viernes, 10 de abril de 2020

Tercera jornada del paseo por los Labradores

FOTOGRAFÍAS: Daniel Ferreira

¡Cómo se nota que soy mayor! En los tiempos que aquí se tratan bajaba y subía la calle corriendo en cinco minutos, ahora me va a llevar cuatro jornadas. Veo que lo que pasa rápido es el tiempo, va absorbiendo nuestra energía, nos parasita,  por eso nosotros cada día vamos  más lentos. Esta reflexión me hace recordar los versos de Cervantes en  el Quijote del Dialogo entre Babieca y Rocinante: B. 
Metafísico estáis /R. es que no cómo.
Bueno, dejémonos de filosofías y a empezar con ánimo la cuesta que es empinada.

En la jornada anterior  llegamos al final de la calle. Para  descansar  y  recuperar fuerzas para la subida, nos sentamos un poco en un banco de la Peña Santa Catalina. Observamos   los dos ríos, el que viene de Palazuelo y el de Valdesejas o de Alcorcillo, que por esos dos nombres se le conoce y disfrutamos  del bonito paisaje que desde allí se contempla. In illo tempore, es que fui monaguillo, la peña era un pequeño promontorio de roca durísima en la que los niños teníamos espacio para jugar. La dinamitaron y acondicionaron  para que sirviera de cargadero de animales y vehículos en los camiones. A mí me gustaba como estaba antes.

Pasamos al otro lado de la calle. La primera casa era de Fermín Calvo y de Sebastiana “la Chana” que está entre la calle de Labradores y la que da paso hacia la de la Herradura. Fermín y Sebastiana tenían cuatro hijas y tres hijos, aquellas viven pero dos de los hijos, Fermín y Salvador,  fallecieron muy jóvenes, el pequeño, que vivió mucho tiempo en Cataluña,  volvió y está en la residencia Virgen de la Salud. Cuando había grandes riadas, "enllenas" decíamos antes, como la que hubo el año pasado, el agua llegaba hasta la puerta del corral que daba acceso a la vivienda. La casa está remodelada y en ella pasan temporadas la viuda de Salvador, a quien acompañan sus hijos y nietos.

Empezando a subir la empinada cuesta está la casa de Casimiro García y su mujer. En ella vivieron, con el hijo y las dos hijas que el matrimonio tenía, desde que accedieron a ella al dejar la que habitaron en la calle del Aire. En la actualidad pertenece a Angelita, la hija más pequeña de Casimiro, y a su marido, quienes reconstruyeron la vivienda  y vienen a la Villa de vacaciones desde Alicante donde residen. Tienen un hijo, no sé si más, que es miembro de una banda de música de las muchas y buenas que hay en aquella tierra  que ensaya en la casa. Creo que toca el trombón de varas,  yo solo lo he oído, nunca lo he visto, pero si he disfrutado de su música. El marido de Angelita en vacaciones iba a jugar la partida de dominó al bar Central.  Mi  cuñado Secundino siempre lo quería tener de compañero, decía que jugaba muy bien.

Jose y  Sonia, él procedente de Ceadea y ella portuguesa de origen, construyeron la casa  en la que viven  con sus dos hijos. Esta pareja confirma la manera y el talante  de como se ha configurado la sociedad de Alcañices a lo largo de los tiempos. La Villa siempre se ha nutrido de gentes de muy distinta procedencia. Portugueses, gallegos, andaluces, sayagueses, etc. y de los pueblos del entorno, además de los funcionarios, son quienes han sido los componentes de su población. Si damos un repaso a quienes son dueños  de los negocios que existen hoy vemos que la mayoría, así como alguno de los habitantes, son de procedencia foránea. La Villa siempre ha sido un crisol donde se mezclan personas de muchas procedencias. Pero a todos nos une una misma condición. Todos somos bien recibidos, todos nos integramos y si nos preguntan, todos decimos que somos de Alcañices,  “ALCAÑICEÑOS” lígrimos. 

Subiendo un poco había un huerto del que era dueño Domingo el Eje.  Que cuando retornó a Alcañices con la su familia, jubilado de su trabajo en Avilés, vivió  en la mitad de la casa de Prudencio el herrador, su padre,  que le tocó de la herencia. En  el  huerto montó  un pequeño garaje metálico que allí continua formando parte,  integrado ya, del paisaje de la calle.

A continuación  la calle hace un entrante limitado al fondo por una pared de piedra, que tiene en su mitad una puerta de madera antigua pero que todavía sigue aguantando.
Lo siguiente era una pequeña construcción, también de piedra autóctona, que pertenecía a Pascual “Piscual”, posteriormente fue de su hija Manuela. Adquirida  por un hijo de Manolo “Sisi” y de  María,  quien levantó en ella una vivienda que habita un empleado suyo, el propietario se dedica a la construcción, de origen portugués, totalmente integrado en la Villa y colaborador activo en todos los actos sociales que se realizan.

En la casa que está a continuación vivió Leoncio Araújo con su mujer y su extensa familia, hasta que se domiciliaron en otra de la calle que baja a la Quinta. De Leoncio he contado -creo- en Renacimiento y en el libro Di tú que he sido, alguna de sus muchas vivencias y anécdotas. Era un hombre  menudo que gran parte de la actividad que hacía, y que no era poca, consistía en ir con su borrica al monte,  arrancar cepos de los robles, y si se podía alguna corona y llevarla a casa para allí  mantener el fuego encendido.  Era  zapatero remendón, veedor del agua de la Ganada y  también iba a las ferias y fiestas de los pueblos a vender caramelos y chucherías. Leoncio y María formaron una familia numerosa. Los varones  cantaban bien, en especial  Antonio, el  segundo, de quien también hay muchas anécdotas.  Le   gustaba mucho cantar las coplas y fandangos de Pepe Pinto de quien era un entusiasta. La hacienda era muy escasa y cada uno contribuía como podía.  Antonio  en invierno  siempre estaba en mangas de camisa y si le preguntaban por si tenía frio, contestaba “¿para qué quiero el frio si no tengo abrigo?”. En  Di tú que he sido cuento alguna  de sus historias. Se casó con Julia Rodríguez, hija de Agustín” Lero” y  con sus hijos se fue a vivir a Cantabria donde quedaron para la eternidad.
De los hijos de Leoncio, el que siempre  vivió en Alcañices  fue Gonzalo.  Fundó  una familia con una señora de Sejas de Aliste y tuvo dos hijos, uno de cada sexo. Era vitalista, alegre,  siempre estaba cantando. Hace muchos años, en verano estaba en  mi casa ayudando a las labores del campo. En tiempo del acarreo, por una u otra razón no éramos, ni mucho menos, los primeros en llegar con la mies a la era. Para ser un día los primeros acordamos ir a dormir a la tierra de la que teníamos que traer la mies. Fuimos al oscurecer para la Calzada con el carro y soltamos las vacas en el prado que hay aledaño a la tierra. Pasamos algo de miedo y tardamos en dormirnos. ¡Nos  despertamos cuando los demás llegaban a por el segundo carro! Desistimos de competir.

La casa siguiente no recuerdo a quien pertenecía ni quien la  habitó antes de los actuales propietarios, Manuel García y  Petra Barros, fallecida hace pocos meses. Este matrimonio tiene  un hijo y una hija, profesora de EGB en el colegio de Alcañices, donde trabaja y reside.

En la aledaña vivía Manolo “Pichetas”, de los Pichetas de Alcorcillo, con su familia. Era  cojo, mutilado de guerra, consecuencia de heridas que le hicieron en alguna de las batallas de la guerra civil de 1936. Vivió durante  un tiempo de los años cincuenta y sesenta en esta casa, hasta que se fue para Madrid como empleado en el Metro. Alguna de sus hijas ha hecho la vivienda actual y pasa temporadas en el pueblo.

A continuación había una casa en  la que vivieron  familias de guardias civiles, no todas juntas, se entiende, si no sucesivamente en el tiempo. En los años de posguerra  en Alcañices había muchísimos carabineros,  tenían la comandancia  en la calle de la Obliga, y guardia civiles, el cuartel estaba en el lugar que actualmente ocupa la cafetería la Toscana, además de algunos carabineros que prestaban servicio en las casetas de Tres Marras y en la aduana. Salvo un pequeño número de guardias que residían en el cuartel, la mayoría  vivían en casas alquiladas y los carabineros, como no tenían residencia oficial, también. 

Seguidamente hay un solar a la espera de que hagan algo. Por los síntomas parece que esa es la intención de los dueños. Me gustaría poder decir algo de  quien lo habitó  pero no lo recuerdo.

La siguiente casa pertenece a Domingo, hijo de Manuel Machado. Esta vivienda es de nueva construcción. Por la parte trasera tiene una terraza con unas vistas hacia la Quinta y los Cañicos, que justifican  el costo de la edificación.
Seguidamente había una vivienda de la que en la actualidad solo queda la fachada, que está hecha de piedra unida con barro, que tiene una puerta de madera, con cuarterón,  rematada por un dintel con lajas de pizarra para protegerla. La piedra esta revestida de musgo que, con  el barro, le da un bonito colorido. Para mi es una de las paredes más bonitas de la calle.

La casa  que hace esquina, fue o es de los herederos de Tomás Cerezal, “Pantomino” aunque esa familia nunca vivió en ella. Quien en aquellos años la habitó  fue José Calvo “Siefa”, hermano de Jesús “Fufu”. A José, mutilado de  guerra, no sé si en la del 36 o en la Segunda Mundial  como soldado en la División Azul,  le faltaba un pié que lo suplía con una prótesis de madera. Era  algo presumido y disimulaba bien la cojera. No fueron muchos los años que estuvo viviendo en  la calle.
A la División Azul fueron varios hijos de la Villa, la publicidad que hicieron de ella, junto al hambre que había,  debieron de hacer un gran efecto para  la leva.  Germán “el Rojo”, curioso apodo para ir con la División Azul, en Stalingrado dejo una pierna, su hermano Félix “Carraco”, Manolo Pérez “Mona”, Pepe “Gallito”, Epifanio Pérez y alguno más que no recuerdo, participaron en la batalla de esa ciudad. Epifanio, en  las tardes de invierno en el Café atizando el brasero y sin tele, contaba memorables historias de la penurias que pasaron en la helada Rusia.

 Aquí la calle hace un entrante con una inclinación muy pronunciada. Hay algún pajero y la casa que fue de Concha “la Peña”. Concha era persona de difícil trato, había vivido en Madrid circunstancia que ella creía que la colocaba un poco por encima de los demás. Tenía fama de ser una gran cocinera y oficiaba como tal en bodas, pero no en todas. Tenía hermanos, no conocí a ninguno, si a una hermana, Eloina, que cuando se jubiló vino para Alcañices y vivió  siempre con Concha. 

Aquí termino esta tercera jornada del paseo. Se acaba la cuesta y empezamos la parte llana de la calle y, aunque nos queda el rincón del Tío Perico, creo que lo podré hacer en una jornada.Gracias por acompañarme.
Saludos. Jesús Barros Martín

1 comentario:

  1. Jesús buenas tardes, quiero aclarar que mi padre Manuel Machado Lorenzo, tiene tres hijos y sus nombres son Manuel, Domingo y yo María Luisa.
    La casa pertenece a Domingo y a María Luisa.
    Alejandro es el nieto mayor, hijo de mi hermano Domingo.

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