lunes, 27 de abril de 2020

Vamos a la Plaza



Vista panorámica de la Plaza Mayor de Alcañices. (FOTOGRAFÍA: Daniel Ferreira)
Aunque no está muy centrado, el edificio del ayuntamiento preside la Plaza. En Alcañices hay más plazas pero esta es la Plaza por antonomasia En tiempos anteriores desde sus  balcones se leían los bandos, se declamaban las proclamas y daban los partes de la guerra. El edificio actual es posterior a 1975 y, es mi opinión, no mejoró ni en estética  y creo que ni  en  disponibilidad para la prestación de servicios al público y eso que fue ampliado con la comisaría de policía y la casa de Tomás España. El antiguo tenía unos arcos de piedra de granito, en el soporte del primer arco pusieron la primera fuente de grifo del agua de Cubillas, que felizmente, y gracias a Tomás Domínguez Parra, “Chepita”, siguen en el pueblo adornando el patio de las escuelas. De cómo y cuándo el edificio fue derruido, existe un vídeo realizado por Jimmy, el marido de Sara. Por las mejillas de algunos que lo vieron rodaron las lágrimas.

A derecha e izquierda de la entrada, estaban las dependencias de los juzgados de 1ª Instancia y de Instrucción, y enfrente una escalera que conducía a las dependencias municipales de atención al público y espacios para el alguacil, secretario, salón de plenos, archivo etc. Todo, es verdad que lóbrego y en estado casi ruinoso. En la fachada a la calle de la Herradura estaba el Fielato, donde guardaban la báscula, la romana, las pesas y las medidas para  los alimentos, bebidas y productos que estaban sometidos al pago de tasas. Este servicio salía a subasta pública y en ocasiones, en lo que tenía que aportar el consumero por la concesión al ayuntamiento, se incluía la  obligación de  traer los vacas para las fiestas de San Roque.

En el hueco de la escalera, almacén de trastos, dormía Hilario Pérez, “Chinito”, paradigma de honestidad, pobre en bienes pero riquísimo en virtudes. Una vez en casa de Antonio Cerezal dejó alguien una pelliza y después de mucho tiempo nadie la reclamó. En el invierno siguiente al abandono, Antonio se la dio a Hilario que muy contento se la puso para mitigar el frió. Al cabo  de unos días Hilario, que ni se había preocupado de curiosear en los bolsillos, encontró en el que la pelliza tenía en el interior un billete de 1.000 pesetas, una cantidad de dinero que representaba el salario de medio año. Chinito rápidamente se fue al bar  y se lo dio diciendo: “Toma, Antonio, que esto me  acabo de encontrar en un bolsillo de la pelliza”.
En el lateral del ayuntamiento estuvo la comisaría de la policía, hasta que pasó al edificio que utiliza en la actualidad al lado de lo que fue Aduana.

Haciendo ángulo con el ayuntamiento estaba la droguería de Tomás España “Botana”. Esta casa tenía la obligación de ser cedida para toril en los festejos taurinos de San Roque. Ignoro de donde procedía este compromiso, si era contractual o por la costumbre, pero Tomás convertía la  droguería en Toril todos los años en San Roque. En la casa vivían Tomás -abogado pero no ejercía-, Cesar -médico-, Adelaida y una sobrina, Manolita, asistidos por Antonia, la “Mocha. El edificio fue adquirido por el ayuntamiento siendo alcalde Angelito Cerezal. El espacio en el ayuntamiento conserva el nombre y se denomina los Toriles.

A continuación, la casa que ahora es de Sagrario Barros y de Tomás, era de los “Peruchos”. En ella, desde 1936, se instaló la Falange y allí planeaban las actuaciones. Después  compartió espacio con la Hermandad de Labradores y Ganaderos, institución en la que ejercía de jefe y secretario Gregorio, de Matellanes,  desde donde venía en bicicleta todos los días, y Félix “Merino” que era el representante local. A finales de los años 60, ya de noche, sufrió un incendio, algunos decían que si intencionado, que destruyo gran parte de la documentación y de los archivos. Gonzalo Araújo, que por participar en la extinción llegó tarde a cenar,  se justificó con su padre apelando a su colaboración como buen ciudadano. A Leoncio, su padre,  no le pareció bien que se hubiera apagado el incendio,  y sentenció: "las herradas tenían que haber sido como copas de coñac y el agua estar tan lejos como la Argentina". Es que era propietario de una borrica y la Hermandad le cobraba impuestos. Cada uno piensa en lo suyo. A esta casa pasó la Caja de Salamanca desde los bajos de la de Elisa López.

La edificación siguiente era una segregación de la anterior y también pertenecía a los Peruchos. En ella vivían, Miguel, Antonio y Julito sobrino de los anteriores y Teresa, natural de Angueira, esposa de Miguel, que había venido para la casa como criada, según la terminología de la época. El matrimonio se fue para Madrid, compraron un piso en la calle Hermosilla y pusieron una instalación hotelera que alquilaba habitaciones por horas. El negocio producía su dinero, pero Teresa era una administradora avarienta y Miguel no participaba mucho en los beneficios. Jesús “Pulga”,  con quien coincidí entonces en Madrid, Miguel y alguno de sus colegas, que también andaban a dos velas, nos veíamos en una taberna, La Vasca, próxima al Palacio de los Deportes, en la que todos estaban esperando la llegada de alguien que pagase unos vinos. Cuando veían al posible pagano, se lo indicaban con un guiño al tabernero para que sirviese una ronda. Pero no eran indigentes ni mucho menos, todos eran propietarios de fincas y tenían negocios muy productivos o, al menos eso decían. Miguel era “representante y distribuidor” para toda España de la casa de pinturas Machimbarrena y Moyúa. Para  cuando ya no tenía ni un duro se inventó una estratagema para engañar a Teresa y tener algún dinero. Esta tenía una pareja de pequineses y Miguel era el encargado de sacarlos de paseo. Cuando Teresa se descuidaba y dejaba la cartera en la cocina, Miguel le decía que si sacaba los perros, como dijera que sí, le cogía  un billete de la cartera y se lo echaba al bolsillo. Tiraba al suelo la cartera y armaba un alboroto alrededor de los perros acusándolos de comer el billete.
El edificio de Alcañices, no el de Madrid, lo compró Daniel Ferreira cuando vino de cartero para la Villa en él vivió con su familia. En el bajo tenía una barbería el Sr. Valero, a la que llamaban de los ricos por el mobiliario, tenía unos sillones giratorios que se elevaban mediante un pedal, que la distinguían de la otra barbería que había. Después paso a ser del  Luis “Alegrías”. Ahora esta casa y la siguiente pertenecen a Fidel Fernández que recientemente las ha unido y renovado.     

En la casa que estaba a continuación, que Fidel ha incorporado a la del Sr. Ferreira, hubo una tienda de artículos de cuero, también compraban pieles, propiedad de José Sánchez. Era  conocida como del Villarramiel, pues de ese pueblo palentino, en el que muchos eran pellejeros, procedía el dueño de la tienda. José, que estaba casado en segundas nupcias con la Sra. Manuela, tenía dos hijas y dos hijos: Transito, Inmaculada, Gamaliel y José. Los tres primeros, me parece -aunque no estoy seguro- eran de la primera mujer, y José de la segunda. Gamaliel fue quien abrió la primera oficina de la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, que se ubicaba en los bajos de la casa de Elisa. Llevaba a la vez el negocio familiar y la Caja. José, “Pepín”, fue sacerdote y, posteriormente, eminente catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Sevilla. Cuando Gamaliel cerró la tienda el edificio,  que era propiedad de Luis España, fue adquirido por los confiteros pasando por legación a Henar Santiago a quien se la compró Fidel.

En el último inmueble de este lado de la plaza que se abre a la del reloj, está la Farmacia Calvo, apellido de la saga de farmacéuticos que la han gerenciado: José, Cayetano y José Domingo, el actual. Pero no siempre el edificio fue farmacia, en un principio era taberna y “Pititis” su dueño. El local era muy concurrido sobre todo en días de toros en la plaza. En esos días no se cerraban las puertas y las vacas a veces, persiguiendo a algunos que las había citado, también entraban y no precisamente a tomarse un vino. Pititis, al menos tenía dos hijos, uno conocido como “Sejas”, buena persona, y otro por Pititis, pistolero en los desdichados tiempos de la guerra de 1936, conocido por sus “hazañas” por los pueblos alistanos. Volvió este en una ocasión a Alcañices en  fiestas, una vaca lo cogió y colgado de un cuerno por el cinturón dio con él una vuelta a la plaza. Nadie fue a socorrerle y la gente desde los carros aplaudía y gritaba ¡mátalo, mátalo, mátalo! No murió pero salió maltrecho del lance. Jamás volvió.  De esa calaña en la Villa hubo alguno más.

Cruzando la calle está la casa de los Turiel que se abre a la plaza del reloj y a la calle que, sucesivamente, se llamó: de Zamora, Castropete. Calvo Sotelo, otra vez Castropete y ahora Avenida de Castilla y León. El  edificio era de parecidas hechuras al actual, aunque gris verdoso por el revoque de cemento, y quizá más vistoso, más clásico. Los "Turieles", familia muy importante de la que no queda ni memoria, eran los descendientes de Martín Turiel, original de Matellanes, y de las dos esposas que tuvo.  Pedro y Agustín -ambos religiosos y ecónomo y prepósito de sus respectivas órdenes-, Martín, Maximino, Segundo, Julia y posiblemente   otros que no recuerdo. Alguno era notario y otros, altos funcionarios de la administración. Martín fundó, con un Del Río, la empresa de transportes la DELTU y pusieron  las oficinas y almacenes en los bajos de la casa. Uno de los chóferes de los camiones, GMC de la 2ª guerra mundial, fue Santiago García, el “Corchero” y el encargado de carga y descarga Antonio “Navarro”. La  empresa no aguantó la competencia de la Alistana, Martín se fue para Zamora y la empresa desapareció. En el local puso oficina y almacén  Antonio Colino, que tenía su negocio en Fornillos, pero tampoco echó raíces en la Villa. Luego en el local hubo un taller de confección de las hermanas “Caisas”, María, Julia y Balbina, que mantuvieron hasta su jubilación. En el bajo del edificio que daba a la plaza del Reloj tenía la carnicería Agustín Anta que posteriormente fue de su hijo Antonio. Este que era quien compraba las terneras por los pueblos alistanos y Soledad, su mujer, procedente de Vivinera, quien  despachaba la carne.

La casa que abre este lado de la plaza es la de Manuel López “Manolillo”, sayagués de procedencia, y de María su mujer.  En los bajos de la vivienda tenían una ferretería que es posible que estuviera abierta hasta el fallecimiento del Sr. Manuel. Tenían una hija (¡pero que hija!). ELISA, será centenaria este año y sigue siendo muy guapa, tiene el don de la simpatía y canta muy bien. Elisa se casó con Miguel Curto, policía de la secreta en la comisaria de la Plaza. El tránsito de personas para o de Portugal era tan poco que podían hacer el servicio desde el Central. Los miembros de la familia, aunque ninguno  vive en Alcañices, vienen todos los años a pasar el verano acompañando a la matriarca. En los bajos, donde estuvo la ferretería, puso un bar Gurruchaga, destinado por RENFE en la localidad. Tenía la  oficina donde la Alistana, empresa con quien RENFE  tenía un acuerdo para el trasporte de mercancías. Gurruchaga, alma de artista, se propuso dirigir y llevar a escena  La Venganza de Don Mendo y lo consiguió. Tomó la astracanada – así la definió – Muñoz Seca, su autor,  por tragedia y los actores: Luís Perez “Sardinita” Don Mendo, Elvira Augusto, Paco “Pantomino y todo el elenco de actores declamaban los versos como si del Don Juan o del Alcalde de Zalamea se tratara. A los espectadores le gustó mucho. Como fin de fiesta Gurruchaga recitó la becqariana “Volverán las obscuras golondrinas” como si lo hiciera un borracho. Lo hizo de forma tan real que los espectadores no pudieron distinguir si el rapsoda estaba ebrio o se lo hacía.

La siguiente casa era de Linos Lopes, portugués de origen, y de la Srª Rufina, su esposa, abuelos de Ángel el churrero. en ella  tenían un bar en los bajos y una pensión. Linos también era el dueño de una magnifica huerta en las Violares. La casa fue adquirida por el farmacéutico José Calvo y en ella vivió  su sobrino Darío Calvo hasta que se fue para otra también en la plaza y también propiedad del tío. También vivó en esta casa durante su estancia en la Villa un capitán de la Guardia Civil Fernando y su esposa, Juanita. Con ellos vivía Amparito, hermana de Juanita.  La vivienda la heredó Pepe Calvo, hijo del dueño, y es ahora propiedad de sus hijas Carmen y Marite.

El edificio donde está la confitería es una magnifica construcción que recuerda ligeramente al Modernismo, tiene una bonita cenefa con palomas que la distingue embelleciéndola. Lo edificó ¿1920? Paco Corcovado  y habitó en ella hasta que voluntariamente decidió dejar de vivir. Se casó dos veces, en primeras con Balbina, y tuvo a Mariquita, Manolo y Mercedes y en segundas con Eloina Sendín  a Luisa y Carmen. Era distribuidor de abonos de la salmantina Mirat y, entre otras cosas, corresponsal de varias entidades bancarias y dueño de la Granja, de la finca de  las Violares y de otras desperdigadas por los distintos pagos.  Algunos alistanos se fiaban de él y le confiaron sus ahorros.  Algo debió de hacer mal y  ventiló la situación a punta de pistola.  
Adquirió la casa, años 60, Eleuterio el confitero, pasando a vivir y trasladando la confitería desde donde ahora está la zapatería de Jose Rodríguez "Pichi". Los pisos fueron habitados por varios inquilinos, entre otros recuerdo a Horacio, maestro nacional, ­-que nos daba clases particulares a Chelo, hija del telegrafista, Jesús Lorenzo, nuestro alcalde y a mí, un día en clase nos dio a los tres tal ataque de risa que no podíamos controlarnos y nos echó a la calle creyendo que nos reíamos de él-, Alfonso Revuelta, veterinario, y Manuel “Enrrebujas”, taxista. Con la confitería continuaron las hijas de Eleuterio y  sus maridos. Posteriormente  pasó a propiedad de los matrimonios Domingo y María y  Jesús e Isabel. Después de algún tiempo quedó en manos de estos últimos. En la actualidad la lleva Isabel Gallardo, portuguesa de procedencia, esposa de Tomás Carrión.

Llegamos a la casa que fue de los del Rio, familia, como por desgracia muchas de arraigo en la Villa, desaparecida. Creo que eran tres hermanos, yo solo conocí a Manuel, último en Alcañices, abuelo de Jesús, gran fotógrafo, que cuelga en Facebook unas magníficas fotos y ha hecho exposiciones en la Villa, supongo que entre muchos otros sitios. Son sus padres Jesús y Mercedes Luelmo, presentadora de mi libro Casa Barros. Manuel fue taxista en uno de los primeros coches que hubo en Alcañices. Uno de los hermanos, “Puñitos”, vivió en León y otro, de no muy buen recuerdo para muchos, fue chófer de Serrano Suñer. "Puñitos" volvio alguna vez, el otro no.
En la casa vivió Gonzalo Prieto, policía en Alcañices con Celestina, hermana del padre de mi esposa, y de Tránsito, madre de los “Rostanes”. Gonzalo y Celestina tuvieron  tres hijos, Mary, Elvira y Gonzalo.
Manolo Calvo adquirió la casa y vivió en ella con Lola Calvo, su esposa. Manolo, por acuerdo con sus hermanos, era el concesionario de Iberduero para la distribución de energía eléctrica en muchos pueblos de Aliste. Cumplidor, puntual y preocupado por el servicio hasta el punto de salir a arreglar las averías que se originaban en la línea, entonces los postes eran palos de roble sin tratamiento alguno, a cualquier hora y con tormentas, ventiscas o lo que se presentara. Era un “manitas” y ordenado hasta la obsesión. Ahora la casa  es de José Calveche, foráneo también, creo que de Rábano, y en ella tiene una carnicería.

La construcción que sigue es la casa de Corcovado, que fue construida en 1919 como indica en la orla que hay en su fachada de estilo Modernista, la mas relevante  de la localidad. Manuel Corcovado poseía casi un tercio de las tierras, huertas y prados de la Villa y varias eran las familias que empleaba al cuidado de ellas. También era dueño de casas en Zamora y del molino harinero de Cerezal. Hermanos suyos eran Paco, de quien traté hace dos edificios y Félix. Recuerdo que los mayores contaban que sus ascendientes eran comerciantes que se establecieron en la Villa. También esas fuentes contaban sotto voce que la propiedad de gran parte de las fincas la adquirió en tiempos de la emigración a América, prestando  dinero a intereses abusivos a quienes emigraban y ponían como aval  las fincas y no pagaban el préstamo o no volvían. Corcovado tenía cuatro hijas y un hijo que murió joven en un accidente ¿de caza? Todos sus descendientes desaparecieron de Alcañices.
 Corcovado vivía en la parte de la casa que ahora es de Fernando Turiel. En  la otra parte estaba la tienda de coloniales de Santiago Losada Barros "Perero" -En Di tú que he sido hice una descripción de esta tienda- Santiago y Fernanda Losada, su mujer. vivían  en el bajo detrás del comercio. Santiago contrajo  segundas nupcias con Manuela y ambos vivieron en la calle Castropete. En el local, al dejar el Bar Central, puso la  tienda Alberto Pérez.
En piso de arriba vivió el matrimonio formado por Benito Huidobro y Margarita. Benito, funcionario del juzgado, será quien más veces ha paseado la plaza corriendo, enseñando a sus hijos a montar en bicicleta. Se fueron para Zamora y en el piso pasaron a vivir durante algún tiempo, Manuel Martinez, “Rostan”, y sus hijos Manolito y Gonzalo. Toda esta parte del edificio es propiedad de descendientes de Tomás Carrión.

Vista aérea de la Plaza Mayor de Alcañices. (FOTOGRAFÍA: Daniel Ferreira)

Donde está el Bar Los Arcos, en mis tiempos de niño, había una tienda de caramelos, chucherías y mercería. Era un sitio lóbrego y frío y con una acusada inclinación en el piso. Eran sus dueños “Licos” del Río y Dolores “la Doloricas”. Tenían  una asistenta, Isabel, de Villarino Tras la Sierra, que los acompañó toda su vida. Isabel y Dolores,siempre vestidas de negro, estaban sentadas alrededor de una camillita en la que hasta en invierno había encendido un brasero. Los niños comprábamos allí  caramelos, los tenían de concha, de regaliz y de otros sabores, algunos envueltos en papeles que tenían escrito refranes y leyendas. A los niños que no sabían que se exponían a un zapatillazo, los mandában los mayores a que comparan un muñeco mal casado, una historia que se refería a Licos. Algunas veces pasaba temporadas en Alcañices Catalina Manzano y vivía en esta casa con la propietaria. Esta señora regaló las imágenes del Nazareno, la Magdalena y de la Verónica. Remito al libro de Miguel "Rostan", Alcañices al Trasluz en el que hay un relato con esta historia.
Adquirieron la casa Paco Rodríguez “Ladronón” y Herminia. Pusieron un bar que regentaron hasta su jubilación. Compraron el edificio Carlos y Pilar, de Alcorcillo y Fuentesaúco respectivamente, y ambos continúan con el bar. Espero que por muchos años.

La casa de Mariquita la incluí en la calle del Hospital y la del bar de "Ñupi" la dejo para la calle de San Francisco.

En el soportal que mira al suroeste tenemos lo que fue el Central. Ese local siempre estuvo dedicado a la hostelería, en los bajos a bar y en el piso a pensión. Hace tiempo el bajo  estaba dividido en tres habitáculos. Por una magnifica puerta de madera tallada se entraba a un pasillo que tenía a la izquierda el café, a la derecha el Casino y al frente una sala para jugar a la banca y al bacarrá. Alcañices en el primer tercio del siglo XX  era  un sitio al que concurría gente de Portugal y de pueblos cercanos y lejanos a  jugar dinero y a pasar un rato. Eso siguió, aunque  moderadamente, hasta los años 70 y le daba a la Villa un ambiente nocturno que se acabó cuando decayeron las partidas. Al casino solo podían acceder los socios, que normalmente era los pequeños industriales, abogados, y altos funcionarios de la Administración. Esta institución antes tuvo su sede su sede en otros locales, entre ellos la Comandancia de Carabineros, calle de la Obliga, donde estuvo el Club Amistad, el Central fue su último sitio. Eran tiempos en que se usaba corbata, sombrero y los domingos y festivos traje. Las esposas de los socios y sus hijas después de misa y, previo a los paseos por la plaza, tomaban el vermout. También en las fiestas navideñas  hacían bailes de “sociedad”.

El bar lo inauguró el “Sr. Social” y lo continuaron sus hijos Narciso e Isidro García. Se contaba que este se hizo con él por medio de una jugarreta que le preparó a su hermano. Narciso, torero hábil que jugaba con los toros, fue el primer encargado del mantenimiento de la distribución del agua de Cubillas. Vivió con su familia varios años en la casa donde estaban el pozo y los motores. Después se fue para la Fortuna como tantas familias de la Villa. Isidro tuvo el bar muchos años hasta que lo traspasó a Manuel Pérez “La” y a la Sr. María pasando después a su hijo Alberto, que lo tuvo a su cargo varios años hasta que lo cedió en traspaso a Antonio Cerezal, de quien pasó a su hijo Angelito. Ahora está cerrado. 
Con  la desaparición de este icónico bar Alcañices perdió un punto de referencia y un sitio de cita y encuentro no solo para los de la Villa sino también para alistanos y foráneos. Pena. En el piso, que preside la Plaza, a lo largo del tiempo fue domicilio de varias familias. La última que lo ocupó fue la del médico Alonso Romero con su mujer y sus hijos: Mari Tere, Alonso y Luis. Este último, medico en Madrid, en compañía de Isabel, su esposa, restauró el Molino, finca frontera con Portugal, en la que vive su viuda. Cuando Isidro dejó el bar, en el piso de encima puso una pensión en la que residieron funcionarios y letrados que desempeñaban su trabajo en Alcañices. El edificio pertenece a los herederos de Antonio Cerezal y está vacío.

La vivienda que está entre este edificio y la casa de Mariquita Calvo también tiene soportal,  balcón corrido en la fachada y  unos antiguos y bonitos azulejos. El primer ocupante que recuerdo, Elisardo Riberas, tenía en los bajos una imprenta y en la casa vivió con su familia hasta que se instaló en la calle Castropete. Riberas se fue para Zamora y para allá se llevó imprenta y familia. En el edificio, propiedad del farmacéutico José Calvo, pasó a vivir Darío Calvo con Pacita Sánchez, su mujer, y sus hijas: Carmen, Ana, Paz y Dolores, ocupándola hasta su traslado a Zamora. La casa, propiedad por herencia de Claudina, hija de José Calvo, en ella vivió con su marido Darío Vergara, veterinario, y sus hijas:  María Claudina y María José, hasta que Darío se trasladó a Figueruela.  Ahora es propiedad de las herederas.

Desde el frontal de  estos dos últimos edificios se extendía como una plataforma con escalones. El primero tenía una anchura de unos 2’5 metros, el segundo un poco más estrecho, ambos de grandes piedras de granito. El último terminaba en  dos escalones a partir de los cuales el piso era de tierra. A este le llamábamos el Cemento, de ese material era la superficie. Estaba dividido por rayas en rectángulos que facilitaban jugar a las distintas variedades de la Tona, al peón y a la multitud de juegos que correspondiera conforme a la estación del año. Domingos y festivos era pista de baile donde se lucían las parejas a los ritmos de pasodoble, tango, bolero, vals o foxtrot, los de moda entonces, que salian del altavoz del Central. En la  superficie de tierra que había después era donde se jugaba a las canicas, hoyo, círculo etc. la carretera no era un obstáculo sino otro espacio para bicicletas  y otras variedades de juegos. Del otro lado de la carretera,  se jugaba  al corro, al salto el moro, al salto de la mula, al rescate, al sereno… Había un poste, que se utilizaba para empezar la cadena del rescate, que los días con humedad se cargaba de electricidad, el primero de la cadena, si lo sabía,  no se cogía hasta que hubiera más  “pillados” y solo se apoyaba si le daban la mano. El  último de la cadena era el que recibía la descarga, los demás solo eran transmisores.

En  la próxima entrega iremos por  la calle de San Francisco.
Hasta entonces, saludos.
Jesús Barros Martín

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