Paseo virtual por la calle de los Labradores de
Alcañices en los primeros años cincuenta del siglo XX
Con Jesús Barros Martín
Con Jesús Barros Martín
La calle de los labradores, como su nombre nos hace sospechar, era donde vivían la mayoría de las familias que se dedicaban a la labranza, aunque gran parte de ellos también habitaban otras calles como la Bomba, los Pájaros, o Dentro la Villa. Actualmente es más larga que en los tiempos en los que mi familia vivía allí; empezaba en el Canto del Hospital y, como ahora, finalizaba en la Peña de Santa Catalina. Por allí se movía el ganado, las gallinas y los carros de labranza propiedad de sus vecinos pero realmente los dueños de ella éramos los niños, aunque también dejábamos que los mayores hicieran sus tertulias. Tenía dos partes muy diferenciadas: una plana, con aceras de granito y empedrada y otra, la que está en cuesta pronunciada, que estaba de tierra y no tenía aceras.
La
casa que abría la calle por la derecha,
esquina con la del Cuesto, era la
del señor Blas que vivía con su sobrino Pepe. Blas tenía una enfermedad congénita que hacía que sus piernas estuvieran totalmente inutilizadas. No solo
no le sostenían de pié sino que parecían de trapo, oscilaban como colgajos. En
los días de sol Pepe lo bajaba acuestas, vivían en el primer piso, para una
mesa que previamente había colocado en el exterior de la casa. Como era buen conversador y gran contador de historias,
a su alrededor se juntaban los mozos del barrio a escuchar sus charlas. A
principio de los años 50 Blas y Pepe se
fueron a vivir a Zamora y en la casa
vivieron posteriormente: Paco Aguiar y Arsenia, Manuel (La) y la Srª María, D. Federico,
maestro nacional, D. Marcelino, coadjutor de la parroquia, que daba unos
coscorrones de los que todavía me acuerdo, un teniente de la Guardia civil y Agustín
Campos con su familia. Recientemente han construido un gran edificio en el que
vive, entre otros, Nieves, dueña del bar Enigma.
Las
dos siguientes casas por la misma acera, eran pequeñas y ahora forman parte de
la anterior. En la primera vivía (estos
son mis recuerdos) la Srª Consuelo (la Churufa), viuda de Honorio el Portugués, electricista
que trabajaba como tal en la empresa que distribuía la electricidad por los
pueblos alistanos. Falleció un día de
tormenta arreglando una avería. En esta
casa vivió Manolo el de la Elisa y Felicisima,
en ella nacieron algunos de sus hijos, hasta que se fueron para Francia. Se
dedicaba a la “Raya” y de eso he escrito algo en mi libro: Di tú que he sido.
En la segunda casa vivió Manolo Prieto con Tarsila Huidobro. En el portal tenía un taller de carpintería que
además, como hijo del Sr. Prudencio,
sabia herrar caballerías y alguna vez lo
hacía, aunque solo cuando su padre no lo veía pues a este no le gustaba
nada que le hiciera la competencia. Tenía el matrimonio dos hijas que junto a
ellos, a principio de los 50, se fueron para Brasil y allí dejaron sus restos.
Las hijas han vuelto alguna vez. La casa la compró Daniel Gago "Borreguito" pasando a vivir allí con Angelita su mujer.
A
continuación vivía un guardia civil apellidado Mostaza con su mujer Dolores. A
este matrimonio, en unos carnavales, en una coplilla en l a que se
relacionaban remedios caseros les
decían: Para curar los tumores/ tiene muy
buena mostaza/ la señora Dolores. La vivienda, posterior y consecutivamente
fue habitada por guardias, el primero, Pastor, aficionado a la caza y dueño de
un bonito perro setter llamado Trus. Estaba destinado
en las oficinas de la comandancia y no hacía servicio de calle. Casó con Pepa, hija de Jacinto
García uno de los fundadores de la empresa de trasportes la Alistana. Cuando
este matrimonio se fue para Zamora, residió en la casa el formado por Moisés, que estaba destinado como guardia de fronteras
en la aduana, y doña Amparo, maestra nacional recordada con cariño por sus alumnas. Al
matrimonio, que no tenía hijos, lo acompañaba la madre de doña Amparo. Después,
y como consecuencia de dejar su vivienda en el palacio del marqués, pasó a
residir en la casa su dueño, Tomás Cerezal “Pantomino” (hombre con memoria
prodigiosa, por cualquier persona o hecho que le preguntaras te daba
información exhaustiva, hasta si el día de autos hacía sol o llovía y a qué hora sucedió). Hoy la casa
pertenece a alguno de sus descendientes.
La
siguiente casa era de la Srª María, “la Plantada” yo ya la recuerdo mayor,
viuda, vestida siempre de negro con el pelo muy blanco. Tenía tres hijas, la
mayor se casó con un guardia civil llamado Exuperancio y se fueron para Zamora. La segunda fue matrona, ojo, no
partera sino de las que hacían registros a mujeres, en la aduana de Alcañices y
luego se integró de lo mismo en la Benemérita. Isabel, la tercera, se casó con
Elías, el de "Lazarete" y, ya viuda, es quien ahora ocupa la vivienda.
A continuación está la casa del Sr.
Prudencio Prieto el herrador. Es una casa con apariencia, tiene una gran
fachada con balconada de hierro forjado que la ocupa totalmente
y embellecida por una hermosa parra. El
Sr. Prudencio herraba las caballerías de todo el pueblo, cosa que
hacía con profesionalidad, personalidad y
fortaleza. Tenía el yunque en la misma calle, en la fachada noroeste de la Alhóndiga. Era, aunque
bajo, fuerte, de brazos poderosos y blasfemo de blasfemias ateas. ¡Ay del burro
o caballo que le diera problemas!, le ponía el acial de hierro en el belfo, lo
cogía con la izquierda y con el martillo en la derecha le daba en el lomo tales
martillazos que no se volvía a mover ni
aunque le clavara en las partes blandas del casco. No se llevaba bien con su
hijo Manolo que, como dije antes, vivía tres casas más arriba y que también era,
además de carpintero, buen herrador. Los clientes cuando llevaban las
caballerías a herrar y no veían al Sr. Prudencio hacían sonar el yunque dándole
con el martillo y, si pasado un tiempo este no aparecía, señal de que no estaba
en casa, salía Manolo y lo suplantaba. A veces, cuando llegaba
Prudencio y veía a su hijo herrando, le
organizaba una de siete toros. Salía la vecindad a ver la bronca y ya había
tema para toda la semana. Prudencio era padre de Domingo el “Eje” que fue
durante algún tiempo cartero en bicicleta
de Sejas, Latedo, Trabazos y San Martín del Pedroso, en la casa vive una de sus descendientes.
La lindante
con la anterior es la de la familia de Bernardo Barros, “Cacharros”, labrador y
aficionado a la carpintería, casado con
Juliana Gago de la familia de los “Religiosos”. La casa tenía y tiene la
fachada estrecha comparada con las que están a su lado, pero era
larguísima, la parte de atrás salía al
Cuesto donde había enormes corrales, cuadras y un gran huerto. El matrimonio
tenía cuatro hijas y tres hijos. Uno de ellos, Bernardo, muy hábil para hacer
pequeños juguetes de madera, murió teniendo alrededor de 15 años suceso que
impresionó a todo el barrio ya que era muy joven y fuerte como un roble. En la casa continúa viviendo Miguel
“Manzanilla” también, como su padre, aficionado a la carpintería.
En
la siguiente residía Paulitos, carcelero y después cartero. A continuación ocupó la casa Felipe Figueroa que vino de la
localidad de El Poyo de donde era su primera mujer y donde residió después de
las vicisitudes que le tocó vivir por el hecho de ser concejal del ayuntamiento
de Alcañices en Julio de 1936. Tenía enormes conocimientos de geografía, gramática
y matemáticas, entre otras materias y fundó una especie de academia en la que
impartía conocimientos a chicos que por
trabajo no podían asistir a la escuela
pública. Después habitó la casa Manuel Gago “Rolacho” que vino desde Arcillera,
donde vivió algunos años por su matrimonio con
María Martín, de aquella localidad. En la actualidad la casa pertenece a un
hijo de Manuel y está deshabitada.
Después había un enorme corralón que era
propiedad del señor Tomás Gago “El Religioso” que lo utilizaba como cuadra y
para guardar los aperos de labranza.
La
vivienda siguiente pertenecía a Francisco García “Paco el Polla” quien formaba
parte de una extensa familia de
zapateros dispersada por varios pueblos de la comarca alistana. Tenía el
matrimonio familia numerosa, creo que eran siete los hijos e hijas, cosa muy
frecuente el aquellos tiempos. De Paco conté en mi libro Di tú que he sido una
anécdota que voy a repetir aquí: era asiduo del bar que Bernardo Rodríguez
tenía en la calle del Hospital, donde instalaron la primera televisión que hubo
en el pueblo, en el que se jugaban a las
cartas el café los asistentes. El dinero, como siempre, era más bien escaso,
por tanto importaba mucho ganar y sabido
es que las partidas se ganan o se pierden dependiendo de si los contrarios son buenos o malos jugadores. Llegado Paco al bar
le invitó a jugar una partida uno de los asistentes, previsor, Paco preguntó
por quiénes eran los contrincantes, cuando se lo dijeron Paco contestó: no, hoy
no juego, voy a ver la ópera. Era miércoles y ese día en la TV retransmitían
una ópera. Paco, como fácilmente se puede sospechar, no era especialmente
aficionado a ese género musical pero sí le sirvió de buena excusa para no tener
que pagar el café al antagonista de
turno. Hoy la casa pertenece a su hija Pura quien, en compañía de su marido, la habita
gran parte del año.
Aledaña
a la casa anterior estaba la de Antonio Ramos, “Poronilo” que estaba casado con
una Cañedo. Este matrimonio estaba considerado como el más trabajador de la
calle. La familia la formaban el matrimonio, un hijo y cuatro niñas. Antonio falleció
joven siendo los hijos pequeños. La
madre asumió la responsabilidad y
hijo
e hijas arrimaron el hombro colaborando todos al bienestar de la
familia. La casa ahora sigue perteneciendo a una de las descendientes que
continua viviendo en ella.
La
vivienda contigua pertenecía al Sr. Cándido Carrión y a su esposa Sofía que
eran padres de una hija y tres hijos. La casa era la tradicional de una familia
labradora, se entraba por un corral donde se guardaban el carro y los aperos de
labranza estando al fondo la cuadra para vacas, cerdos y gallinas. Excepto
Tomás, cartero de Santa Ana, Villarino
Tras la Sierra y San Mamez, todos los demás miembros de la familia se marcharon
para no volver. Cándido y Sofía, ya mayores, se fueron con la hija para Rionegro del Puente, esta, casada con Eusebio Rodríguez, hijo de Domingo “el Rojo” quien siguiendo la
tradición de las familias de zapateros que consistia en que una vez casados, para independizarse, se establecíeran en localidad distinta a la de procedencia, se
fue para allí. La casa fue adquirida por una hija de la familia de Antonio
Ramos que la remodeló y en ella vive.
Inmediatamente
después hay una estrecha calleja que daba paso al domicilio de
Juan Antonio Ramos. La casa estaba condicionada por la calleja que
no tenía espacio para un acceso con vehículos. Regentaban una pescadería y
llevaban pescado a los pueblos vecinos. Ese mismo negocio lo trasladaron al soportal de la casa de Dacosta en la la
calle de la Herradura y después a la del Hospital donde adquirieron parte de la Alhóndiga que allí existió durante tres siglos. Este señor era miembro del ayuntamiento que
“desaparecieron” en julio de 1936. La
familia la formaban: el matrimonio, el hijo Antonio, y tres hijas llamadas
Salud, Socorro y Caridad.
A continuación
había un corral y seguidamente una amplia calleja que me parece que no tenía ni tiene nombre. En
ella había tres domicilios, el de Isidoro Ramos que estaba casado con Dolores, que procedía de Alcorcillo. Isidoro
falleció habiendo cumplido 105 años, siendo hasta la actualidad el más longevo
de la Villa. El matrimonio no tuvo hijos y hoy la casa pertenece a uno de sus
familiares.
En
frente del anterior vivía Alejandro López y su mujer Agustina Rivas. Él era churrero y
los churros que hacía los vendían por las calles sus hijos Alejandro y
Angelito. Luego trasladaron el negocio a la plaza del convento, en el local
que hoy ocupa la cooperativa de lechal. Posteriormente Alejandro se fue para Madrid y
Ángel abrió el bar Avenida en la calle San Francisco. La casa sigue perteneciendo a la familia.
Adosada a la anterior estaba la hojalatería
del Sr. Clemente. Para entrar en la casa, al igual que en la anterior, había
que subir escalones debido a la inclinación de la calle. En el oscuro portal de
entrada, al fondo, estaba el taller: fragua, yunque y herramientas propias del
oficio. La tienda te la encontrabas nada más franquear la puerta de la calle. A
la derecha había un pequeño mostrador atestado de pequeñas cosas ya hechas o a
medio hacer Del techo
colgaba una amalgama de faroles, candiles cubos, regadores y/o cualquier
utensilio factible de hacer en hojalata.
Y en las paredes estanterías llenas de
objetos ya confeccionados a la espera de que fueran retirados por quienes los habían
encargado. Clemente vivía con su pareja, Rogelia, asturiana criada en Argentina, país al que emigraron los dos hijos del
matrimonio. Pepe, el pequeño, fue el segundo en irse y lo hizo comprometido en
matrimonio con Isabel, hija de Bernardo Barros. El matrimonio lo hicieron por
poderes y en la ceremonia representó al novio Manuel, Hermano de la novia y Francisco Anta “Patito”, su cuñado, que hizo de padrino. La boda se celebró en la parroquia y dada su rareza fue observada por
muchos curiosos. Inmediatamente Isabel partió para donde estaba Pepe embarcando en el puerto de Vigo.
Antes
dije que Clemente vivía con su pareja, cosa que puede sonar rara y más en
aquellos tiempos. Aclaremos el asusto. Clemente y su mujer, ya mayores,
reclamados por sus hijos, decidieron irse para la Argentina. Empezaron a
tramitar la documentación requerida y se toparon con que no existían papeles que
acreditaran su matrimonio. Es posible que se hubieran casado en Cuba. Aquello fue una sorpresa enorme para ellos, estaban
seguros de haberlo efectuado pero legalmente vivían en pecado. Felizmente las
autoridades civiles y eclesiásticas le facilitaron los trámites y formalizaron sin problemas la
situación para poder acceder a aquel país.
La
casa creo que pertenece en la actualidad a Ángel López Rivas.
Hoy
el paseo se ha hecho demasiado largo y no quiero la Guardia Civil
me coja incumpliendo la obligada confinación en mi domicilio. Si el coronavirus
me deja otro día seguiré por esta calle en la que me nacieron, jugué de niño y
habité durante mucho tiempo.
Saludos
Jesús.
Jesús, ¿Y la Calle de los Aires? Veo que no haces mención a ella, quizás el nombre sea posterior a tus recuerdos.
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