijere lo contrario miente y, luego incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Perdonen el desahogo.

Este es, espero que por ahora, el último paseo. A ver si este verano el  Covid_19 este me deja ir a Alcañices y andando por sus calles remozo datos para seguir escribiendo.
Cedo al ayuntamiento y/o a ADATA los derechos de estas Leyendas alistanas. Si  entendieran que tienen algún interés pueden utilizarlos como crean conveniente.

Saludos.


2 comentarios:

  1. Ramón Jambrina estuvo casado con Margarita Cerezal. Vivían con sus hermanos Pepe y Teresa.

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