miércoles, 1 de abril de 2020

Paseo por la calle los Labradores de Alcañices


Paseo virtual por la calle de los Labradores de Alcañices en los primeros años cincuenta del siglo XX 
Con Jesús Barros Martín


La calle de los labradores, como su nombre nos hace sospechar, era donde vivían la mayoría de las familias que se dedicaban a la labranza, aunque gran parte de ellos también habitaban otras calles  como la  Bomba, los Pájaros, o Dentro la Villa.  Actualmente  es más larga que en los tiempos en los que mi familia vivía  allí;  empezaba en el Canto del Hospital y, como ahora, finalizaba en la Peña de Santa Catalina. Por allí se movía el ganado, las gallinas y los carros de labranza propiedad de sus vecinos pero realmente los dueños de ella éramos los  niños, aunque también dejábamos que los mayores hicieran sus tertulias. Tenía dos partes muy diferenciadas: una plana, con aceras de granito y  empedrada y otra, la que está en cuesta pronunciada, que estaba de tierra y no tenía aceras.

La casa que abría la calle por la derecha,  esquina  con la del Cuesto, era la del señor Blas que vivía con su sobrino Pepe. Blas tenía una enfermedad  congénita que hacía que sus piernas estuvieran  totalmente inutilizadas.  No  solo no le sostenían de pié sino que parecían de trapo, oscilaban como colgajos. En los días de sol Pepe lo bajaba acuestas, vivían en el primer piso, para una mesa que previamente había colocado en el exterior de la casa. Como  era  buen conversador y gran contador de historias, a su alrededor se juntaban los mozos del barrio a escuchar sus charlas. A principio de los años 50  Blas y Pepe se fueron a vivir a Zamora y  en la casa vivieron posteriormente: Paco Aguiar y Arsenia,  Manuel (La) y la Srª María, D. Federico, maestro nacional, D. Marcelino, coadjutor de la parroquia, que daba unos coscorrones de los que todavía me acuerdo, un teniente de la Guardia civil y Agustín Campos con su familia. Recientemente han construido un gran edificio en el que vive, entre otros, Nieves, dueña del bar Enigma.

Las dos siguientes casas por la misma acera, eran pequeñas y ahora forman parte de la anterior. En la primera  vivía (estos son mis recuerdos) la Srª Consuelo (la Churufa),  viuda de Honorio el Portugués, electricista que trabajaba como tal en la empresa que distribuía la electricidad por los pueblos alistanos.  Falleció un día de tormenta  arreglando una avería. En esta casa vivió Manolo el de la Elisa y  Felicisima, en ella nacieron algunos de sus hijos, hasta que se fueron para Francia. Se dedicaba a la “Raya” y de eso he escrito algo en mi libro: Di tú que he sido. En la segunda casa vivió Manolo Prieto con Tarsila Huidobro. En  el portal tenía un taller de carpintería que además, como  hijo del Sr. Prudencio, sabia herrar caballerías y  alguna vez lo hacía,  aunque solo cuando  su padre no lo veía pues a este no le gustaba nada que le hiciera la competencia. Tenía el matrimonio dos hijas que junto a ellos, a principio de los 50, se fueron para Brasil y allí dejaron sus restos. Las hijas han vuelto alguna vez. La casa la compró Daniel Gago "Borreguito" pasando a vivir allí con Angelita su mujer. 

A continuación vivía un guardia civil apellidado Mostaza con su mujer Dolores. A este matrimonio, en unos carnavales, en una coplilla en l a que se relacionaban  remedios caseros les decían: Para curar los tumores/ tiene muy buena mostaza/ la señora Dolores. La vivienda, posterior y consecutivamente fue habitada por guardias, el primero, Pastor, aficionado a la caza y dueño de un bonito perro  setter llamado Trus. Estaba  destinado en las oficinas de la comandancia y no hacía servicio de calle. Casó con Pepa, hija de Jacinto García uno de los fundadores de la empresa de trasportes la Alistana. Cuando este matrimonio se fue para Zamora, residió en la casa el   formado por  Moisés,  que estaba destinado como guardia de fronteras en la aduana, y doña Amparo, maestra nacional  recordada con cariño por sus alumnas. Al matrimonio, que no tenía hijos, lo acompañaba la madre de doña Amparo. Después, y como consecuencia de dejar su vivienda en el palacio del marqués, pasó a residir en la casa su dueño, Tomás Cerezal “Pantomino” (hombre con memoria prodigiosa, por cualquier persona o hecho que le preguntaras te daba información exhaustiva, hasta si el día de autos hacía sol  o llovía y a qué hora sucedió). Hoy la casa pertenece a alguno de sus descendientes.

La siguiente casa era de la Srª María, “la Plantada” yo ya la recuerdo mayor, viuda, vestida siempre de negro con el pelo muy blanco. Tenía tres hijas, la mayor se casó con un guardia civil llamado Exuperancio y se fueron  para Zamora. La segunda fue matrona, ojo, no partera sino de las que hacían registros a mujeres, en la aduana de Alcañices y luego se integró de lo mismo en la Benemérita. Isabel, la tercera, se casó con Elías, el de "Lazarete" y, ya viuda, es quien  ahora ocupa la vivienda.
  
A continuación está la casa del Sr. Prudencio Prieto el herrador. Es una casa con apariencia, tiene una gran fachada  con balconada  de hierro forjado que la ocupa totalmente y  embellecida por una hermosa parra. El Sr. Prudencio  herraba  las caballerías de todo el pueblo, cosa que hacía con profesionalidad, personalidad y fortaleza. Tenía el yunque en la misma calle, en la  fachada noroeste de la Alhóndiga. Era, aunque bajo, fuerte, de brazos poderosos y blasfemo de blasfemias ateas. ¡Ay del burro o caballo que le diera problemas!, le ponía el acial de hierro en el belfo, lo cogía con la izquierda y con el martillo en la derecha le daba en el lomo tales martillazos   que no se volvía a mover ni aunque le clavara en las partes blandas del casco. No se llevaba bien con su hijo Manolo que, como dije antes, vivía tres casas más arriba y que también era, además de carpintero, buen herrador. Los clientes cuando llevaban las caballerías a herrar y no veían al Sr. Prudencio hacían sonar el yunque dándole con el martillo y, si pasado un tiempo este no aparecía, señal de que no estaba en casa,  salía Manolo  y lo suplantaba. A veces, cuando llegaba Prudencio y  veía a su hijo herrando, le organizaba una de siete toros. Salía la vecindad a ver la bronca y ya había tema para toda la semana. Prudencio era padre de Domingo el “Eje” que fue durante algún tiempo cartero en bicicleta  de Sejas, Latedo, Trabazos y San Martín del Pedroso,  en la casa vive una de sus descendientes.

 La  lindante con la anterior es la de la familia de Bernardo Barros, “Cacharros”, labrador y aficionado a la carpintería,  casado con Juliana Gago de la familia de los “Religiosos”. La casa tenía y tiene la fachada estrecha comparada con las que están a su lado, pero era larguísima,  la parte de atrás salía al Cuesto donde había enormes corrales, cuadras y un gran huerto. El matrimonio tenía cuatro hijas y tres hijos. Uno de ellos, Bernardo, muy hábil para hacer pequeños juguetes de madera, murió teniendo alrededor de 15 años suceso que impresionó a todo el barrio ya que era muy joven y fuerte como un roble.  En la casa continúa viviendo Miguel “Manzanilla” también, como su padre, aficionado a la carpintería.

En la siguiente  residía Paulitos,  carcelero y después cartero. A continuación  ocupó la casa Felipe Figueroa que vino de la localidad de El Poyo de donde era su primera mujer y donde residió después de las vicisitudes que le tocó vivir por el hecho de ser concejal del ayuntamiento de Alcañices en Julio de 1936. Tenía enormes conocimientos de geografía, gramática y matemáticas, entre otras materias y fundó una especie de academia en la que impartía conocimientos  a chicos que por trabajo no podían  asistir a la escuela pública. Después habitó la casa Manuel Gago “Rolacho” que vino desde Arcillera, donde vivió algunos años por su matrimonio con María Martín, de aquella localidad. En la actualidad la casa pertenece a un hijo de Manuel y está deshabitada.
 Después había un enorme corralón que era propiedad del señor Tomás Gago “El Religioso” que lo utilizaba como cuadra y para guardar los aperos de labranza.

La vivienda siguiente pertenecía a Francisco García “Paco el Polla” quien formaba parte de  una extensa familia de zapateros dispersada por varios pueblos de la comarca alistana. Tenía el matrimonio familia numerosa, creo que eran siete los hijos e hijas, cosa muy frecuente el aquellos tiempos. De Paco conté en mi libro Di tú que he sido una anécdota que voy a repetir aquí: era asiduo del bar que Bernardo Rodríguez tenía en la calle del Hospital, donde instalaron la primera televisión que hubo en el pueblo,  en el que se jugaban a las cartas el café los asistentes. El dinero, como siempre, era más bien escaso, por tanto  importaba mucho ganar y sabido es que las partidas se ganan o se pierden dependiendo de si  los contrarios son   buenos o malos jugadores. Llegado Paco al bar le invitó a jugar una partida uno de los asistentes, previsor, Paco preguntó por quiénes eran los contrincantes, cuando se lo dijeron Paco contestó: no, hoy no juego, voy a ver la ópera. Era miércoles y ese día en la TV retransmitían una ópera. Paco, como fácilmente se puede sospechar, no era especialmente aficionado a ese género musical pero sí le sirvió de buena excusa para no tener que pagar el  café al antagonista de turno. Hoy la casa pertenece a su hija Pura  quien, en compañía de su marido, la habita gran parte del año.

Aledaña a la casa anterior estaba la de Antonio Ramos, “Poronilo” que estaba casado con una Cañedo. Este matrimonio estaba considerado como el más trabajador de la calle. La familia la formaban el matrimonio, un hijo y cuatro niñas. Antonio falleció joven siendo los hijos pequeños. La  madre asumió la responsabilidad  y  hijo  e hijas arrimaron el hombro colaborando todos al bienestar de la familia. La casa ahora sigue perteneciendo a una de las descendientes que continua viviendo en ella.

La vivienda contigua pertenecía al Sr. Cándido Carrión y a su esposa Sofía que eran padres de una hija y tres hijos. La casa era la tradicional de una familia labradora, se entraba por un corral donde se guardaban el carro y los aperos de labranza estando al fondo la cuadra para vacas, cerdos y gallinas. Excepto Tomás, cartero de Santa Ana,  Villarino Tras la Sierra y San Mamez, todos los demás miembros de la familia se marcharon para no volver. Cándido y Sofía, ya mayores, se fueron con la hija para Rionegro del Puente, esta, casada con Eusebio Rodríguez, hijo de Domingo “el Rojo” quien siguiendo la tradición de las familias de zapateros que consistia en que una vez casados, para independizarse, se establecíeran  en localidad distinta a la de procedencia, se fue para allí. La casa fue adquirida por una hija de la familia de Antonio Ramos que la remodeló y en ella vive.

Inmediatamente después hay una estrecha calleja que daba paso al domicilio de Juan Antonio Ramos. La casa estaba condicionada por  la calleja que no tenía espacio para un acceso con vehículos. Regentaban una pescadería y llevaban pescado a los pueblos vecinos. Ese mismo negocio lo trasladaron al soportal de la casa de Dacosta en la la calle de la Herradura y después a la del Hospital donde adquirieron parte de la Alhóndiga que allí existió  durante tres siglos. Este señor era miembro del ayuntamiento que “desaparecieron”  en julio de 1936. La familia la formaban: el matrimonio, el hijo Antonio, y tres hijas llamadas Salud, Socorro y Caridad.

A continuación había un corral y seguidamente una amplia calleja  que me parece que no tenía ni tiene nombre. En ella había tres domicilios, el de Isidoro Ramos que estaba casado con  Dolores, que procedía de Alcorcillo. Isidoro falleció habiendo cumplido 105 años, siendo hasta la actualidad el más longevo de la Villa. El matrimonio no tuvo hijos y hoy la casa pertenece a uno de sus familiares.

En frente del anterior vivía   Alejandro López  y su mujer Agustina Rivas. Él era churrero y los churros que hacía los vendían por las calles sus hijos Alejandro y Angelito. Luego trasladaron  el  negocio a la plaza del convento, en el local que hoy ocupa la cooperativa de  lechal.  Posteriormente Alejandro se fue para Madrid y Ángel abrió el bar Avenida en la calle San Francisco. La casa  sigue perteneciendo a la familia.

 Adosada a la anterior estaba la hojalatería del Sr. Clemente. Para entrar en la casa, al igual que en la anterior, había que subir escalones debido a la inclinación de la calle. En el oscuro portal de entrada, al fondo, estaba el taller: fragua, yunque y herramientas propias del oficio. La tienda te la encontrabas nada más franquear la puerta de la calle. A la derecha había un pequeño mostrador atestado de pequeñas cosas ya hechas o a medio hacer  Del  techo  colgaba una amalgama de faroles, candiles cubos, regadores y/o cualquier utensilio  factible de hacer en hojalata. Y en las paredes estanterías llenas  de objetos ya confeccionados a la espera de  que fueran retirados por quienes los habían encargado. Clemente vivía con su pareja, Rogelia, asturiana criada en Argentina, país al que emigraron los dos hijos del matrimonio. Pepe, el pequeño, fue el segundo en irse y lo hizo comprometido en matrimonio con Isabel, hija de Bernardo Barros. El matrimonio lo hicieron por poderes y en la ceremonia representó al novio Manuel, Hermano de la novia y Francisco Anta “Patito”, su cuñado, que hizo de padrino. La boda se celebró en la parroquia y dada su rareza fue observada por muchos curiosos. Inmediatamente Isabel  partió para donde estaba Pepe embarcando en el puerto de Vigo.
Antes dije que Clemente vivía con su pareja, cosa que puede sonar rara y más en aquellos tiempos. Aclaremos el asusto. Clemente y su mujer, ya mayores, reclamados por sus hijos, decidieron irse para la Argentina. Empezaron a tramitar la documentación requerida y se toparon con que no existían papeles que acreditaran su matrimonio. Es posible que se hubieran  casado en Cuba.  Aquello fue una sorpresa enorme para ellos, estaban seguros de haberlo efectuado pero legalmente vivían en pecado. Felizmente las autoridades civiles y eclesiásticas le facilitaron los trámites y formalizaron sin problemas la situación para poder acceder a aquel país.
La casa creo que pertenece en la actualidad a Ángel López Rivas.

Hoy el paseo se ha hecho demasiado largo y no quiero  la Guardia Civil me coja incumpliendo la obligada confinación en mi domicilio. Si el coronavirus me deja otro día seguiré por esta calle en la que me nacieron, jugué de niño y habité durante mucho tiempo.
Saludos
Jesús.

1 comentario:

  1. Jesús, ¿Y la Calle de los Aires? Veo que no haces mención a ella, quizás el nombre sea posterior a tus recuerdos.

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